Ayudar a otros es siempre un privilegio

El mundo unido por el servicio – Soy ingeniera y matrona, madre y abuela, de Valparaíso, Chile, jubilada del área de Salud. En noviembre del 2023 estaba a más de nueve mil kilómetros de mi ciudad, porque me encontraba desarrollando dos proyectos en los hospitales Moyi Mwa Ntongo de Kinshasa y Chiara Lubich de Lubumbashi, en la República Democrática del Congo (RDC). ¿Cómo llegué hasta ahí? Es lo que les quiero contar en las próximas líneas.

Por Laura Sandoval (Chile)

Me titulé de Matrona y Licenciada en Obstetricia en 2006 en la Universidad de Valparaíso, Chile. Esta era mi segunda carrera, ya que antes me había recibido de Ingeniero Pesquero en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Al año siguiente ingresé a Neonatología del Hospital Carlos Van Buren, siempre en Valparaíso, desempeñándome en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y de Tratamientos Intensivos (UTI) hasta el año 2023, cuando me jubilé.

Terminada mi etapa laboral y con toda la experiencia adquirida, decidí cumplir un sueño, una misión de vida: gracias a la gente que me recibió en sus hospitales, me albergó en sus residencias y me brindó contención emocional fraterna, pude alcanzar mi anhelo de entregar mis conocimientos y experiencias como matrona-misionera en África, como Voluntaria Humanitaria, para colaborar en los hospitales del Movimiento de los Focolares, en las ciudades congoleñas de Kinshasa y Lubumbashi. Y así mejorar en parte la calidad de vida de mujeres y niños vulnerables de la República Democrática del Congo (RDC).

Los mayores desafíos que enfrenté como matrona y misionera fueron, primero, obtener visa para ingresar a la RDC, y luego comunicarme de forma fluida, dado que mi nivel de francés era muy básico.

Adaptarme a un país donde el suministro de agua potable y electricidad son deficientes no fue fácil, además de vivir en un entorno climático muy diferente al que estaba acostumbrada. Enfrentarme a enfermedades desconocidas en Chile, como el paludismo que me contagié, me provocó momentos de inquietud.

Desde mi llegada me aboqué a desarrollar dos proyectos: un plan de educación para mujeres con el fin de prepararlas para detectar signos de alarma y promover el traslado oportuno de sus hijos a un centro de salud, y un proyecto sobre el manejo de prematuros, basado en los protocolos del hospital donde había trabajado en Valparaíso.

Con este objetivo creé un Plan de Educación para madres que permitiera prevenir y detectar enfermedades en sus hijos, aporté con manuales de procedimientos para las futuras unidades de neonatología y contribuí con un plan para mejorar la atención de los recién nacidos prematuros en ambos hospitales.

Proyecto de Educación para madres

El modelo se basó en tres pilares. Uno de ellos, enseñar a las madres a reconocer los rangos normales de temperatura de sus hijos recién nacidos a través del uso del termómetro digital, logrando que comprendieran cómo actuar en caso de detectar fiebre. Apoyada en mi notebook y una presentación en francés, cada día realizaba charlas a unas 20 mujeres que llegaban al hospital para control médico o a vacunar a sus hijos.

¿Termómetros digitales en el Congo? ¡Sí! En una oportunidad le comenté a la misionera focolarina María Pía Redaelli del trabajo que estaba realizando y lo importante que eran las madres en la prevención de la muerte de sus hijos. María Pía, motivada por mi relato, se contactó con amigos y los Focolares de Italia, quienes donaron al proyecto doscientos termómetros digitales.

Este aporte fue fundamental para la capacitación de las madres. Estaban felices y yo con más fuerzas para continuar la tarea. Con ayuda de mis colegas congoleñas, complementábamos la presentación con traducción simultánea al Suajili y con la entrega de termómetros.

Proyecto Manejo de prematuros

En RDC la mortalidad de prematuros es muy alta. El hospital Chiara Lubich, al igual que la mayoría de los hospitales del país, no cuenta con profesionales especializados en neonatología, ni equipos necesarios para monitorizar, administrar medicamentos o alimentar a los recién nacidos. Las incubadoras también son escasas.

Por esto, toda mi experiencia y los protocolos del hospital de Valparaíso respecto al manejo de prematuros fueron entregados a los médicos, matronas y enfermeras del hospital Chiara Lubich, esto gracias a la colaboración de la focolarina Dra. Laura Rodríguez, que apoyaba en la traducción al francés.

El trabajo como matrona de neonatología en el hospital fue posible gracias al Dr. Jean Muteba, director Médico, quien observó mi desempeño, confió en mí y me permitió ser la responsable de la Atención y Cuidados diarios de los gemelos prematuros Kisombe. Aun cuando no contaba con los insumos ni equipos necesarios, gracias al trabajo conjunto con las colegas matronas y al compromiso de la madre, Nicole Kisombe, logramos que sobrevivieran. Con la confianza y apoyo de ella en el cuidado de los gemelos y el profesionalismo de las matronas logramos su supervivencia. Antes de dejar el hospital para retornar a Chile, Nicole fue la última persona que abracé.

Aprendizaje profesional

En lo profesional mi experiencia en RDC me permitió identificar oportunidades para implementar tecnologías y prácticas innovadoras para impactar positivamente en la comunidad congoleña, como realizar a futuro asesorías online respecto al manejo de prematuros y sugerir indicaciones.

