Entrevista a Margaret Karram – La presidenta del Movimiento de los Focolares asumió su mandato durante la pandemia. En esta entrevista publicada por Cidade Nova reflexiona sobre los desafíos de su gestión y hace una referencia a la polarizada realidad brasileña, aplicable al presente de las sociedades de distintos países de nuestra región.

por Gustavo Monteiro (Brasil)* Fotos: CSCAudiovisi

Los lugares nunca son casuales. Fue en un territorio específico e históricamente disputado de manera violenta por diversos grupos a lo largo de la historia donde nació Margaret Karram en 1962. Su infancia en Oriente Medio, más precisamente en la ciudad de Haifa, en Tierra Santa, estuvo marcada por las enseñanzas de su familia católica palestina sobre cómo responder con amor y respeto ante cualquier intento de intimidación. A los 14 años, su inclinación natural a valorar al prójimo (sea quien fuere, independientemente de su origen religioso) encontró suelo fértil en la Espiritualidad de la Unidad, del Movimiento de los Focolares, del cual pasa a formar parte gracias al hábito de poner en práctica los pasajes del Evangelio conocidos como “Palaras de Vida”.

De hecho, Chiara Lubich, la fundadora y primera presidenta de la Obra de María (nombre oficial del Movimiento), definía a sus miembros en más de 180 países como “un pueblo nacido del Evangelio”. Dentro de ese pueblo están presentes cristianos de distintas iglesias, fieles de otras religiones y personas sin una referencia religiosa, que buscan “ser familia”.

Fue a comienzos de 2021, todavía durante la pandemia de Covid 19, que Margaret Karram fue elegida como presidenta del Movimiento de los Focolares, siendo la segunda mujer que asume el cargo después de la fundadora.

El hecho de ser la primera presidenta no italiana y no europea, ¿representa algún desafío para usted?

El verdadero desafío es ser presidenta. Es un Movimiento complejo, muy grande, del cual forman parte personas de culturas diferentes, provenientes de todos los continentes, de muchas iglesias, de distintas religiones. También forman parte personas que no tienen ninguna creencia religiosa. Los miembros son desde niños hasta adultos, familias, sacerdotes, religiosos. Es un Movimiento que contiene mucha diversidad. Y eso puede representar un desafío no solo para mí, sino para cualquiera que sea presidenta de algo tan complejo. Pero esto dicho no en sentido negativo, sino en un buen sentido. [Esa diversidad] es un desafío, pero también puede ser nuestra mayor riqueza.

El hecho de que en la asamblea de 2021 me hayan elegido (a mí, que vengo de lejos, de Tierra Santa, otra parte del mundo en relación con Italia y Europa) yo no lo veo como algo extraño. Creo que también es algo bello, porque muestra la universalidad del Carisma de la Unidad. Eso me hace decir que el carisma es para todos, para todas las culturas y para todos los pueblos.

Veo esto como una oportunidad de tener delante de mí el mundo entero, al cual puedo amar, con el cual puedo “hacerme uno” partiendo de mi cultura y tratar, al máximo posible (es un compromiso diario) de entrar en otras culturas.

Siento que necesito ser yo misma. Preservar las características humanas, personales e históricas que tengo, y saber que Dios me da la oportunidad de amar todas las culturas y, sobre todo, de estar al servicio de la Iglesia.

En las últimas décadas, el Movimiento de los Focolares viene sufriendo una baja significativa en el número de nuevas vocaciones. ¿Qué pueden aprender los miembros a partir de esta situación?

Es verdad, eso sucede. Así como está sucediendo en toda la Iglesia. En el Movimiento también existe un descenso en el número de vocaciones, pero yo diría que es, sobre todo, una disminución de las vocaciones para la vida consagrada. Nosotros nos preguntamos cuál puede ser la explicación de esto, qué debemos hacer ahora. Pero, al mismo tiempo, no tengo dudas de que el carisma es moderno, que todavía puede atraer a los jóvenes y, más que nunca, que está hecho para nuestro tiempo. Hoy, el mundo necesita de un carisma que hable de la unidad y no de la división. Es un carisma que tiene potencial para atraer vocaciones y que siente su disminución.

Lo que yo veo es que, en este momento, debemos aprender cómo actualizar este carisma y con qué lenguaje debemos comunicarlo, sobre todo a los jóvenes. El mundo cambió mucho. Yo percibo que en mis encuentros con los jóvenes del Movimiento y con otros jóvenes ellos le dan mucha importancia a la cercanía de nosotros, los adultos. Eso, si damos un verdadero testimonio de relación con Dios, de una vida coherente con el Evangelio. Eso los atrae. Son jóvenes que tienen sed de lo divino.

Es verdad que disminuyen las vocaciones pero debemos preguntarnos: nosotros, los adultos, ¿cómo estamos viviendo nuestra vocación? Debemos actualizar el carisma con un lenguaje moderno, que pueda ser entendido. Si hoy digo a los jóvenes una frase de hace 40 años, lo más probable es que se rían en mi cara. Pero el carisma no cambió. Soy yo quien debe cambiar el modo de presentarlo.

¿Cuál sería el rol de las otras vocaciones ante este panorama?

No podemos olvidar que en el Movimiento existen otras vocaciones. No existe solo la vocación de ser consagrado y vivir en comunidad. Existen otras vocaciones que Dios continúa suscitando en el campo social, político, en el mundo civil. Me gustaría subrayar la importancia de no olvidar que existen los focolarinos casados. Creo que los casados hoy juegan un papel muy importante.

Por un lado, me entristece constatar la disminución de las vocaciones consagradas pero, por otro, me pregunto: ¿qué me quiere decir Dios con esto? ¿Qué papel pueden jugar hoy los casados para testimoniar un carisma como el nuestro? ¿Cómo podemos involucrarnos en la política, en lo social o en cualquier otra cosa, para vivir por Dios?

Pueden existir diferentes llamados que Dios continúa haciendo. Nuestro compromiso puede ser diferente. Puede ser que en un futuro seamos poquísimos consagrados junto a tantos otros que hagan esta revolución junto a nosotros. Y en todos ellos nosotros debemos ver a personas capaces. No son “clase B” porque no viven en comunidad. ¡Tal vez se comprometen mucho más en vivir por Dios y por su Reino!

En los últimos meses, dos ideas se transformaron en “consignas”: detenerse y desacelerar. ¿De dónde nacen esas palabras y por qué usted sintió el deseo de comunicarlas al mundo?

Esas dos simples palabras dieron la vuelta al mundo, ¡en todas las comunidades! Muchos me escribieron. Y me maravilló el impacto que esas dos palabras causaron en nuestra gente. Yo también me pregunté la razón.

Tal vez alguien se haya preguntado: “¿Cómo es posible que en el mundo de hoy, que necesita tanto la paz y la justicia, sanar la pobreza, vivir para la unidad, Margaret nos diga que necesitamos desacelerar, que debemos detenernos?”.

Pero no significan en absoluto “no hacer nada”, tienen otro sentido. Yo sentía que en el Movimiento siempre estábamos corriendo. Y co- rremos junto con el mundo de hoy. Hacemos muchas cosas al mismo tiempo. Estamos presos de un ritmo frenético. Nosotros también nos dejamos llevar por esto. Estamos siempre organizando encuentros, grandes eventos, manifestaciones. Entonces pensé: ¿esto es lo que debemos hacer? ¿Esto es lo que Dios nos pide hoy? Seguir corriendo, co- rriendo, corriendo…

Sentí que debíamos regresar a las raíces, que están en nuestra relación con Dios. No es dejar de hacer las cosas, sino tener tiempo para relacionarnos con Dios, para después estar (más y mejor) cerca de las personas, con un corazón que tiene tiempo para escuchar. Escuchar no solo con los oídos, sino con un corazón tranquilo.

¿Cuánto tiempo tenemos para visitar a las personas? ¿Para ir a sus casas? ¿Y para invitarlas a nuestras casas? No tenemos tiempo porque, tal vez, estamos ocupados en muchas cosas. Pensé que deberíamos desacelerar ciertas cosas para profundizar más nuestra relación con Dios y nuestra relación entre nosotros.

¿La inspiración vino de alguien en especial?

