Virtualidad – La tecnología ha transformado la adolescencia, ofreciendo nuevas oportunidades y riesgos que impactan en la salud y la sexualidad. A continuación, tres casos que ilustran estos desafíos y nos invitan a reflexionar sobre cómo acompañarlos en este proceso.
Por María José Milani (Argentina)
Según un reciente informe de la ONU, hay asuntos vinculados a la educación sexual integral que afectan la salud y el bienestar de niñas, niños y jóvenes, entre los que se encuentra la influencia de las tecnologías de la información y comunicación sobre la conducta sexual. Se plantean tres preocupaciones: la exposición a información inapropiada y el acceso a contenidos pornográficos (frecuentemente violentos o sexistas); el ciberacoso; y el sexting. Experiencias al alcance de la mano de los chicos que nos pueden encontrar reactivos o desorientados; que nos interpelan. Hacernos buenas preguntas quizás nos permita ensayar mejores acciones.
Los adolescentes pasan muchas horas en contacto con plataformas digitales en las que sostienen gran parte de sus interacciones sociales, un espacio de encuentro con otros. Las tecnologías digitales brindan nuevas oportunidades para el ejercicio de derechos, y constituyen al mismo tiempo un espacio donde se reproducen sesgos, discriminación y violencia que pueden intercambiarse trasladándose desde el mundo real a las pantallas y viceversa. ¿Cómo acompañar a los chicos en sus modos de habitar el mundo (real o virtual)? Los invito a leer este artículo de una manera dinámica, activa y crítica.
Propongo tres hilos temáticos, a través de viñetas, con un alto en el camino que nos permita una buena pregunta para, luego, releer “desocultando” cuestiones no tan visibles a primera vista, invitándolos a entrar al tema desde otro ángulo, a recorrer otros caminos y a construir otras respuestas, diferentes a esas que sentimos subir por la garganta cuando nos encontramos frente a algunas de estas situaciones.
Publicar fotos íntimas
Mica y Fran están saliendo hace un tiempo. Estuvieron juntos, la pasaron muy bien y, en total complicidad entre ellos, tomaron fotos de ese momento tan íntimo compartido. Al día siguiente, Fran compartió las fotos en el grupo de sus amigos. Hace tiempo que bromean sobre lo solitario que lo ven. “Hoy esa broma se termina”, piensa divertido.
Los padres de Fran podrían estar preguntándose por qué su hijo compartió esa foto en un grupo sin pensar si sus amigos las mostrarían a otros, si podría llegar a gente desprejuiciada que la subiera a plataformas públicas. Los padres de Mica, por su parte, furiosos por la exposición, podrían presionarla para que deje de verlo, o buscarían conversar con ambos para hacerlos reflexionar en torno al valor de la intimidad y el sentido de tomar fotos en un momento así.
Si ingresamos a la misma escena en diferentes momentos, nos acercamos a una experiencia adolescente con nuevas preguntas, según dónde detengamos la mirada: ¿De qué se trata “estar saliendo” en la adolescencia?, ¿qué edad tienen?, ¿cómo están haciendo la experiencia del amor en esta etapa?, ¿cómo han construido ese momento de intimidad?, ¿cómo llegaron a ese espacio “de a dos”?, ¿con qué expectativas?, ¿con qué aprendizajes acerca de las relaciones o de sí mismos?
La adolescencia es un tiempo de exploraciones en torno al amor, un modo de reconocer el deseo que nace desde lo profundo, también como un modo de afirmación personal de la propia identidad y de ensayar posiciones y modos de relacionarse con los demás. Un proceso que va acompañado de un sentimiento de omnipotencia, no por soberbia o ignorancia, sino por la vitalidad que experimentan, las nuevas capacidades desarrolladas, la fuerza que encuentran en el grupo de pares. Una característica que conlleva una baja percepción de riesgo y conductas que pueden parecer poco responsables u osadas.
Mucho más importante que reaccionar en el momento en el que las imágenes son compartidas (o ante las consecuencias), es acompañar a los chicos para que desarrollen herramientas para atravesar esta etapa adolescente: asertividad para afrontar las presiones que pueden provenir de los grupos de amigos, las modas y modelos culturales imperantes; libertad de vivir la propia sexualidad en la gradualidad del autoconocimiento y en el vínculo con otro; construcción de criterios propios para distinguir lo público/compartido y lo privado/íntimo como una posibilidad de resguardo y de cuidado de sí mismos y de los demás.
Consumir contenidos eróticos
Mateo pasaba horas frente a la pantalla, sumergido en un mundo virtual. Al principio, solo eran juegos. Luego descubrió que podía sacarse dudas sobre el sexo y comenzó a explorar más. Poco a poco fue encontrando contenido que lo confundía y excitaba.
Preguntas que interpelan al asomarnos al cuarto de Mateo: ¿el mundo virtual es menos real que el mundo físico?, ¿un espacio de soledad o un espacio de sociabilidad?, ¿qué intercambios se dan?, ¿qué información está disponible?, ¿qué preguntas se hacen a través de las pantallas?, ¿qué respuestas se buscan?, ¿por qué ahí y no en otros espacios?, ¿qué experiencias posibilita?, ¿cuáles no?
Hoy, las pantallas son mucho más que eso. Vivimos rodeados de tecnologías digitales en las que ya no sólo se puede descargar información, sino interactuar con personas cercanas o a kilómetros de distancia. Producir información, publicarla, compartirla, criticarla, hacer experiencias, colaborar o discutir. Chicos conviven en una cultura digital que imprime a la vida personal y colectiva ciertas improntas: la simultaneidad de espacios compartidos; la inmediatez de respuesta a necesidades materiales o comunicativas; variedad de experiencias sensoriales a mano; el anonimato. Las preguntas que surgen en este alto en el camino nos ayudan a reconocer la urgencia de ofrecer espacios de confianza para que las preguntas sobre la sexualidad encuentren dónde ser formuladas antes de impulsar una búsqueda en el mundo digital donde todo se encuentra, sin filtro y con intencionalidades diversas (desde la más cuidada educación sexual hasta la interesada manipulación que alienta el consumo o induce a experiencias sensuales). Estas preguntas nos alientan también a asomarnos a esa habitación para ver, ya no a un adolescente solitario, sino a un chico que ha recibido en su habitación a conocidos y desconocidos, y que necesita que lo acompañemos a decidir a quiénes abre la puerta, qué experiencias hace en las redes, qué información busca y de qué manera.
Socializar|intimar en plataformas virtuales
Antonella publica en una de sus redes sociales una foto luciendo una bikini con la que se siente realmente linda. Espera con expectativa los likes y comentarios, intrigada por saber quiénes serán los que lo hagan: sus amigas, algunos de los chicos que conoció en la fiesta, o nuevos contactos. A los pocos minutos comenta su foto un chico, de quien el único dato que tiene es que se trata del amigo de un compañero de la escuela. ¿Estudia?, ¿vive solo o con su familia?, ¿cuántos años tendrá? Husmea sus publicaciones y descubre que les gusta la misma música. Acepta la solicitud de amistad y, en pocas horas, ya intercambian mensajes como si se conocieran de toda la vida.
¿Qué redes sociales utilizan los chicos?, ¿qué publican?, ¿qué cosas comparten solamente con algunos?, ¿cómo se muestran?, ¿cómo se valoran los cuerpos?, ¿qué peso tienen las reacciones y comentarios de los demás?, ¿sobre qué temas chatean?, ¿sobre cuáles hablan solo cara a cara?, ¿cómo establecen las cosas que no publicarían en las redes sociales?, ¿publican o reenvían imágenes o textos que publican otras y otros?
Paula Sibilia, investigadora y docente, nos acerca una reflexión interesante para repensar este último hilo temático: “Ahora nuestra subjetividad se construye en torno a otro eje: no más oculto ´dentro´ de cada uno, sino visible. Somos lo que se ve: eso que los demás ven”1. Las redes sociales se configuran en vitrinas para exponer quiénes somos, como si aquellos diarios íntimos de otros tiempos, con anotaciones, fotos, preguntas y recuerdos, que se guardaban bajo llave, hoy estuvieran a la vista de todos.
Los adolescentes están pendientes de esa reacción que los tranquiliza por saberse “vistos” y ¿aceptados? Un modo de saber quiénes son a partir de esa mirada ajena que dice cuánto valen. Nuevos modos de afirmación personal, de tejer lazos sociales de recíproco reconocimiento, que responden a una pregunta profunda propia de la adolescencia (¿quién soy?) y que se responde siempre en el espacio privilegiado del encuentro con sus pares. Aprender a custodiar lo “privado”, eso que se comparte con quienes la relación de cuidado y confianza está asegurada; saberse valiosos como personas, portadores de valores, de ideas dignas de respeto, más allá de la mirada de los demás; jugarse por construir vínculos profundos de proximidad en las redes o fuera de ellas; participar reflexiva de los intercambios con otros. Todas deberían ser aventuras por vivir para los adolescentes, de la mano de adultos también reflexivos y críticos, capaces de reconocer los riesgos, pero sobre todo de mostrar las posibilidades de las nuevas modalidades de vinculación social.
Una caja de herramientas que cuida
La adolescencia es un periodo de descubrimientos (sobre el propio cuerpo, el mundo, los vínculos) que hoy se vive con la mediación de tecnologías digitales. Chicos y grandes navegamos entre oportunidades y riesgos, en mundos que se expanden y complejizan. Las viñetas anteriores nos invitan a reflexionar sobre los valores que promovemos y las “provisiones para el camino” que ofrecemos a los adolescentes.
Se trata más de construir con ellos y para ellos una buena caja de herramientas que de advertirles sobre los riesgos; de descubrir las posibilidades de crecimiento personal, de autoconocimiento y de construcción de relaciones significativas para hacer un uso cuidado de las tecnologías digitales. En relación a la sexualidad, la clave radica en una educación integral, que no se limita a la prevención sino que busca que los jóvenes sean conscientes de sus derechos y responsabilidades. Cuando a la experiencia de la sexualidad se le suma el desafío de la virtualidad como espacio de encuentro, se trata de desarrollar capacidad de agencia para tomar decisiones informadas y establecer límites saludables en sus interacciones.
Es esencial que construyamos espacios de confianza donde puedan expresar dudas, preguntas y preocupaciones sobre su sexualidad, sin temor al juicio ni a la crítica, en el que puedan plantearse la reflexión ética y crítica sobre las tecnologías, los contenidos que consumen y comparten, la intimidad.
En definitiva, podemos y debemos estar ahí para ellos en los incidentes, pero sobre todo queremos estar presentes antes, con un acompañamiento continuo, respetuoso y lleno de preguntas que interpelen, que promuevan la reflexión y el cuidado. La adolescencia no es un tiempo para imponer respuestas, sino para ofrecer herramientas que les permitan construir su propia narrativa y su manera de “estar” en el mundo, también digital •
1. Subjetividad, TIC y la mirada del otro: entrevista a Paula Sibilia, disponible en https://img1.wsimg.com/blobby/go/435a21bb-7447-4fe1-8184-b372105aafd0/Subjetividad%2C%20TIC%20y%20la%20mirada%20del%20otro%20entrevi.pdf
excelente artículo! los felicito!