A jugar – Los juegos ayudan a la gente a salir de su propia zona de confort. Parece que necesitamos jugar para experimentar la ligereza del ser, o para reconocer -como dijo Friedrich Schiller- que “el hombre sólo es completamente él mismo cuando juega”.

Por Gabriele Meisner (Alemania)*

«El mundo entero es un escenario en el que los hombres no son más que actores”. Esta interesante afirmación de Shakespeare permite a las personas actuar como actores en el escenario de su vida. Johan Huizinga, científico cultural holandés, describió en 1956 al juego como “un acto voluntario u ocupación” que va “acompañado de un sentimiento de excitación y alegría y de una conciencia de ser y una conciencia de ser diferente de la vida ordinaria”.

Abandonar la rutina diaria es estimulante y proporciona relajación y variedad, nuevas experiencias. El juego se ofrece como un medio para salir del nivel racional y entrar en el mundo creativo. Pero, se preguntarán, ¿no es un despilfarro “jugarse” un tiempo precioso, en lugar de emplearlo “sensatamente” en el trabajo? Al fin y al cabo, la vida es seria y hay que ganarse la vida. En el siglo XXI, ¿quién tiene aún tiempo para entregarse a la nostalgia del juego? Sin embargo, el espíritu lúdico fascina incluso a los adultos, aunque sólo sea por un breve instante (por ejemplo, cuando una pelota nos cae y la volvemos a lanzar). Sin olvidar el fútbol, que atrae a millones de personas en todo el mundo a sus pantallas y aporta los más altos índices de audiencia.

Llevo “jugando” 50 años, no sólo profesionalmente, a lo largo de la vida. Al principio me fascinaban los juegos de grupo en el trabajo con jóvenes y las dinámicas que desencadenaban. Cuando experimentas la diversión de jugar con una persona o en grupo te das cuenta de la simplicidad que puede tener la existencia humana. La cultura del juego tal y como yo la viví en los años ´70 ha evolucionado desde entonces. Los juegos competitivos se han convertido en festivales de nuevos juegos y han puesto en movimiento a miles de personas, demostrando que pueden ser una herramienta capaz de generar un diálogo diferente y más directo, una vía de cooperación y encuentros, ya que acercan a personas de diferentes culturas, clases sociales y generaciones. No obstante, no hay un éxito seguro, especialmente cuando se trata de grupos grandes o cuando la gente no está acostumbrada a jugar. Se necesita una buena orientación y mucha energía para poner las cosas en marcha.

Sin embargo, se puede salir de los ambientes “habituales”, también porque los juegos ayudan a la gente a salir de su propia zona de confort. Parece que necesitamos jugar para experimentar la ligereza del ser o, como dijo Friedrich Schiller, que “el hombre sólo es completamente él mismo cuando juega”. El teólogo austríaco Michael Horatczuk lo expresa en términos provocativos pero inspiradores: “Las personas que no pueden jugar ya no son niños, y siempre hay que desconfiar de ellas. Están siempre ocupados, por eso es fácil que las personas se conviertan en hormigas, y la actividad de estos insectos consiste en trabajar, morder e inyectar veneno”. Jugar puede desencadenar alegría y jovialidad, e incluso en situaciones muy graves de la vida puede hacernos olvidarlas por algunos momentos. ¿O acaso es al revés? Tal como el legendario Anacharsis exhortaba ya en el 500 a.C.: “Juega para poder ser serio” •

*La autora es pedagoga social titulada. Desde 1988 es profesora de Pedagogía del Juego en varias universidades en programas de Trabajo social y Educación infantil.

*Este artículo fue publicado en la edición de Neue Stadt (Ciudad Nueva) de Alemania.

Dejar la rutina diaria
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7 comentarios en «Dejar la rutina diaria»

  1. Si realmente a mi me encanta jugar especialmente a juegos de mesa porque alli me distiendo y comparto la alegria de ver especialmente a mis nietos cuando son capaces de ganar.
    Siempre me gustó y disfruto mucho , por eso trato de regalar este tipo de entretenimientos ya que ayudan a la diversión y también a la socialización

  2. Estamos disfrutando diversos juegos con nuestros nietos, en estas vacaciones. Son momentos, ratos, saludables, divertidos, inolvidables de unidad……

  3. Es muy sano y reconforta al espíritu. Dedico unos minutos al día a cualquier actividad lúdica , cuando lo hago me siento libre y doy gracias a Dios porque no siento que estoy perdiendo el tiempo,
    Siento que me estoy oxigenando y disfrutando de ese espacio libremente y sin la culpa de no estar utilizando bien mí tiempo.

  4. Tuve ocasión hace una semana de jugar armando un rompecabezas con otra abuela una adolescente y un niño de 4 años y 2 chicos más. No sólo pasamos un momento agradable sino que fue llamativo el modo de cooperar de cada uno. El juego en familia y entre familias le hace bien a todos.

  5. He experimentado que cuando juego por algunos minutos, aunque sea al «solitario», descargo energias negativas dejando espacio a una cierta tranquilidad de la mente.

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