Pablo Martínez – Encontró en las redes sociales un puente para llegar a las personas, principalmente a los jóvenes, con la Palabra de Dios. Profesor hace más de 20 años, también es artista y compone canciones con espíritu católico. Además, graba videos breves con un lenguaje accesible sobre el Evangelio del día.
por Candela Copparoni (Italia)*
Catequista, conferencista, escritor, autor y cantante católico argentino. A sus 44 años, Pablo Martínez se ha transformado en un influencer del Evangelio, con más de 180 mil seguidores en Instagram y más de 142 mil en Facebook. Proveniente de una familia creyente, su perfil pedagógico y comunicacional lo inclinó hacia la formación en Ciencias de la Educación, y hace más de 20 años que trabaja en colegios e institutos superiores, enseñando Teología, Ciencias Sagradas y Filosofía.
–¿Cómo es evangelizar a través de Internet?
–Las redes las fui descubriendo con todo su potencial. Al principio pensé que eran tan solo una herramienta para llegar a los chicos a los cuales daba catequesis, porque encontré que cuando las empecé a usar ellos me prestaban más atención y se animaban a interactuar más ahí que en el salón. Después me di cuenta, gracias también a la reflexión que muchas personas van haciendo, de que es mucho más que un recurso, es un hábitat, un mundo donde las personas se expresan, se comunican, comparten sus intereses, sus gustos, sus quejas, sus alegrías, y donde hay un montón de personas. Jesús nos invita a ir a los confines de la tierra y hoy las redes sociales son ese confín donde podemos llegar, realmente son personas que no frecuentan nuestras comunidades.
–¿Cómo ves a los jóvenes en relación con la fe?
–Con su presencia y con su ausencia, los jóvenes nos demandan replantear, no nuestra doctrina, pero sí la forma en la que llegamos, los tiempos, los lenguajes, los métodos que utilizamos. Creo que un desafío en la cultura actual en la que estamos, que tiene sus rasgos, es cómo proponer la alegría del Evangelio. Creo que esta es una cultura donde el ser humano se acostumbró a que todo sea on demand (la televisión, la radio…), y la dificultad está en que la fe no es on demand, es comunitaria y los tiempos los maneja Dios. Entonces el desafío es cómo proponer la buena noticia de Jesús al sujeto con estos rasgos que, sin saberlo, busca a Dios. Dios es el gran desconocido para muchos en las sociedades actuales. El cardenal Kasper dice: “Dios es la respuesta a la pregunta latente en todas las preguntas”. Creo que tiene que ver con eso: en todos los deseos, anhelos y búsquedas de los jóvenes de hoy está el deseo de Dios, y uno ayuda en las redes sociales a concientizar sobre ese deseo.
–¿Por qué decís que lo buscan sin saber?
–Los seres humanos, como dice san Agustín, tenemos una sed que solo Dios puede colmar, nacimos así de fábrica, así Dios nos creó. Creo que solo Dios puede satisfacer plenamente ese deseo natural que está en el corazón de todo hombre. Los jóvenes de hoy plantean que una de sus principales preocupaciones es el suicidio. Creo que en muchas sociedades está pasando eso: la pérdida del sentido de la vida, el no saber por qué estamos, para qué estamos… Es un síntoma que sufre una sociedad que se olvida de Dios.
–¿Cómo estás involucrado en la enseñanza de la Palabra?
–Siempre me defino como catequista. Soy catequista, trato de compartir. En un momento lo hacía en las parroquias, después encontré otras instancias. También lo hago en colegios en donde participo dentro mi diócesis, pero sobre todo a través de la música, como un lenguaje. La música es un lenguaje para poder evangelizar. Y también a través de las redes sociales, específicamente a través de los videos del Evangelio del día que hago, que los hice para los jóvenes de uno de los colegios para los que trabajaba y que hoy ya tienen alcance en muchos países. En enero se cumplieron siete años, ya es un tiempo bastante importante. Grabo diariamente para invitar a las personas con un gesto, con un signo, a que lean la Palabra de Dios a través de un videíto muy cortito, de menos de un minuto.
–¿Te esperabas que fueran a tener ese efecto de llegar a cientos de miles de personas?
–No, no lo esperaba y lo vivo con asombro y con gratitud, y también con responsabilidad. Para muchas personas es valioso lo que uno hace, entonces eso te gratifica; si bien uno sabe que siembra, también este tiempo de cosecha te va confirmando en el camino lo que estás haciendo. A veces es difícil, lleva su tiempo, su programación, y entre la familia y todo es complejo, pero lo hacemos igual.
–¿Ves alguna diferencia entre lo virtual y lo presencial al momento de encontrarte con las personas para hablar de la Palabra?
–Obviamente la presencialidad nunca va a estar superada por la virtualidad porque no se compara, la fe principalmente es comunitaria, se necesita visibilizar en el otro y con el otro. Pero sí es cierto que hoy muchas personas se están comunicando a través de lo virtual, el idioma que hoy usan muchos jóvenes, las nuevas generaciones. Y si vamos a esperar a que vayan a lo presencial no vamos a llegar nunca, así que lo tomo como una misión: ir, compartir con ellos y acercarlos nuevamente a la presencialidad. Pero también da lugar a que se puedan generar verdaderos espacios de encuentro, sobre todo acercando distancias. Yo hacía un live desde (la plaza) San Pedro con todos los seguidores y los sentía parte de esta peregrinación que uno está haciendo. No es mostrar que viajé, sino hacerlos parte a ellos. Esto depende de una conversión, de un cambio de mentalidad, de entender que Internet es una amenaza pero, a su vez, una oportunidad de encuentro.
