En el centenario de China Zorrilla – Con el humor y el talento puestos al servicio de la reflexión, la actriz rioplatense dejó una significativa huella. Símbolo artístico en Uruguay y Argentina, Zorrilla abordó sus personajes con creatividad y se ganó el cariño del público.

por Carlos Reyes* (Uruguay)

Uruguay está festejando el centenario del nacimiento de Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz, más conocida como China Zorrilla (1922-2014), desde la médula del oficialismo. El Ministerio de Educación y Cultura dedicará este año el Día del Patrimonio a su memoria, mientras que la gente del teatro lleva a escena la popular película Esperando la carroza (1985) para recrear a Elvira, uno de sus personajes emblemáticos.

Quizás en ese personaje, el de Elvira, que China inmortalizó en la película dirigida por Alejandro Doria, se refleja cuánto caló la artista en la gente. Frases como “yo hago ravioles, ella hace ravioles”, ya forman parte del imaginario colectivo rioplatense. En teatro, su trabajo junto a la argentina Susana Giménez, en el difícil terreno de la comedia (ambas de un timing preciso), le dio a la uruguaya mayor notoriedad, que se multiplicaría con su amistad con la “Diva de los Teléfonos” y con otras tantas figuras mediáticas.

Pero repasemos algunos aspectos menos difundidos de su carrera, que la edificaron sustancialmente. Empezando por su debut, en 1943, con La anunciación de María, de Paul Claudel, una obra que Louis Jouvet había presentado en esa misma sala poco antes, cuando llegó de gira por América del Sur huyendo de la Segunda Guerra Mundial. La versión uruguaya, que protagonizó China, no fue un espectáculo más. Era un canto a la piedad, en medio de la mayor guerra mundial. Y la crítica, la de ambas orillas (Argentina y Uruguay), destacó su trabajo por todo lo alto. 

Se pueden extraer varias observaciones de sus primeros trabajos. Una, que China fue figura del teatro independiente, en su tramo fundacional, aunque pocas veces se tiene presente ese aporte del movimiento cultural católico a dicho movimiento teatral. En segundo lugar, que China ya era una actriz con todas las herramientas actorales desde muy joven. Y si bien en Wikipedia figura que se formó en 1947 en la Royal Academy of Dramatic Art, de Londres, ya había sido aclamada antes por la crítica. Ella decía que el talento actoral le venía de familia, de su abuelo, el Poeta de la Patria, Juan Zorrilla de San Martín, también gran recitador. Seguramente era así.

Otra conclusión de sus trabajos iniciales: en ellos colaboraba toda la familia. Su padre, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, ayudaba en la escenificación y en el diseño del programa de mano. Y la hermana de China, Guma, colaboró desde la primera hora con vestuarios y ambientación escénica. China Zorrilla no fue un talento en solitario. Antes de estudiar en Londres, escenifica La zapatera prodigiosa, cosechando elogios en otra de sus pasiones, la dirección escénica.

Cuando vuelve de la capital del Reino Unido (ciudad que luego describiría en sus crónicas para el diario El País, de Montevideo, editadas en un exquisito libro, Diario de viaje, en el año 2013), la actriz se suma a la Comedia Nacional, la gran compañía oficial uruguaya. Tuvo el don de saber estar en el lugar adecuado, a la hora justa. Llega a la Comedia y, poco después, Margarita Xirgu se hace cargo de la dirección de la compañía. Xirgu la elige para los grandes roles: China fue Melibea cuando Xirgu era la Celestina. Fue también Julieta y muchos clásicos más. Hasta que Zorrilla descubre en Noel Coward la gracia de la comedia moderna, su sarcasmo y su potencia para expresar en carácter propio. En los grandes espectáculos que China protagonizó en los años cincuenta, en filas oficiales, se podía ver reflejado el Uruguay neobatllista en toda su plenitud.

Zorrilla siempre tuvo gran intuición para saber irse. Se fue a Nueva York cuando Montevideo vivía años difíciles, y allí supo dejar una huella en Broadway, a través de un cándido espectáculo musical que mezclaba lo infantil, el español y el inglés, junto con Carlos Perciavalle y con María Elena Walsh en el texto.

Pero más acertó China al irse de Uruguay, a principios de los años setenta, no solamente por la dictadura que se venía, sino por la caída general de la plaza teatral montevideana. Y en Buenos Aires la artista encontró un eco a la altura de su talento y sus ambiciones.

Pero cuando se marchó a vivir a Argentina, en Uruguay ya había transitado con éxito el unipersonal, un género tan de ella, que primero hizo con textos de Cocteau y otros autores, y luego con textos propios, tomados de su propia vida. Quizá China, contando su vida desde el escenario, sea la China por antonomasia. Esa que convertía una platea para 700 espectadores en una conversación de un té entre amigas. En los años sesenta pasó a relegar el nombre de Concepción Zorrilla, para abrirse a la popularidad como China Zorrilla.

La actriz tuvo muchos perfiles menos conocidos. Laura Escalante, gran directora, la recordaba protagonizando Madre Coraje, de Brecht, bajo su dirección, en 1958, y evocaba cómo la actriz podía dormir en pequeños tramos, mientras no le tocaba participar en los ensayos. Aprovechar el tiempo fue otra de sus claves.

En Argentina, la artista se volcó al cine, la televisión y el teatro, aunque fue alejándose cada vez más de los papeles dramáticos más intensos. Cuando hizo Emily (que en Uruguay fue un emblema de la apertura política, dado que a ella se le había prohibido actuar en su país), dio al papel un aire menos trágico que el del personaje evocado, la poeta norteamericana Emily Dickinson. También en Camino a la Meca tomó un aire algo juguetón para encarar su personaje.

Cuando se le preguntaba por qué había sido prohibida por la dictadura en Uruguay, contestaba con humor (en los años ochenta) que no había sido perseguida en dictadura por ser “izquierdista”.

Tal vez la China más conocida sea hoy aquella mujer sin pareja, pero con muchas historias de amor, entre ellas con Danny Kaye. Aquella que preconizaba que el lugar de la mujer era el hogar, pero que siempre anduvo por el mundo con tanta libertad como curiosidad, y desplegando su sociabilidad tan característica. Pero China fue muchas cosas, y siendo consecuente consigo misma, supo en cada momento y en distintas geografías, hacer un aporte significativo de humor, reflexión y de talento •

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* Periodista cultural y crítico de teatro montevideano, trabajó en la Sección Espectáculos de El País, desde 2005 a 2020, y antes, en Semanario Búsqueda y otros medios.

Diva a la uruguaya
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