Durante ese tiempo, algo quedó de manifiesto. Jesús habló a las multitudes, pero también es verdad que él se detenía a hablar con cada persona. Jesús se detuvo con la samaritana. Jesús dijo a Zaqueo: “baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Y fue a su casa. Jesús no siempre estaba entre las multitudes. Jesús fue a lo de Lázaro, a casa de María y Marta. Si queremos ser realmente personas que viven el Evangelio, la radicalidad que Chiara nos enseñó con el Carisma de la Unidad, nosotros debemos encontrar el tiempo para detenernos ante cada prójimo que tengamos cerca, como lo hizo Jesús. No perder esta ocasión porque tengamos muchas otras cosas para hacer o para organizar. Jesús se detuvo frente al joven rico, lo miró a los ojos, entendió lo que estaba viviendo y le dio una respuesta.

Para mí, esas dos palabras, “detenerse y desacelerar”, están para darnos un corazón sin fronteras, que pueda amar más, amar mejor y construir relaciones personales con cada uno. Porque las grandes cosas pasan, pero la relación con cada persona es lo que nos ayuda. Yo, ahora, en esta entrevista, te miro y te escucho, tú me miras y me escuchas, tenemos un vínculo. Eso queda.

La directriz propuesta para el próximo año a todos los miembros del Movimiento fue la de reforzar la oración y los momentos de interioridad. ¿Sería como un desdoblamiento de esa experiencia de desacelerar?

Siempre me impactó un mensaje de Chiara que hablaba de la oración. Decía así: “El aliento del alma, el oxígeno de toda nuestra vida espiritual, la expresión de nuestro amor a Dios, el combustible de todas nuestras actividades”. La oración es eso. La oración es el oxígeno de mi vida. Yo crecí así. Mis padres me enseñaron a rezar cuando era pequeña. La importancia de la oración, de donar todo a Dios, de poner a Dios en el centro de nuestra existencia, de nuestros días. Después, cuando conocí la Espiritualidad de la Unidad, sentí todavía con más fuerza la certeza de que puedo amar al prójimo solamente si estoy enraizada en Dios.

Todo lo que vive hoy la humanidad requiere una verdadera inmersión en lo divino. Si miramos todo lo que sucede en el mundo, ¡veremos cuánto se necesita esto! La oración puede ser una respuesta a tantos desafíos del mundo de hoy… Basta pensar en la guerra entre Rusia y Ucrania, aquí en Europa, y en todas las otras guerras que suceden en el mundo; en las tragedias ambientales, que causan tantos estragos y aumentan la pobreza… Eso, sin hablar de los fenómenos de la polarización, que ustedes en Brasil conocen tan bien.

Si todos partimos de una fuerte unión con Dios, de una manera renovada, tendremos la fuerza para enfrentar muchos problemas. Tengo la convicción de que solo así podremos dar esperanza al mundo.

En 2021, cuando comenzó su periodo al frente del Movimiento, salieron a la luz antiguos procesos, denuncias de abusos que involucraban a miembros de los Focolares. A usted le tocó enfrentarlos. ¿Cómo se sintió ante las denuncias y cómo intenta reaccionar el Movimiento frente a ellas?

Sinceramente, nunca, nunca jamás imaginé que viviría una situación semejante. Entré en contacto con muchas formas del dolor, son dolores profundos que nunca había enfrentado en la vida. ¡Fue un shock enorme! Tomar conciencia de todo lo que ocurrió y de los dolores que sufrieron las víctimas… Aunque hayan sido cosas que sucedieron en el pasado, sentí que debía pedir perdón con todo el corazón y encontrar la manera para que esos abusos no sucedan nunca más.

En este año y medio hemos estado trabajando mucho en el aspecto de la formación de todos los miembros, para que todos tomen como base la custodia de los menores y de las personas en situación de vulnerabilidad. La formación es fundamental para todos y especialmente para los que tienen algún cargo de gobierno en cualquier nivel. Comenzamos cursos, escuelas, existen diversas iniciativas que ya se están ejecutando en todo el Movimiento. Aquí, en el centro, estamos en un proceso de estudio sobre otras maneras de formación en todos los niveles para los miembros del Movimiento.