–¿Cómo podemos hacer los medios para llegar a las personas hablando de Dios?
–Primero, creo que, de manera implícita, todo medio que busca y comunica la verdad, la belleza y la bondad está hablando de Dios. Y después, explícitamente, los medios de comunicación hacen mucho bien en una sociedad que a veces parece anestesiada o indiferente ante tantas malas noticias. Tienen que ser portadores de esperanza: están llamados a inspirar, a motivar que muchas personas se animen a salir de su encierro, su realidad, y se abran a la necesidad de los otros, y también a descubrir que la vida es posible. Vivimos muy encerrados cada uno en lo suyo, y los medios de comunicación tendrían que generar esos espacios, como ustedes hacen, para mostrar cosas buenas para que las personas que leen, que escuchan, que miran, digan: es posible hacer otras cosas, tener otros sueños.
–¿Qué creés que nos falta a los católicos para transmitir el mensaje de Jesús de manera más atractiva?
–Volver a él, porque él era un experto en la creatividad y en la atracción. La palabra “atracción” es muy bonita porque, lo decía un documento, los discípulos, llenos de estupor, fueron atraídos por Jesús a través de la excepcionalidad de su persona. Y creo que nos falta eso: en vez de hacer proselitismo, como decía Benedicto, la Iglesia crece por atracción. Por tanto, volver a atraer. ¿Y cómo atraemos? No con una campaña de marketing sino haciendo lo que estamos llamados a hacer, y volviendo a Jesús: él es el que convierte, el que toca el corazón. El Espíritu Santo es el verdadero protagonista. Entonces, dejar de hablar de nosotros mismos y pasar a anunciarlo a él, con palabras pero, sobre todo, con el testimonio de vida. No volver al pasado por sí mismo, sino porque volvemos a la fuente, que es Jesús, para lanzarnos a la novedad que él nos trae hacia el futuro.
–¿Te ha resultado difícil hablar de Dios y destacar dentro del universo de la música?
–No, porque siempre me dediqué específicamente a la música religiosa, en este caso a la música de alabanza y de oración. Aunque sí es difícil que la Iglesia tome conciencia de la importancia de la música, hay ciertos sectores de la Iglesia que no valoran esto y hoy es un medio, un lenguaje fundamental para llegar a las nuevas generaciones. Todos los jóvenes escuchan música, la ponen en su Spotify, en sus redes sociales, citan frases de canciones o suben un reel con canciones, entonces es la forma ideal hoy para poder comunicar el mensaje. En la experiencia que uno tiene con los conciertos, con los eventos, se da cuenta de que la música es un factor fundamental para ellos. Entonces, creo que sería importante que la Iglesia en todas sus instancias también apoyara a los músicos y no los dejara solos en las iniciativas que tienen.
–¿Has conocido experiencias de gente que se ha convertido gracias a tu música?
–No sé si convertido, pero sí se acercan personas que pasan momentos de mucho dolor, como la pérdida de un ser querido, o personas que están privadas de libertad y que cantan las canciones. El otro día se me acercó alguien y me dijo que descubrió su vocación y la estuvo trabajando con una canción. Cosas muy bonitas siempre me dicen, así que uno lo vive con gratitud y con asombro. La música tiene esa libertad de trascender, de alcanzar espacios insospechables, me siento bendecido y muy alegre por eso.
–¿Qué te ha impactado más o te ha hecho sentir más orgulloso?
–Cuando estoy en un concierto y veo que ayudo a una persona a orar, eso me emociona. Y cuando viene alguien llorando y me da un beso, un abrazo, muy contento, muy alegre, digo: ¡guau, mirá lo que uno puede hacer con un videíto, una canción! Creo que eso me gratifica un montón. Pasa por eso, por ayudar a que una persona tenga hoy un día más feliz, con eso ya está.
–¿Tu hija también vive la fe?
-Sí, de a poquito está empezando a iniciarse en la fe, ojalá después Dios quiera que ella pueda asumir un compromiso personal. Obviamente la hemos bautizado y de a poquito le vamos transmitiendo lo que nosotros consideramos que es el tesoro, que es nuestra fe. Pero en los espacios de libertad y autonomía.
–No se puede obligar a hacer determinados procesos…
–No, ni obligar ni acelerar. Y dentro de esos procesos las crisis son importantes, porque a veces hay que hacer esas rupturas con la fe heredada para conseguir una fe asumida. Y también comprender, nunca olvidarse, de que si Dios ha sido paciente con nosotros también lo va a ser con nuestros hijos. ¿Quién de nosotros está convertido? Estamos todos en proceso, Dios sigue siendo paciente también con nosotros, pero en el comunicar la fe siempre hay que respetar la libertad, los tiempos, el modo de Dios para llegar. Muchas veces nos toca hacer como santa Mónica, que rezaba por su hijo Agustín, así que si a alguna persona que lee le pasa esto, que nunca se olvide de que ninguna lágrima es en vano •
*La autora es argentina y trabaja para la redacción de Città Nuova, donde fue publicada originalmente la entrevista.
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