Ley de talles – Los estereotipos corporales repercuten también en la industria textil, la cual suele producir ropa para un determinado tipo de cuerpo. La importancia de una legislación que regule esta actividad y que todos puedan disponer de la vestimenta que le gusta.

Por Ignacio Amaro (Uruguay)

La normativa uruguaya no contempla hoy en día ninguna regulación de los talles que se ofrecen en los locales de ropa. Esto tiene como consecuencia que la oferta sea acotada y poco representativa de las características corporales de toda la población. Así, en la mayoría de las tiendas hay solo tres talles posibles, y en algunos casos hasta cinco si es que incluyen XS y XL. En muchas existe el “talle único”, un concepto que se opone diametralmente al de “diversidad corporal”, en tanto parece admitir que solo hay una sola forma de ser.

Frente a este panorama, a lo largo de los años han surgido distintos intentos para avanzar hacia una ley de talles que permita regular la oferta de una manera inclusiva. El primer proyecto lo presentó en 2007 Carlos Enciso, en ese entonces diputado del Partido Nacional, y obtuvo la media sanción de la Cámara de Diputados, pero no logró la aprobación en el Senado. Ante esa decisión, un grupo de mujeres que nada tienen que ver con la política partidaria decidieron reunirse para volver a impulsar la aprobación de una ley de talles en Uruguay. De esa forma nació el colectivo Ley de Talles Uy, que se propuso trabajar en una serie de modificaciones al proyecto de ley de 2016 para adaptarlo a la realidad y a las necesidades actuales.

En diálogo con Ciudad Nueva, Bettiana Díaz, diputada del Frente Amplio que solicitó en la Cámara Baja el desarchivo del proyecto para que vuelva a tratarse, desarrolla los parámetros más importantes del mismo: “El espíritu o la intención, que es compartida por todas las iniciativas hasta ahora, es que por primera vez en Uruguay haya una tabla nacional de talles construida con coherencia con las corporalidades uruguayas. Se tiene en cuenta las características antropométricas y morfológicas de la población, las cuales deben repetirse cada 10 años”.

Díaz explica que en el país existe un comercio fundamentalmente conservador. “El centro de este proyecto está en que esto pueda ser una herramienta de desarrollo para la industria de la vestimenta y para todos los sectores que la involucran, pero también que tenga una perspectiva muy fuerte del cuidado de la salud de las personas, tanto física como mental y respeten de alguna manera los derechos de los consumidores”, dice.

En cuanto a los valores que la ley de talles busca promover, la diputada sostiene: “La vestimenta es un derecho fundamental en nuestra sociedad y nosotros estamos obligados a salir a la calle vestidos. El estar vestido implica mucho en nuestra sociedad, podemos expresar preferencias. Con quién me quiero vincular, si soy parte o no de un evento social”. Y grafica: “Por ejemplo, hay personas que no pueden comprarse una camiseta de su equipo de fútbol”.

Además, la legisladora manifiesta que esta iniciativa busca, justamente, poner arriba de la mesa esta problemática, considerando que hay gente que queda excluida de eventos sociales por no poder acceder a determinada vestimenta. “El impacto que tiene el no acceso a talles no se da solo en la salud mental sino también en cómo me voy vinculado con el resto de la sociedad”, argumenta.

“El gordo odio internalizado que tenemos como sociedad hace pensar que una ley de talles   es pensar una ley solo de cuerpos gordos. Esto es incivilizado totalmente”, remarcó la diputada Frenteamplista. Además, agregó que esto supone pensar en lo que es la diversidad corporal y la diversidad funcional de las diferentes corporalidades que existen.

Actualmente, el proyecto de ley y los procesos que restan para que sea promulgada todavía deben atravesar un camino complejo. A Díaz la contactaron desde el colectivo Ley de Talles Uy para volver a darle impulso, y la diputada ya solicitó el desarchivo del proyecto. La idea en un principio era finalizar el 2022 con, al menos, media sanción parlamentaria. Pero eso no ocurrió. Curiosamente, la no sanción no se debe a que haya sectores del arco político que estén en contra, pero evidentemente no está entre las principales prioridades.

Por otro lado, a nivel parlamentario ha sido un año con una agenda cargada, en la que también hubo elecciones. Pero además, lo cierto es que recién en septiembre pasado se creó una comisión para tratar el proyecto. Comisión que aún no está completa. La idea principal es conformar un espacio interdisciplinario en el que participen todos los actores relevantes, como el Ministerio de Industria, el Ministerio de Economía y los sindicatos de trabajadores.

El proyecto de ley propone que el Poder Ejecutivo esté facultado para sancionar en caso de que no se cumpla la medida, o si es que existieran conductas discriminatorias o no hubiese verdadera diversidad. Para sus impulsores, muchas veces se incurre en prácticas abusivas por parte de los ofertantes, como cuando una remera triple XL o cuatro XL tiene un costo mayor por el simple hecho de ser más grande. Este sobrecosto termina penalizando esas corporalidades, que deben pagar más por acceder a la ropa. Para poder modificar esta práctica, el proyecto contempla un periodo de transición para la fijación de esta ley, que es un tiempo de dos años.

Bettiana Díaz explica que el objetivo es que este trabajo tenga un componente educativo. “Detrás de la cultura de la dieta y de la moda, hay una oferta de vestimenta que además moldea la idea de cómo deben ser las corporalidades, cuáles son válidas y cuáles no”, explica la diputada, que también sostiene que no atenta contra el comercio ni contra la industria en general. “Al contrario, parte del comercio está perdiendo porque hay gente que al no encontrar talle se va a comprar al exterior”.

Una mirada desde el activismo

Romina Ottonelo, activista por la diversidad corporal y modelo, le cuenta a Ciudad Nueva algunos detalles sobre el mundo de la moda y el vínculo que tiene con la gordofobia. “Yo creo que de la mano de la moda y el modelaje está la industria estética, la industria de las dietas y deberíamos entender eso como un todo. ‘El gordo odio’ y la gordofobia es una forma de violencia estructural y sistemática que está inmersa y camuflada en todos los ámbitos. Desde los sanitarios, hasta lo laboral, del espacio público, hasta proyectos a largo plazo como son los seguros o la compra de vivienda. Siempre se asocia el cuerpo gordo al cuerpo insano y al que se va a morir”, enfatiza Ottonelo.

Asimismo, la activista es tajante con el entorno que rodea estas prácticas. “Me parece que el rubro de la moda es bastante cruel, pero no solo por lo que vemos hoy, sino por el impacto que tiene sobre todo en las infancias y a lo largo del crecimiento”.

En respuesta ante la pregunta de si la sociedad uruguaya es gordofóbica, la activista respondió: “Es súper gordofóbica, súper ‘gordo odiante’. Es algo que se construye, que se naturaliza y que se ejerce esa forma de violencia sin ningún tipo de filtro, parámetro o control. Nos creemos una sociedad súper avanzada por tener un par de leyes que están un pasito más adelante que el resto del continente, pero realmente las formas de violencia por las variantes distintas de la diversidad corporal existen y se encuentran muy presentes. Creo que como grupos y como personas que habitamos en esta sociedad tendríamos que empezar a cuestionarnos realmente que tan avanzado, hacia qué estamos y hacia dónde vamos a ir”.

Por eso, para la modelo la ley de talles nacional es una medida básica y fundamental. Es un proyecto que baja a tierra una necesidad imperante de toda la sociedad en su conjunto •

La deuda de una vestimenta inclusiva
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