Año a año, el Movimiento de los Focolares propone un tema que se presenta como transversal a todas las ramas y espacios del mismo, como paradigma para pensar nuestras acciones, relaciones, nuestro día a día. Este año se trata de la proximidad. Compartimos la entrevista realizada por la revista Neue Stadt de Alemania, Austria y Suiza, a Margaret Karram1, presidenta de los Focolares, quien desarrolla este aspecto y la relevancia que tiene en el presente.
Por Peter Forst (Alemania)
argaret, ¿por qué has elegido la proximidad como tema del año para el Movimiento de los Focolares?
Me preguntaba en qué mundo vivimos. Y me parece que en este momento de la historia hay mucha soledad y mucha indiferencia. Y luego hay una escalada de violencia, de guerras, que traen tanto dolor en todo el mundo. Además, pensé en la tecnología que nos ha conectado de maneras nunca antes conocidas, pero al mismo tiempo nos hace cada vez más individualistas. En un mundo como este creo que la proximidad puede ser un antídoto; ayudar a superar estos obstáculos y curar estos “males” que nos alejan unos de otros.
¿Por dónde podemos empezar?
Llevo meses haciéndome esta pregunta. Me parece que necesitamos volver a aprender a acercarnos a las personas, volver a aprender a mirar y tratar a todos como hermanos y hermanas. Sentí que, primero que nada, tenía que hacer un examen de conciencia sobre mi actitud. ¿Las personas a las que me acerco todos los días son mis hermanos o hermanas? ¿O soy indiferente hacia ellos o incluso los considero enemigos? Me hice muchas preguntas. He descubierto que a veces quiero evitar a una persona, porque tal vez me moleste, o me moleste que quiera decirme cosas difíciles. Por todo esto, titulé así mi reflexión sobre la proximidad que presenté a mediados de noviembre a los responsables del Movimiento de los Focolares: “¿Quiénes son ustedes para mí?”.
¿Podrías contarnos algunas de las principales ideas que has desarrollado bajo este título?
Eso me encantaría. Menciono cuatro pensamientos. La primera proximidad que experimenta nuestra alma es la del contacto con Dios. Es Él mismo quien se transmite a los demás a través de nosotros. El deseo de amar al otro es un movimiento que desde Dios en mí quiere señalar a Dios en el otro.
Una segunda reflexión: la proximidad es dinámica. Exige una apertura total, es decir, acoger a las personas sin reservas; entrar en su forma de ver las cosas. ¡No estamos hechos en serie! Cada uno de nosotros es único, con un carácter, mentalidad, cultura, vida e historia diferente. Reconocer y respetar esto requiere que rompamos con nuestros patrones mentales y personales.
Estabas hablando de un tercer aspecto…
Sí. El tercer aspecto que quiero subrayar es que la proximidad no necesariamente coincide con la cercanía, con el ser similares, con la pertenencia a un mismo horizonte cultural. La parábola del buen samaritano (Lucas 10, 25-37) lo expresa muy bien. Me llamó la atención la actitud del samaritano: el hombre que había caído entre los bandidos era una persona desconocida para él, incluso de otro pueblo. Era una persona distante tanto por cultura como por tradición. Pero el samaritano se acercó. Este es el punto clave para mí. Cada uno tiene su dignidad, más allá del pueblo y la cultura de donde viene o de su carácter. El samaritano no se acercó sólo para ver si esta persona estaba herida y luego se alejó o pidió ayuda. Se volvió cercano y cuidó a la persona.
El cuarto aspecto sería dejarnos lastimar. Para que la proximidad dé frutos, nos pide a cada uno de nosotros que no tengamos miedo y nos dejemos herir por el otro.
Y esto significa: dejarnos cuestionar, exponernos a preguntas para las que no tenemos respuesta; estar dispuestos a mostrarnos vulnerables; quizás presentarnos como débiles e incapaces. El efecto de tal actitud puede resultar sorprendente. Consideremos que un niño de nueve años me escribió que para él la proximidad significa “levantar el corazón de los demás”. ¿No es este maravilloso efecto de proximidad? Levanta el corazón de los demás.
¿Qué cambiaría en el Movimiento de los Focolares si viviéramos bien la proximidad?
Si la vivimos realmente bien muchas cosas cambiarán. Lo deseo, lo espero y rezo para que así sea. Pero también quiero subrayar que muchos en el Movimiento de los Focolares ya experimentan la proximidad. Cuántas iniciativas hay, cuántos proyectos a favor de la paz y de ayuda a los pobres. Incluso hemos abierto hogares para dar asistencia y acogida a inmigrantes o para cuidar la naturaleza.
¿Y qué debería cambiar?
