Capítulo 4 – Alessandra -por muchos conocida como Ala-, vive en Loppiano, localidad cercana a Florencia, e integra el Movimiento de los Focolares. Hace once años, una profunda crisis personal que derivó en una depresión severa y una crisis de pareja la “obligó” a detenerse, a mirar no fuera de sí, sino dentro de sí. Y así fueron surgiendo estas reflexiones, casi como un juego y como algo puramente personal y para el propio beneficio: comenzó a escuchar en lo profundo de su alma.
Por Claudio Larrique (Uruguay)
Siempre es maravilloso contemplar con asombro el cosmos
Cada mañana al despertar lo primero que hago es abrir la ventana y mirar hacia afuera: miro y escucho. Un mundo de armonía se mueve y habla. Normalmente me recibe un coro de mirlos, jilgueros y tórtolas; son tres cantos distintos y muy diferentes, pero que forman un coro que instintivamente lleva al alma a sonreír, al corazón a expandirse.
Y cuando el mirlo comienza sus frases entonces la sonrisa sale de cada poro de la piel. No es nada más que la voz del amor, que el cosmos no ha olvidado, que recuerda al corazón la misma voz de amor que también me creó a mí.
De la naturaleza que me rodea puedo aprender a vivir las distintas estaciones de la vida, comprendo con asombro a través de la suave fuerza de una flor que nace y florece incluso donde no hay tierra. De esta creación que me rodea yo también soy parte, y el canto de mi alma se une al de la naturaleza, y es un canto de agradecimiento por la vida que siempre comienza de nuevo.
Esto nos podría ayudar a no detenernos ante las discordias
Esta frase me hace pensar en aquella del Evangelio: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. No basta con intentar no detenerme en los desacuerdos. Ir más allá, me parece que se trata de dar un paso más. Claro, con algunas personas o en algunos momentos esto es todo lo que se puede hacer, pero ¿qué pasa con todos los demás casos? ¿Cómo traer paz, unidad? Me parece que primero debo estar dispuesto a sumergirme completamente en esa discordia, escuchar atentamente las razones de la otra persona, entrar en sus pensamientos hasta comprenderlos como míos y leer en él su vida. Entonces, hacer lo mismo con lo que tengo dentro y darle al otro si es posible lo que sé de mí. Somos diferentes, y esto siempre puede crear discordia, pero si en esta diversidad podemos encontrarnos, el desafío en las relaciones será reconocer, aceptar y amar lo que es el otro y lo que somos nosotros, para no limitarnos en ir más allá de la discordia, sino construir la paz, dentro de nosotros mismos y con los demás.
Así cubrir con amor los límites del otro
¿Cuántas veces pensamos de buena fe en hacerlo sustituyendo al otro, o en decir “está bien” aunque dentro de nosotros el corazón estalla de dolor?
A nosotros se nos pide perdonar hasta el infinito, pero también corregir a nuestro hermano cuando lo vemos tomar el camino equivocado: esta es nuestra parte. Con la conciencia de nuestros límites y de que alcanzaremos la perfección.
Todos nosotros encontramos y descubrimos en nosotros mismos el verdadero amor, que es no dejar ir al otro por cualquier camino, sino ayudarle a encontrar “su camino”. Creo que para hacer esto necesitamos distinguir en el otro sus límites, sus errores. La persona que tenemos delante está creada como nosotros y esto nos pone cara a cara con la sacralidad que lleva dentro de sí.
Juntos podemos descubrir un sentido de vida y luego animarnos a seguirlo. Creo que esto es amor verdadero •



