Entrevista a Pablo Vidal – Trabajar a diario con personas con problemas de adicción y en situación de indigencia, obliga a enfrentarse a realidades muy complejas. ¿Qué implica intentar ayudarlas? ¿Cómo hacer para no naturalizarlo? ¿Qué es lo que demanda el panorama actual? Uno de los referentes que tiene Cáritas Argentina ofrece algunas respuestas.

Por Manuel Nacinovich (Argentina)

Cáritas Argentina creó en 2016 el Área de Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones (APyCA), que trabaja con realidades atravesadas por la droga, muchas veces en contextos de indigencia. El espacio es dirigido por Pablo Vidal, que en diálogo con Ciudad Nueva cuenta su mirada respecto a la creciente pobreza en el país y cómo abordarla, y hace especial énfasis en la necesidad de ayudar a reconstruir vínculos. Además, considera que, de cara a los meses de invierno, es imprescindible “dar respuestas de mayor calidad”.

¿Qué información manejan acerca del panorama actual de personas en situación de calle en Argentina?

Así como muchas problemáticas sociales, está en aumento, pero no hay ninguna estadística seria a nivel nacional que sepa cuánta gente hay en la calle hoy en día. De hecho, se votó y reglamentó hace muy poco una ley para poder hacer un censo sobre las personas en esa situación, así que supongo que este año o el que viene se hará para conocer ese panorama real. Por un lado, se ve que es algo que está en aumento, y por otro, que faltan muchas instituciones que puedan acompañar esta realidad. No hay muchos lugares con capacidad para recibir varones, mujeres y familias que están en calle. Es una gran deuda que tiene la Argentina.

¿Se pondrá en marcha algún operativo en particular ahora que se vienen los meses de frío?

Este año no habrá un operativo particular, pero nosotros desde Cáritas Argentina, particularmente la Familia Grande del Hogar de Cristo, venimos acompañando a las personas en calle hace mucho tiempo, y es algo que está cada vez más desarrollado, por suerte. El año pasado hicimos un operativo de frío en invierno para poder adaptar y preparar lugares nuevos, que la verdad funcionó muy bien y logró que se abran espacios nuevos de la Iglesia para acompañar esta realidad, como en Córdoba, Rosario… distintos lugares del país, siempre con este apoyo inicial de Cáritas. En la mayoría de los lugares hay mucho trabajo de Cáritas desde hace años. Además, todas las parroquias en general salen a llevar una comida a la calle y después los traen para dormir en algunos de los lugares.

El Área que vos dirigís se creó en 2016. ¿Qué necesidad vieron en ese entonces?

Fue una decisión de Oscar Ojea, que en ese momento era el presidente de Cáritas Argentina, a partir de una realidad que venía surgiendo en muchos lugares del país sobre cómo acompañar este dolor, este flagelo de las drogas. Es un tema nuevo el de las adicciones en el mundo, es de la década del ´80, ´90, los obispos de entonces ya lo mencionaban. En el Documento de Aparecida, hace 15 años, también se hablaba. Se decía que era una pandemia que afectaba a todas las clases sociales, y que era una gota de aceite que lo invadía todo. Hoy puede verse cómo esa realidad fue creciendo en todos lados. No hay una comunidad en Argentina que no esté sufriendo este tema. Y por eso se creó esa área de Cáritas, para darle más impulso al desafío de la época que se nos presenta, como es el tema de las adicciones.

Hay un fuerte hincapié en el trabajo de los vínculos y las relaciones humanas. ¿Por qué?

El gran diferencial de nosotros es la capacidad de hacer vínculo. La calle y el consumo de drogas te va aislando de todo. Porque en algún momento te echó tu familia, te echó tu trabajo, tu grupo de amigos, hasta incluso te echaron de tu propio barrio. Y, a veces, más allá de la problemática de la falta de trabajo, de no haber terminado la primaria o de los problemas con la Justicia, hay un dolor mucho más hondo, que de eso sí que no hay estadísticas de nada, y es la orfandad de amor. Nos damos cuenta de que hay una soledad muy profunda de muchos chicos y chicas que no tienen familia, que se quedaron sin nadie. Entonces, desde Cáritas, con nuestras comunidades cristianas, nuestros centros barriales, tenemos una capacidad enorme de hacer familia, generar nuevos vínculos de amor, para que la persona se pueda desarrollar. Y ese es el gran diferencial, la capacidad de hacer familia y acompañar toda la vida. No es que acompañamos a la persona hasta que sale de la calle. También cuando cumple años, cuando se casa, cuando se consigue su hogar. Eso, como comunidades religiosas, lo tenemos muy presente desde siempre: armar comunidad, que es, en definitiva, hacer familia. Ante esta soledad y orfandad de amor se hace familia para acompañar. Acompañar cuando está enfermo, internado, en la cárcel, en la calle, para que sepa que siempre va a tener una familia con las puertas abiertas.

La sociedad argentina tiene un gen solidario muy potente. ¿Cómo la ves frente a esta problemática, sobre todo en tiempos más crudos como lo es el invierno?

La sociedad argentina tiene un gran gen, y de hecho se ve. Se ve cómo en todo el país, en muchas parroquias no solamente se dona ropa, también se preparan ollas y comida y se reparte a la gente en calle. Eso se ve y hay un trabajo enorme en muchos barrios, acompañados por la Iglesia y otras organizaciones sociales y fundaciones, que se juntan para acompañar a las personas en calle. A mí me parece que el desafío es dar un salto de calidad en el acompañamiento y, de manera conjunta, entre todos. Además de dar la comida, la ropa, hay que armar lugares para que los chicos puedan dormir en estas noches, sobre todo de tanto frío. Yo creo que ahí no solamente el Estado tiene una gran responsabilidad, sino también la Iglesia, que cuenta con muchas instituciones vacías durante el invierno, o salones, o las mismas capillas, que se podrían abrir. Al menos en la época de invierno, para que nadie se muera de frío en la calle. Yo creo que la Argentina es muy solidaria y se hace un montón de laburo, pero ante un problema que cada vez es más grande y complejo, hay que elevar la calidad de las respuestas. Por eso, abrir lugares para las personas que están en calle y las familias es muy importante.

Ver una persona en situación de pobreza es una dinámica muy cotidiana. ¿Cómo podemos enfrentar la naturalización de la marginalidad?

Hay algo del ser humano que hace que todos terminemos naturalizando. No solamente quienes nunca acompañaron esta realidad. También los que estamos trabajando en ella, a veces, lo terminamos naturalizando. Un poco por defensa, porque es difícil soportar tanto dolor, y a veces simplemente uno naturaliza situaciones que no deberían suceder, como ver a una mamá con su hijo en la calle. Creo que se basa en algo psicológico de una autodefensa, que para mí se supera cuando ya se deja de hacer este acompañamiento de manera individual y se hace en comunidad. Cuando uno lo hace en comunidad enfrenta mejor estas situaciones y supera esta naturalización. A veces viene otro y dice: “Che, esto no está bien, hay que hacer algo”, así que eso es importante. Es un tema que hay que sensibilizar más en la sociedad. Y, como decía, dar respuestas de mayor calidad. Creo que es la única forma de ofrecer oportunidades reales, para que además la gente empiece a conocer que quienes están en la calle no lo hacen porque quieren, no se drogan poque quieren, sino que tienen una historia de mucho dolor detrás.

¿Qué le dirías a una persona que quiere ayudar?

Le diría que venga a conocer. Que venga a hacerse amigo. Antes de ayudar hay que venir a hacerse amigo. Volviendo a lo que hablamos sobre los vínculos, naturalmente nos sale ponernos la capa de “yo estoy mejor que el otro”, y a veces nos olvidamos de aprender del otro. Encontrarnos desde un lado genuino de amistad gratuita. Cuando uno conoce y se hace amigo la vida es más linda •

“El desafío es dar un salto de calidad en el acompañamiento”
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