La calidad de las relaciones entre las personas. A veces es más fácil tratar bien a las personas ajenas al Movimiento y más difícil entre nosotros que somos parte de una misma familia. Nos arriesgamos a vivir relaciones de “buenas maneras” entre nosotros: no nos hacemos daño, pero, me pregunto, ¿es ésta una relación auténtica?
Por eso espero que, más allá de los proyectos, la proximidad se convierta en un estilo de vida cotidiano; que nos preguntemos varias veces durante el día: ¿Estoy experimentando esta proximidad? ¿Cómo la vivo? Una expresión importante de cercanía es el perdón. Seamos misericordiosos con los demás y con nosotros mismos.
¿Qué mensaje contiene este tema para la sociedad?
La proximidad no es sólo una actitud religiosa o espiritual, sino también civil y social. Es posible experimentarla en cualquier área. En el campo de la educación por ejemplo o de la medicina, incluso en la política, donde quizás sea más difícil. Si la vivimos bien, podemos tener una influencia positiva en las relaciones donde estemos.
¿Y para la iglesia?
La iglesia existe porque con la venida de Jesús, Dios se hizo prójimo. La Iglesia, las iglesias, están llamadas entonces a dar testimonio de una proximidad vivida. Recientemente la Iglesia católica vivió el Sínodo. Pude participar en las dos sesiones en el Vaticano. Éramos más de 300 personas, cada una de una cultura diferente. ¿Qué hicimos? Un ejercicio de sinodalidad, un ejercicio de escucha, de conocimiento profundo, de acogida del pensamiento de los demás, de sus desafíos y de sus dolores. Todas ellas son características de proximidad.
El título del Sínodo fue “Caminando juntos”. Este viaje ha involucrado a muchas personas en todo el mundo. El logo del Sínodo expresó el deseo de ampliar la tienda de la Iglesia para que nadie se sienta excluido. Me parece que éste es el verdadero significado de proximidad, que nadie está excluido; que todos se sientan acogidos, tanto los que asisten a la iglesia como los que no se reconocen en ella o los que incluso se han ido por diversos motivos.
Me gustaría mencionar por un momento los límites de la proximidad. ¿Cómo vivirlos bien?
Es una pregunta importante. ¿Existen límites a la proximidad? Como primera respuesta diría que no debería haber límites.
¿Pero?
No podemos estar seguros de que lo que para nosotros o lo que para mí es cercanía y solidaridad lo sea para el otro. Y en una relación nunca puede faltar el respeto a la libertad y a la conciencia del otro. Estas dos cosas son esenciales en toda relación. Por eso es importante que cuando nos acerquemos a una persona, lo hagamos siempre con delicadeza y no como algo impuesto. Es el otro quien decide cuánta y qué tipo de proximidad quiere.
Hay algo que aprender, ¿verdad?
Absolutamente. Cometimos varios errores. Al pensar que amamos al otro, lo hemos lastimado. En el afán de comunicar nuestra espiritualidad hemos construido relaciones en las que el otro no siempre se sentía libre. A veces me parece que con la buena intención de amar a una persona, la hemos aplastado. No teníamos suficiente delicadeza y respeto por la conciencia del otro, por la libertad del otro, por el tiempo del otro. Y esto ha llevado a ciertas formas de paternalismo e incluso de abuso.
Sin duda es una situación muy dolorosa la que afrontamos y donde las víctimas tienen una importancia única, verdaderamente única. Porque por nuestra cuenta no podemos entender suficientemente lo que pasó. Son las víctimas quienes nos ayudan a comprender los errores que hemos cometido y a tomar las medidas necesarias para garantizar que estas cosas nunca vuelvan a suceder.
¿Un último deseo?
Espero que este tema pueda devolvernos a la esencia de lo que Jesús mismo nos dio en el Evangelio. Nos dio muchos ejemplos de lo que significa experimentar la proximidad.
Hay un pensamiento de Chiara Lubich que me resonó muy fuerte al pensar en este tema. Ella dice esto: “Hay quienes hacen las cosas ‘por amor’, hay quienes hacen las cosas tratando de ‘ser Amor’. El amor nos establece en Dios y Dios es Amor. Pero el Amor que es Dios es luz y con la luz podemos ver si nuestra forma de acercarnos y servir a nuestro hermano es conforme al Corazón de Dios, como nuestro hermano lo desearía, como soñaría si no nos tuviera a nosotros, sino a Jesús, a su lado” •
1. Nacida en 1962, es presidenta del Movimiento de los Focolares desde 2021. Es árabe católica, originaria de Haifa (Israel). Estudió judaísmo en la Universidad Judía de Los Ángeles (EE. UU.). Ha trabajado en varias comisiones promoviendo el diálogo entre las tres religiones monoteístas. Habla árabe, hebreo, italiano e inglés. En 2013, recibió junto con la investigadora judía Yisca Harani el “Premio Monte Sión” por su compromiso con el diálogo entre culturas y religiones.

