Aprender a perder: zambullirse en un juego de muerte y vida

Al encuentro – Perder. Un concepto que asumió, desde las lecciones aprendidas, una carga negativa. De anulación, renuncia, empobrecimiento. En cambio, bastaría observar la ley de la vida. La naturaleza enseña que, para que algo nuevo nazca, se debe atravesar un proceso de despojo. Y también, sin dudas, de sufrimiento. El alumbramiento no es posible sin su contrario: la oscuridad.

Por Patricia Santoianni (Argentina)*

Quizás hayan visto una película, altamente recomendable, titulada El hombre que conocía el infinito. Es la historia de Ramadujan, un joven de Madrás (India) que descubre en sí una capacidad prodigiosa de intuir fórmulas matemáticas. Era raro para su época, para su condición social, para la formación académica que se tenía en su pueblo, en donde está casado con alguien que no conoce, tal como establece la tradición. Una vez en Inglaterra, donde se traslada a estudiar y “legitimar” por la Academia un saber que poseía innato, por “algo más” que una intuición extraordinaria, su conflicto pasa por afrontar el desafío de las relaciones con personas de otra cultura. Un sufrimiento que también experimentaba al no sentirse comprendido dentro su propia cultura, en su tierra natal.

Es uno de los desafíos a los que estamos expuestos: sentir que la diversidad que nos atraviesa continuamente entre los más cercanos (en casa, entre amigos) y con los más lejanos, es en muchas ocasiones motivo de conflicto. De hecho, desde que dos seres humanos se encontraron en esta Tierra surge la pregunta: ¿por qué somos diversos?, ¿podemos vivir juntos en medio de tanta diversidad? Las distintas respuestas que se fueron dando son modos de narrar la historia de la humanidad.

Todo ser humano vive en relación con los demás, no hay nadie que sobreviva aisladamente. Por eso es fundamental comprender cómo vivir juntos, más aún, cómo convivir construyendo una tierra de hermanos y hermanas que desde sus diversidades logren la armonía complementaria. Cada cultura y todo ser humano tiene valores que enriquecen a los demás. En los vínculos interpersonales y entre sociedades se van descubriendo también aquellos elementos que deben ser trasformados porque no responden a una visión armoniosa del ser humano consigo mismo, en las relaciones con la naturaleza o de los seres humanos entre sí. Aquí encontramos un secreto, una clave de lectura: no hay encuentro posible sin antes reconocer, respetar y hacer lugar a ese otro, a todos esos otros que representan cosmovisiones diferentes a la propia. No hay encuentro auténtico sin la decisión de perder y acoger; recibir lo de otro y donar lo propio.

Perder

Un concepto que asumió, desde las lecciones aprendidas, una carga negativa. De anulación, renuncia, empobrecimiento. En cambio, bastaría observar la ley de la vida. La naturaleza enseña que, para que algo nuevo nazca, se debe atravesar un proceso de despojo. Y también, sin dudas, de sufrimiento. El alumbramiento no es posible sin su contrario: la oscuridad.

Noche-día; oruga-mariposa; ostras-perlas; semillas-frutos. Y podríamos seguir citando binomios que aparentemente están en oposición pero, como nos enseña la sabiduría de nuestros pueblos ancestrales, se necesitan para la generación de la vida. De hecho, entre los pilares que sustentan sus cosmovisiones están los principios de la correspondencia y complementariedad entre los opuestos1. Acto supremo, el de la maternidad humana que engendra vida nueva y que dura toda la vida. Perder, despojarse de sí para hacer espacio a otro.

Ser generativos, según la socióloga Chiara Giaccardi2, implica hacer ser, dejar emerger, hacer espacio, silencio, ser cavidad donde el otro pueda entrar. Escucha y acogida como actitudes desde las que cada uno, cómo y cuándo puede, recupera o se fortalece en su identidad.

Filosofía del encuentro

Entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, el ser humano se da cuenta que tanto adelanto científico y tecnológico lo único que provocó fue una gran destrucción física y moral, profundas pérdidas de sentido. En ese momento nacen varias alternativas en las distintas ciencias (psicología, antropología) que buscan estudiar al otro en tanto otro, en el inagotable misterio que conlleva.

En la filosofía nace la llamada “filosofía del diálogo” o “filosofía del encuentro-filosofía del otro”. La mayoría de estos pensadores eran judíos que se vieron obligados a abandonar su país de origen, por tanto, a ser extranjeros, ya que fueron perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial. Debieron refugiarse en países de Europa o Estados Unidos. Su condición era siempre la de “ser distinto”. La filosofía del diálogo o del encuentro se basa en la idea de que el otro no solo es miembro de la familia humana, sino que es parte de mí y por eso es necesario asumir la responsabilidad frente a ese otro. El rostro del otro se impone en nuestra presencia, aunque no diga nada. Sólo por el hecho de estar frente a nosotros, habla. Nos interpela. Nos pregunta. 

Y nuestra respuesta es una elección: darnos cuenta o no de este rostro. No sólo de las personas que conocemos, las que piensan como nosotros, los familiares, los amigos, las personas que comparten nuestros mismos ideales, sino también los que están en veredas opuestas. No es fácil, hay que superar muchos obstáculos: salir de las propias seguridades, dejar que el otro nos cambie los esquemas. Y aquí de nuevo la llave: perder nuestros modos de ver el mundo y ponernos en los zapatos del otro.

Cuando empezamos a relacionarnos-encontrarnos-desencontrarnos-conocernos nos damos cuenta de que nos necesitamos para ser nosotros mismos. Entrar en un lugar que no es el mío (sea cuando me mudo de país, cuando conozco otra religión, cuando pruebo otras costumbres) implica arriesgar, saber perder el territorio conocido. Comprendido en su hondura, el perder se vuelve la posibilidad de encuentro. Más que debilidad, es nuestra mayor fortaleza. 

Chiara Lubich, de quien seguimos descubriendo y nutriéndonos de una espiritualidad de comunión a largo de su vida, o mejor, con su propia vida, nos dejó el mismo descubrimiento. El secreto para construir puentes de encuentro en lo cotidiano y entre los pueblos es el arte del perder. Incluso en los complejos ámbitos políticos, científicos, en el mundo del arte… donde están presentes las diversidades tan marcadamente antagónicas. Una de las frases que leemos en los escritos de Chiara, de un alto contenido místico, dice así: “El yo que se recupera en el nosotros y vuelve a sí mismo transformado por el nosotros”3. Esta alquimia, por la que cada uno aparentemente deja de ser sí mismo para “ser en el otro”, nos devuelve nuestra verdadera identidad, que siempre es relacional. 

En ese “nosotros”, somos, paradójicamente, más nosotros mismos. Pero esto no se entiende con la cabeza, ¡hay que penetrarlo con el corazón! •

*La autora es Licenciada en Antropología.

1. ESTERMANN, J. Filosofía andina. Estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina. Ed. Plural. La Paz- Bolivia, 1999.

2. GIACCARDI,CH. La comunitá come utopia e come limite. Revista Comunicazione sociale. Vol 29. N°3.

3. Il Tratatello inocuo. Giordani, I.

Aprender a perder: zambullirse en un juego de muerte y vida
Comparte en tus redes sociales

6 comentarios en «Aprender a perder: zambullirse en un juego de muerte y vida»

  1. Bellísimo artículo! Altamente recomendable! En una sociedad que dejó de lado a Dios, como también dicen muchos filósofos postguerra está forma de vida que se propone va a la raíz más profunda de lo humano, la búsqueda de sentido del hombre la encuentra en el otro, en el hermano, en el próximo… una maravillosa aventura divina!!…

  2. me gustó mucho el comprobar que nuestro ser uno mismo crece cuando vivimos con el otro el Nosotros.Gracias!!

  3. Muy linda nota!
    Hermoso poder abordar la pérdida como una puerta a una nueva oportunidad para el cambio.

  4. Gracias, me llegó el mensaje del perder como camino para encontrarnos y descubrirnos a través del otro del nosotros.

  5. En mi entorno familiar comparto en lo cotidiano el delicado equilibrio de la convivencia. Cuando no se logra, siempre el inicio proviene de situaciones nada relevantes.
    Muy enriquecedor el mensaje del concepto de «perder». Un aporte para reconstruir los vínculos más cercanos, atravesando el SOLTAR mi Yo para habitar el diálogo del encuentro.
    Gracias!!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba