Aprendamos juntos a ser padres e hijos – La importancia de la atención al desarrollo cognitivo, lingüístico y psicomotor en la primera etapa de la vida.

por Ezio Aceti (Italia)

Premisa

Los primeros mil días del desarrollo del niño son básicos para su crecimiento y es preciso seguirlos con mucho cuidado. Desde los primeros días de vida, el niño necesita cuidados especiales y atentos. De esta forma, una vez que haya alcanzado la autonomía, podrá valerse por sí mismo y, a su vez, cuidar de los demás.

A continuación, nos ocuparemos del desarrollo del niño en los tres primeros años de vida. Descubriremos, así, la evolución de un proyecto que se despliega y realiza con extraordinaria rapidez, alcanzando, en poco tiempo, habilidades y destrezas asombrosas en las dimensiones cognitiva, afectiva y social.

En concreto, en esta primera parte, analizaremos: el desarrollo cognitivo, el desarrollo del lenguaje, el desarrollo psicomotor.

Este camino nos adentrará lentamente en el misterio del niño y –esperamos que se aplique a todos– nos sorprenderá gracias a la genialidad de las leyes del desarrollo, que atestiguan el amor y la grandeza de Dios Creador.

Desarrollo cognitivo

El niño crece gracias a la adaptación y tensión continuas para descubrir nuevas experiencias de la realidad.

A través de esta exploración continua, el niño comienza a vivir experiencias cada vez más especializadas, sobre todo, a través del cuerpo. La inteligencia va de la mano con toda la experiencia del niño, que, básicamente hasta los 6 años, sigue siendo egocéntrico, ya que le resulta muy difícil “ponerse en el lugar del otro”. Por otra parte, todavía es incapaz de percibir la realidad tal como es.

Esta incapacidad de apartarse del propio punto de vista hace que la forma de pensar y razonar del niño se caracterice por pensamientos que, a los ojos de los adultos, parecen extraños y banales.

En los primeros años de vida, el niño toma conciencia de los objetos y personas que lo rodean, y sus descubrimientos aleatorios se sistematizan; es así como asimila estructurándose a partir de patrones de acciones. Hacia los dos años, el niño comienza a construir teorías sobre el mundo que lo rodea a través del finalismo, el animismo y el artificialismo.

Estas estrategias de pensamiento son, de hecho, operaciones mentales específicas que subyacen al pensamiento preoperacional.

Veámoslo con algunos ejemplos:

El finalismo hace que el niño crea que la gallina pone el huevo para que él se lo coma.

El animismo consiste en la creencia de que todos los objetos son seres vivos, por ejemplo, el sol es consciente de su movimiento y lo hace para iluminar nuestras actividades.

El artificialismo se manifiesta en la creencia de que todo fue construido por el hombre, incluyendo montañas, lagos y ríos…

A los niños les resulta difícil separarse de sus propios puntos de vista; en su visión del mundo y de las cosas, a menudo están convencidos de que los demás pueden percibir sus pensamientos y deseos, aunque no los expresen verbalmente.

Desarrollo del lenguaje

Durante los primeros seis meses de vida es, sobre todo, la interacción con la figura materna la que favorece en el bebé la aparición de los primeros sonidos intencionales, como los balbuceos, que consisten en la repetición de una sílaba. Esta repetición se volverá cada vez más compleja hacia los 11 o 12 meses.

Poco después, aparecerá la llamada palabra-frase: con el uso de una sola palabra, el niño pretende expresar una oración.

Además, el niño aprende a usar la misma palabra en diferentes contextos (proceso de generalización): por esta razón, por ejemplo, llamará “papá” tanto al hombre que ve frente a él, como al que ve en una fotografía.

Es a partir del segundo año de vida cuando el vocabulario del niño se enriquece enormemente, llegando a producir entre 40 y 50 palabras nuevas.

Por tal razón, todos los adultos que se dirigen a él deben esforzarse por utilizar un vocabulario correcto y pronunciar las oraciones estructuradas según una sintaxis comprensible y libre de errores.

Desarrollo psicomotor

Para todo niño, el cuerpo representa la base del conocimiento del mundo. El niño tiene que tocar, ver, experimentar, sentir, oler… En definitiva, debe poner en movimiento todos los órganos de los sentidos, que son puertas abiertas de par en par al conocimiento de sí mismo y del mundo.

Es gracias a las experiencias sensoriales que, poco a poco, el niño llega a conocer su propio cuerpo y luego, también, a conocerse a sí mismo.

Al principio, el cuerpo de la madre es una continuación del cuerpo del bebé, pero, hacia el segundo mes de vida, el niño comienza a percibirse distinto de la madre. La aparición de la sonrisa intencional, es decir, en respuesta a la sonrisa de un otro, es un testimonio concreto de ello.

Gracias al juego y a los experimentos sensoriales, alrededor de los 11 meses, el bebé logra sentirse como alguien completamente distinto de la madre y comienza a entender que tiene su propio cuerpo.

Aunque todavía no esté armonizado en todos sus componentes, el bebé utiliza el cuerpo para expresarse y, especialmente gracias a la asistencia al jardín de infantes, aprenderá el significado de las diversas partes del cuerpo, hasta comprender su unidad.

El resultado al que llegará es que “el cuerpo soy yo”.

Una buena educación corporal y una educación psicomotriz bien estructurada favorecerán en el niño una sana percepción de sí mismo y de los demás •

Desarrollo evolutivo en los primeros tres años de vida (primera parte)
Comparte en tus redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba