Investigación – Poner en práctica el Ecoplan requiere revisar nuestros estilos de vida y generar distintas acciones en favor del planeta. Nos invita a una nueva relación de las personas con la naturaleza que apunte a cuidarla y conocerla. Y para esto se nos abre la posibilidad, como ciudadanos y ciudadanas, de involucrarnos en iniciativas de investigación colectiva, participativa y abierta que apuntan a un modelo democrático de construcción conjunta de conocimiento y que ayudan a la toma de decisión en respuesta a problemáticas ambientales.

por Mariela Borgnia (Argentina)*

Seguramente, uno de los mensajes más lindos de la película de Disney Ratatouille es que “cualquiera puede cocinar”. Y esto podríamos trasladarlo en mayor o menor medida a la actividad científica: “cualquiera puede investigar”. Cada vez es más frecuente que distintos actores sociales y el público en general intervengan en proyectos de investigación asociados con problemáticas ambientales o distintas disciplinas (ecología, química, astronomía, paleontología), involucrándose en alguna de las etapas de una investigación. Es lo que se conoce como “Ciencia Ciudadana (CC)”, que posibilita una mayor democratización del conocimiento generado y fortalece la relación ciencia-sociedad al abrirse a la comunidad en un intercambio sistemático, dando respuesta a las demandas sociales y contribuyendo a la sostenibilidad.

Que haya voluntarios y voluntarias por fuera de la academia que contribuyan a la generación de conocimiento no es algo nuevo. Podemos pensar en los museos de historia natural de todo el mundo, en cuyas salas de exposición hay mayoritariamente materiales y especímenes recolectados y donados por individuos de la comunidad. O también podemos remontarnos al mismo Darwin, quien para escribir y desarrollar sus teorías biológicas aprovechó el intercambio de cientos de cartas con personas que le contaban sobre distintos organismos biológicos que habían observado, y le describían sus características y comportamientos.

Lo cierto es que se comprende cada vez más que la ciencia como actividad puede pensarse y extenderse más allá de un laboratorio o campo donde solo intervienen especialistas para incluir la participación popular, aprovechando la diversidad cognitiva de actores no-académicos que donan su tiempo de manera voluntaria, motivados por el aprendizaje, el desarrollo personal, el entretenimiento o simplemente la curiosidad. Se intenta revalorizar la acción de las personas voluntarias que van mutando de meros “aficionados” a “científicos ciudadanos”, que aprenden y al mismo tiempo colaboran; hacen propia y se benefician de la misma investigación, en un trabajo conjunto que amplía la base de conocimientos compartidos.

En los ochenta, algunos autores ya hablaban de una concepción de “Ciencia Pueblocéntrica” y en la década del 2000 se formaliza con la denominación de “Ciencia Ciudadana”, con distintas acepciones hasta el día de hoy y mucha bibliografía al respecto. Se refiere a iniciativas de investigación colectiva, participativa y abierta que apuntan a un modelo democrático de construcción conjunta de conocimiento. La Ciencia Ciudadana, a su vez, forma parte de un marco conceptual más abarcativo que se denomina Ciencia Abierta, como nueva forma de crear y compartir el conocimiento científico.

El rol que asume la ciudadanía en las iniciativas de Ciencia Ciudadana varía desde la identificación de una pregunta de investigación, hasta la recolección de datos en sus territorios o el análisis de información y la participación en la difusión de los resultados, entre otras. Y estas acciones pueden generarse desde las instituciones académicas, desde ONG, desde organismos de gobierno, o pueden partir de la propia comunidad (sociedad de fomento, club de barrio, grupo de vecinos).

Desde el punto de vista ambiental, gracias a iniciativas de Ciencia Ciudadana las personas pueden participar en el seguimiento de cambios biológicos y del entorno natural a escalas locales o regionales. El uso de distintas metodologías, que incluyen el relevamiento participativo asociado con las herramientas tecnológicas actuales, ayuda a la obtención de bases de datos a gran escala y de manera más rápida. Además, promueve una mejor comprensión comunitaria de las problemáticas estudiadas.

Uno de los desafíos más preocupantes en materia ambiental es detener el proceso tan acelerado de pérdida de biodiversidad. Muchos estudios requieren de un monitoreo continuo, que es crucial para comprender los factores causales y evaluar las soluciones. En este sentido, en las últimas décadas hubo un aumento del uso de voluntariado por gestores y ONG, lo que ha ayudado a tomar decisiones respecto de la creación de áreas protegidas, la conservación de especies en peligro de extinción, la detección temprana de especies exóticas perjudiciales para el ecosistema o la prevención de catástrofes, como las inundaciones.

Se estima que actualmente el 85 % de la información a nivel de especies es recopilada por voluntarios. Menciono solamente unos pocos ejemplos: un “laboratorio de residuos” de una universidad argentina lanzó una convocatoria mediante la cual las personas voluntarias participan separando y “pesando” los residuos semanales que generan, y eso se sube a una base de datos colectiva que sirve de insumo para distintos estudios; en Buenos Aires, residentes y organizaciones barriales vienen realizando desde hace años un mapeo de escuelas fumigadas, intercambiando información sobre la localización de escuelas y campos donde se aplican agrotóxicos; también se formó hace años una red pluviométrica de la cuenca, donde estudiantes y vecinos recibían un equipo casero para medir las precipitaciones, y esos registros fueron la base para el diseño de un plan de alerta temprana de inundaciones. Otro ejemplo muy conocido son las plataformas de registro de biodiversidad, Ebird o INaturalist, que permite a cualquier persona subir el registro de organismos biológicos mediante foto o sonido, y así construir un mapa interactivo accesible para todos.

Toda la información proveniente de estas iniciativas puede ser capitalizada para la generación de políticas públicas con el fin de dar respuesta a problemáticas ambientales. Animémonos como ciudadanos y ciudadanas a aprovechar esta oportunidad de adentrarnos en esta nueva forma de conocer, disfrutar y cuidar nuestro entorno natural •

Si querés compartir iniciativas con nosotros, podés escribirnos a: eco1conosur@gmail.com

*Licenciada en Ciencias Biológicas y doctora en Ciencias Aplicadas (UNLu). Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Luján, Instituto de Ecología y Desarrollo Sustentable (INEDES, UNLU-CONICET). Miembro de la red EcoOne.

BIBLIOGRAFÍA

Vohland, K,; Land-Zandstra, A.; Ceccaroni, L,; Lemmens, R,; Perelló, J.; Ponti, M.; Samson, R. y Wagenknecht, K. (eds.) (2021). The science of citizen science. Cham (Suiza): Springer, 349 pp.

https://www.undp.org/es/argentina/blog/la-ciencia-ciudadana-como-herramienta-innovadora-para-el-desarrollo-sostenible

https://citizenscience.org/: Con-Ciencia Ciudadana: la construcción de conocimiento participativo
Iniciativas de Ciencia Ciudadana en el Cono Sur y países vecinos

ARGENTINA

Ministerio de Ciencia y Tecnología. Mapeo de Iniciativas de Ciencia Ciudadana

https://www.argentina.gob.ar/ciencia/sact/ciencia-ciudadana/descubri-el-mapeo-de-iniciativas-nivel-nacional

CHILE

http://cienciaciudadana.cl/proyectos/

URUGUAY

Relevamiento participativo de Fauna Marina

PARAGUAY

Asociación GUYRA Paraguay

BOLIVIA

https://cienciaciudadanabolivia.org/acerca-de/nosotros/

MÉXICO

https://www.biodiversidad.gob.mx/cienciaciudadana

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