¿Qué aprendieron ustedes con todo esto?

No hemos terminado de aprender. Pero una de las cosas es la importancia de la dignidad de la persona humana. La persona debe estar en el centro de todos nuestros pensamientos. Y esto debe preservarse a cualquier costo y con todos los medios necesarios.

Las víctimas nos ayudan mucho en esto. Yo me encontré con varias de ellas. Escuchar sus testimonios, sus historias y lo que tenían para decir fue muy importante, ¡aunque me haya hecho sufrir mucho! ¡Todo esto me provocó una crisis en varias ocasiones! ¡Muchas veces lloré con ellas! Ellas me enseñaron mucho. El camino de la purificación y del aprendizaje del Movimiento pasa por la escucha de las víctimas. Espero que con todo eso no repitamos estos males nunca más.

Recién comentaba sobre la polarización en Brasil. Viniendo de un contexto de polarizaciones históricas, ¿qué consejo podría dar?

Esa es una buena pregunta. Necesitaríamos varias horas para responderla. Lo que puedo decir es que, aunque las situaciones sean diferentes, lo que sucede en Brasil me recuerda lo que vive mi país desde hace años. Entiendo el dolor que los brasileños pueden estar viviendo en este momento de crisis, polarización y división. Y, antes que cualquier otra cosa, un momento de desorientación.

No soy la mejor persona para hacer análisis políticos, pero pienso que nosotros, cristianos, tenemos ahora una gran oportunidad. Es una suerte vivir esta grieta porque en ella está nuestra vocación como cristianos. Debemos entrar en los abismos del dolor y salir de ahí con una solución para los que vienen después de nosotros. Esa es la misión de los cristianos. Si no la vivimos así, estamos quitando algo importante a nuestro ser cristiano.

Recientemente leí algo que el papa Francisco dijo hace poco sobre esto. Una de las preguntas que una revista americana le hizo en una entrevista fue justamente sobre la polarización. Y él respondió: “La polarización no es católica. Un católico no puede pensar out, out [o esto o aquello] y reducir todo a la polarización. La esencia de lo católico es et, et [esto y esto]”. Son palabras en latín. El Papa prosigue: “El católico une lo bueno y lo no tan bueno. El pueblo de Dios es uno solo. Cuando existe la polarización, entra una mentalidad de división que privilegia a algunos y deja a otros atrás. El católico es siempre la armonía de las diferencias”.

Nosotros, del Movimiento de los Focolares, que tenemos el Carisma de la Unidad, debemos ser esa armonía de las diferencias. Somos distintos, tenemos distintas opiniones, modos diferentes de ver las cosas. Cada uno sigue su conciencia. Lo que no podemos es dividirnos por ese motivo. Si somos miembros de una obra de Dios que llama a la unidad, realmente tenemos que hacer algo.

Ante esa pregunta, yo me cuestiono: ¿qué podemos hacer? ¿Qué debe hacer un miembro del Movimiento de los Focolares? Creo que necesita tener más coraje, tener un amor mayor, enraizado en aquello que llamamos “Jesús Abandonado”. Tener la capacidad de perdonar, de aceptar un pensamiento diferente, de ver en el otro a un hermano y una hermana, aun con opiniones diferentes. Soy muy consciente de que todo esto que digo no es fácil. No son palabras vacías. Pero esta es la oportunidad, el desafío mayor al que podemos enfrentarnos. Si no lo hacemos, correremos el riesgo de aislarnos y convertirnos en víctimas de nosotros mismos. El miedo aumenta. Y el miedo es lo que nos bloquea. El miedo es lo que hace crecer la cultura de la desconfianza y nos quita la libertad. Yo experimenté esto muchas veces a lo largo de mi vida. Cuando existe el miedo, te sientes atado a muchos condicionamientos y construimos muros sobre muros dentro de nosotros mismos. Tenemos que mirar a los otros con ojos que saben que existe el bien en cada uno •

*Reseña de la entrevista publicada en la revista Cidade Nova de Brasil. Traducida por Lorena Clara Klappenbach.

“Debemos ser la armonía de las diferencias”
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