Sean una familia

Editorial

“Del seno de las familias nace el futuro de los pueblos”. La frase del papa León XIV durante su homilía en la misa del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos es contundente. Es un concepto quizás conocido, comprobado a lo largo de la historia, que reafirma su significado más sociológico: “La familia es la primera célula de la sociedad”.

Justamente la sociedad moderna nos ha ido exigiendo una gran apertura, no solo de mente sino de corazón, para contemplar distintos modos de ser familia. La familia ha tomado diversas fisonomías, acordes a la heterogeneidad de la humanidad actual, pero cualquiera sea su conformación sólo existe una característica imprescindible para ser, para sentirse, familia: el amor. 

Alegrías y dolores, salud y enfermedades, certezas y miedos, prosperidad y carencia, cualquiera de estos y otros binomios atraviesan la vida de la familia a lo largo de la historia y siempre el amor será el que permita multiplicar la felicidad y alivianar las cargas.  

Como cada diciembre, el modelo de la Sagrada Familia de Belén vuelve a nosotros para recordarnos todo lo que puede originar el profundo amor reinante en el corazón generoso de cada miembro de la familia. El Dios hecho hombre, niño, bajo la amorosa mirada de María y José nos invita a confiar en que tenemos una vida maravillosa, un regalo para ser disfrutado más allá de las dificultades.

Cuando ese amor reina en el seno de la familia es fuente de atracción para toda la comunidad. En aquel pesebre de hace más de 2000 años podemos ver cómo los miembros de la sociedad de aquel tiempo se arrimaban a dar gracias por el nuevo alumbramiento. Una luz que todavía hoy nos ilumina, nos llena de claridad y nos indica el camino a seguir.

Sin dudas quien supo expresar el sentido de ser familia fue Chiara Lubich. En la Navidad de 1973 escribía a modo de testamento: “Si hoy tuviese que dejar esta tierra y se me pidiese una palabra como la última que dice nuestro Ideal, diría –segura de ser entendida en el sentido más exacto– ‘Sean una familia’. ¿Hay entre ustedes quienes sufren por pruebas espirituales o morales? Compréndanlos como y más que una madre. Ilumínenlos con la palabra o con el ejemplo. No dejen que les falte el calor de la familia, es más, hagan que crezca cada vez más en torno a ellos. ¿Hay entre ustedes quienes sufren físicamente? Que sean los hermanos predilectos. Sufran con ellos. Traten de comprender hasta el fondo sus dolores. Háganles participar de los frutos de la vida apostólica a fin de que sepan que ellos, más que otros, han contribuido a ella. ¿Hay entre ustedes moribundos? Imagínense ustedes en su lugar y hagan cuanto desearían que les hicieran a ustedes, hasta el último instante. ¿Hay alguien que goza por cualquier motivo? Gocen con él, para que su consuelo no se apague y su ánimo no se cierre, sino que la alegría sea de todos. ¿Hay alguien que parte? No lo dejen ir sin antes haberle llenado el corazón de una sola herencia: el sentido de familia para que lo lleve adonde vaya. No antepongan nunca ninguna actividad, de ningún tipo, ni espiritual ni apostólica, al espíritu de familia con los hermanos con los que se vive. Y donde vayan para llevar el ideal de Cristo, para extender la inmensa familia de la Obra de María, no harán nada mejor que tratar de crear con discreción, con prudencia, pero con decisión, el espíritu de familia, que es un espíritu humilde, que quiere el bien de los demás, no se jacta… es, en definitiva, la caridad verdadera, completa. En síntesis, si yo tuviera que dejar esta tierra, dejaría que Jesús les repitiera: ‘Ámense recíprocamente… para que todos sean uno’”

Sean una familia
Comparte en tus redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba