Clamor por la unidad familiar como signo de esperanza

En la Misa conclusiva del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos León XIV destacó que ellas forjan el futuro de los pueblos. Este mensaje puede ayudarnos a reflexionar acerca de la construcción de vínculos en cada una de nuestras familias, como testimonios del amor en el acompañamiento recíproco. 

Por Sebastián Sansón Ferrari (Ciudad del Vaticano)

“Son las familias las que generan el futuro de los pueblos”, proclamó con fuerza el papa León XIV desde el corazón de una abarrotada Plaza San Pedro, ante más de 45.000 personas –padres, hijos, abuelos y niños– que desde las primeras horas del día se congregaron para celebrar el Jubileo dedicado a las Familias. 

A las familias, el Papa les confió el precioso mandato del Evangelio del día: vivir una “unión universal” que refleje el amor mismo de Dios. “Todos hemos recibido la vida antes de quererla”, recordó. Y añadió que especialmente los más pequeños necesitan de los demás para vivir, porque “nadie puede hacerlo solo”. Vivimos –dijo– “gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo”.

Desde esa visión profundamente relacional del ser humano, León XIV se sumergió en el Evangelio de San Juan para destacar la oración de Jesús en la Última Cena, donde el Señor pide al Padre que “todos sean uno”. No se trata de una fusión impersonal, aclaró el Santo Padre, sino de una comunión viva que nace del amor con que Dios ama: un amor que une sin aplastar, que salva sin imponer, que construye comunidad sin borrar la diferencia.

“La unidad por la que Jesús ora es un don”, precisó, “y es desde su corazón humano que el Hijo de Dios se dirige al Padre diciendo: ‘Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno’”. Ese amor divino, aseguró León XIV, es más fuerte que cualquier herida, incluso las provocadas cuando la libertad se invoca para quitar vida o dividir.

En este contexto, el Papa hizo un llamado urgente a redescubrir la vocación de la familia como santuario del amor fiel y fecundo. Citó con entusiasmo a matrimonios canonizados juntos, como los santos Luis y Celia Martin o los mártires polacos Ulma, para sostener que “el matrimonio no es un ideal inalcanzable, sino el modelo concreto del amor entre el hombre y la mujer”. Y subrayó: “Ese amor, al hacerlos ‘una sola carne’, los capacita para dar vida, a imagen de Dios”.

A los esposos, el Papa les pidió ser ejemplo de coherencia para sus hijos; a los niños, gratitud hacia quienes les dieron la vida; y a los abuelos y ancianos, una vigilia amorosa llena de sabiduría. “En la familia, la fe se transmite como el pan en la mesa y los afectos del corazón”, dijo.

Finalmente, el Obispo de Roma alzó la mirada hacia el horizonte eterno, recordando que un día seremos todos “uno” (In illo uno unum), una sola cosa en Dios. “No sólo nosotros –afirmó–, sino también los que ya nos han precedido en la luz de su Pascua”. Su mensaje concluyó con un gesto de esperanza y un eco profético: que las familias, unidas en su diversidad sean el signo de paz que el mundo necesita •

*Esta nota pertenece originalmente al portal web de Vatican News

Crédito de las fotografías: (@Vatican Media)

Homilía

El siguiente es un fragmento de la homilía del papa León XIV del domingo 1 de junio de 2025, durante la misa de clausura del Jubileo de las Familias, los Niños, los Abuelos y los Ancianos.

“Queridos amigos, hemos recibido la vida antes incluso de haberla deseado. Como enseñaba el Papa Francisco: ´Todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer´ (Ángelus, 1 enero 2025). Y no sólo eso. Apenas nacemos, necesitamos de los demás para vivir; solos no lo hubiéramos logrado. Se lo debemos a alguien más, que nos salvó, se hizo cargo de nosotros, de nuestro cuerpo y también de nuestro espíritu. Todos nosotros vivimos gracias a una relación, es decir, a un vínculo libre y liberador de humanidad y cuidado mutuo.

Es cierto que, a veces, esta humanidad se ve traicionada. Por ejemplo, cuando se invoca la libertad no para dar vida, sino para quitarla; no para proteger, sino para herir. Sin embargo, incluso frente al mal que divide y mata, Jesús sigue orando al Padre por nosotros, y su oración actúa como un bálsamo sobre nuestras heridas, convirtiéndose en anuncio de perdón y reconciliación para todos. Esa oración del Señor da sentido pleno a los momentos luminosos de nuestro amor mutuo como padres, abuelos, hijos e hijas. Y esto es lo que queremos anunciar al mundo: estamos aquí para ser ´uno´ tal y como el Señor quiere que seamos ´uno´, en nuestras familias y en los lugares donde vivimos, trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno; muchos, pero uno, siempre uno, en cualquier circunstancia y edad de la vida.

Hermanos, si nos amamos así, sobre el fundamento de Cristo, que es ´el Alfa y la Omega´, ´el principio y el fin´ (cf. Ap 22,13), seremos un signo de paz para todos, en la sociedad y en el mundo. No hay que olvidarlo: del seno de las familias nace el futuro de los pueblos.”

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