También comprendí que mis pacientes tenían prioridades diferentes. Siempre me esforzaba por entregar una atención clínica de calidad. Sin embargo, las mujeres de África me estimularon a otorgar una atención integral humanizada, ver a la persona, no solo a la paciente. La mujer que llega al hospital con temor necesita que la mires a los ojos, sonrías y le digas “Ça va aller” (Va a estar bien). La empatía con los pacientes mejora sustancialmente la comunicación. 

Ser voluntaria en los hospitales del Movimiento de los Focolares fortaleció mi trabajo en equipo, aprendí el sentido de unidad con todos, dejando de lado mi ego. Conocí un grupo humano admirable, profesionales del área de la salud dispuestos a compartir sus conocimientos en favor de la salud de los más necesitados. De ellos aprendí a trabajar por el bien común, a formar parte de un todo, dejando de lado el individualismo.

Aprendizaje personal

Estuvo incentivado principalmente por la extraordinaria labor que desempeñan las mujeres y hombres del Movimiento de los Focolares, ya sea como profesionales de la salud, gestores en los hospitales y escuelas, soporte y unión permanente con familias, jóvenes y la comunidad política, religiosa e intelectuales del país.

Los encuentros con familias del Movimiento y las reuniones con misioneras de Congregaciones Católicas y la comunidad parroquial, me permitieron entender la cultura de un país tan diverso e incorporarme fácilmente en la sociedad congoleña.

De ellos aprendí a tener metas y sueños, pero ser flexible con mis planes. Dios siempre tiene un mejor plan para crecer espiritualmente. Acoger los imprevistos como una forma de conocerte en tiempos difíciles te hace inquebrantable. En RDC aprendí a aceptar la voluntad de Dios y me sorprendió lo feliz que era al no preocuparme por cosas superfluas.

¿Tener miedo a equivocarme y que esa aprensión me paralizara? Durante mi experiencia en África muchas veces me equivoqué y debí modificar mis planes, pero nunca dejé el camino hacia mi objetivo primario, ayudar. Ajusté mis tácticas, enfrenté el desafío de forma diferente, y cuando me encontraba muy angustiada me repetía: “Tranquila, estás en África, disfruta el camino”.

Cuidado con el autosabotaje: el principal enemigo para conseguir nuestros sueños no son las personas de nuestro entorno, somos nosotros mismos. Durante mi permanencia en África aprendí a tratarme con cariño, a trabajar mi autoestima y autocuidado. Aprendí que aun cuando tenía miedo a fracasar, podía hacer cosas increíbles por otras personas.

Si quieres ayudar a otros no esperes hasta elaborar un gran proyecto: las personas valoran de diferente forma los aportes. Mi primer trabajo en el hospital fue crear un sistema de archivos que permitiera ordenar formularios que permanecían dentro de una caja de cartón. Al día siguiente el jefe de la unidad reconoció personalmente mi tarea, porque para ellos poder encontrar los formularios de forma rápida simplificaba el trabajo administrativo tanto a médicos como a matronas.

Las matronas profesionales debemos conectarnos con el mundo, estamos preparadas para aportar con nuestra experiencia a países subdesarrollados. Y no solamente como Voluntarios Humanitarios, como fue mi experiencia en África, sino también como asesoras o consultoras a distancia, especialmente apoyando a países donde los conocimientos, las políticas y la infraestructura en materia de Salud están en etapas primarias de mejora.

Sueño futuro

A futuro mi meta es realizar aportes concretos a los hospitales del Movimiento de los Focolares de Kinshasa y Lubumbashi a través de pasantías y voluntariados de profesionales chilenos del Área de la Salud e Ingeniería. Coordinar su traslado, trabajo y permanencia en RDC.

En este sentido, en julio 2024, el director administrativo del hospital Moyi Mwa Ntongo de Kinshasa RDC, Bertín Lumbudi, estuvo en Chile y tuvo la oportunidad de visitar el hospital Carlos Van Buren en Valparaíso, donde fue recibido por el gestor de Matronería, Mario Vergara, quien le proporcionó una inducción en las áreas de Neonatología y Maternidad. La experiencia de Bertín en Chile será de mucha ayuda en la construcción e implementación del nuevo hospital en proceso.

También sueño con contar con una Fundación para canalizar aportes y donaciones de insumos y equipos hospitalarios desde Chile y coordinar con profesionales del Área de la Salud, asesorías online para apoyar en diagnósticos y tratamiento a los médicos, matronas y enfermeras congoleños.

Gracias a Dios que me guió a vivir esta experiencia que marcará mi vida para siempre, me hizo crecer espiritualmente, fortaleció mi fe y renovó mi compromiso de unidad con el prójimo. Gracias a los integrantes del Movimiento de los Focolares, Damien Kasereka, Bertín Lumbudi, Dra. Laura Rodríguez, Dr. Jean Muteba, por creer en mí, sin su ayuda incondicional nada de esto sería posible. Gracias a mi familia y amigos cuyo apoyo, en especial en los momentos más críticos, fue la fuerza que necesitaba para seguir adelante sin flaquear. Gracias a mis hermanas de los focolares de Kinshasa y Lubumbashi, ellas fueron mi familia, me cuidaron y acompañaron en cada momento, creamos lazos que se mantendrán por siempre.

Durante mi permanencia en la RDC tuve experiencias memorables y conmovedoras, tanto en lo profesional como en lo personal. Aprendí de sus costumbres, recuperé mi capacidad de asombro, me sentí acogida y querida. Me contagiaron su forma natural e inocente de ser felices con lo que les entrega la vida en ese instante, comprendí que ayudar a otros es siempre un privilegio •

Ayudar a otros es siempre un privilegio
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