Clemente Juliuz y el arte indígena – Se cumple un año del fallecimiento del artista indígena paraguayo Clemente Juliuz, que a través de su obra trabajó para la preservación de la naturaleza y la vida silvestre de sus tierras. Una manifestación política con el objetivo de mantener vivas la cultura y la cosmovisión de naciones ancestrales.

por Belén Cuevas (Paraguay)

Hablar de Clemente Juliuz es recordar a un pionero del arte indígena nacional, un militante cultural por la preservación del Chaco y, a la vez, una persona de gran sensibilidad social. En sus inicios, el artista exploró con gran destreza el campo de la pintura sobre tablitas, pero luego comenzó a adentrarse de lleno en el dibujo con bolígrafo. Sin embargo, el tema central de su producción artística siempre fue una profunda preocupación por la naturaleza y la vida silvestre en su tierra, la Región Occidental de Paraguay.

Clemente vivió en el pueblo indígena Nivaclé, de Campo Alegre, ubicado en el distrito Mariscal Estigarribia, del departamento de Boquerón, 30 kilómetros al sur de la colonia menonita Neuland. Al ser ciudadano del Chaco Central, una región azotada por la deforestación, Clemente se mostraba especialmente sensible ante los problemas que enfrentan tanto su comunidad, como los animales de la región. Por este motivo, es considerado un portador de mensajes medioambientales en favor de la preservación de la fauna y flora de esta zona del país.

Su talento para plasmar, a la vez, una protesta y una visión onírica del Chaco, fue lo que provocó que el mensaje de Clemente traspasara las fronteras paraguayas. En 2019, viajó a París para participar, junto a un grupo de artistas indígenas, de una exposición de la Fundación Cartier llamada Nous, les arbres, una muestra que proponía la exploración de los problemas ecológicos y el lugar del hombre en la naturaleza.

El arte de la protesta

La antropóloga suiza Verena Regehr fue quien comenzó a trabajar con Juliuz y un nutrido grupo de artistas plásticos provenientes de comunidades indígenas hace ya una década, en el marco del proyecto Simetría/Asimetría, una muestra de las obras más destacadas de pobladores de diversas comunidades indígenas del país. En este contexto, Regehr se contactó con el fotógrafo y curador de arte Fernando Allen, para que realizara las fotografías y el catálogo visual de esta iniciativa.

De esta manera, Fernando conoció a Clemente Juliuz y a todos los maestros que conformaban la muestra. A partir de ese momento, los trabajos posteriores y el tiempo de calidad juntos hicieron que ambos artistas entablaran una buena amistad, que perdura después de la muerte de Juliuz.

Clemente dibujaba de acuerdo con el dictamen de su propio mundo interior, espiritual, simbólico y, por supuesto, político. “Siempre fue muy evidente el compromiso de Clemente con su entorno, el hogar milenario de su pueblo. En este sentido, no se puede negar su relevancia dentro de la historia del arte indígena nacional por la potencia de su trabajo, la calidad estética de sus obras y el compromiso político que emanaba de su persona”, afirma Fernando Allen.

En sus dibujos, el artista expuso su preocupación por la deforestación y el desprecio por la naturaleza: vemos los árboles autóctonos, como los jurumi, los tatu y los teju, y las máquinas desgarradoras de ecosistemas a través de una perspectiva creativa concisa que, por la estética onírica, propone mirar la realidad que nadie ve, escuchar sierras que nadie oye, oler flores cuyo aroma se extingue.

Grandes campos arrasados por maquinarias, abejas despojadas de su territorio y hacinadas por el avance del cultivo de soja brasileña y paraguaya, animales en peligro de extinción a raíz del avance de la llamada “civilización”. Todas realidades plasmadas para que se recuerde una problemática ignorada desde la colonización, no solo en Paraguay, sino en toda la región de lo que hoy llamamos América: la necesidad de concebir la naturaleza como la verdad que estamos ocultando con edificios; los árboles, los ríos y los animales, como el hogar propio que estamos destruyendo, y la tierra, como madre de todos y no como un bien con un valor temporal de mercadeo.

Una personalidad viva

Fernando Allen recuerda a Clemente como uno de los más grandes artistas de la historia paraguaya, con una militancia política cargada de valentía. Una anécdota, en especial, quedó grabada en su memoria por la sencillez y sagacidad del comentario de su amigo. Durante la pandemia, Allen, Fredi Casco (curador de arte) y un grupo de jóvenes comenzaron a ayudar con ropa, alimentos y otros recursos a las comunidades de artistas indígenas que se encontraban pasando una mala situación a raíz de la cuarentena sanitaria. 

En una de esas visitas, cuando se encontraban en el hogar de Clemente, uno de los jóvenes comienza a hacerle preguntas al dueño de casa acerca de su viaje a París de 2019.

“Clemente, ¿cómo fue el viaje a París?”. El dibujante respondió: “Muy bien, pasamos toda la noche en el espacio”. Esta expresión, aparentemente sencilla, reveló para Allen una visión particular de los sucesos que ocurrían alrededor del artista indígena, de palabras escasas para grandes conceptos. El fotógrafo recalca que este comentario, así como otros del mismo espíritu, además de manar de una fuente de buen humor inagotable, eran parte de una percepción profunda, trascendental y aguda de la realidad, que transmitía a sus obras. 

Arte indígena en Paraguay

El Chaco Paraguayo es un espacio repleto de expresiones culturales y artísticas. No se trata únicamente de técnicas plásticas, como dibujos y pinturas, pues hay muchos pobladores que incursionan en la música, como el caso de la cantante nivaclé de renombre nacional, Bianca Orqueda. Además, Allen aclara que la producción textil, la pintura sobre tela y la elaboración de harinas de algarroba y mermeladas de tuna, también constituyen elementos culturales chaqueños que encierran su propio arte milenario, y que mantienen vivas las manifestaciones artísticas de estas comunidades.

“Los pobladores se están movilizando porque notan que es una manera de obtener ingresos y pararse frente al mundo con total dignidad, a través de sus diversas manifestaciones del arte”, indica Allen.

Por un tiempo, Clemente fue el único dibujante conocido en la comunidad de Campo Alegre. Sin embargo, después de su muerte y de los ejemplos de grandes artistas indígenas como Jorge Carema y Osvaldo Pitoé, existe un nuevo movimiento de dibujantes de la comunidad de Campo Alegre que ven la producción cultural como una posible fuente de ingresos.

“Este fenómeno en crecimiento se dio a partir de una intención de generar ingresos, ya que vieron el caso de Clemente que, hasta después de su muerte, siguió ayudando al sostenimiento de su familia a través de su arte de manera indirecta”. Además, es una forma de mantener viva la cultura y la cosmovisión de naciones ancestrales.

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