Juliana Stero – La música y lo sonoro son dos elementos esenciales con los que trabaja la musicoterapia, disciplina de la salud mental que los utiliza como un camino terapéutico de autoconocimiento, vinculación con otras personas y sanación.
por Manuel Nacinovich (Argentina)
Que la música atraviesa cuerpo, mente y alma es algo que sabemos e incluso que seguramente hayamos experimentado más de una vez. La musicoterapia, disciplina de la salud mental, busca poner eso que generan los sonidos al servicio del acompañamiento de personas que atraviesen algún padecimiento. Juliana Stero, licenciada en Musicoterapia de la Universidad de Buenos Aires, cuenta que, así como lo hace la psicología, la psicopedagogía o la terapia ocupacional, la función de esta disciplina es, esencialmente, “la de ser terapeutas”.
Según explica Juliana, el acompañamiento que realizan puede ser tanto en etapa de tratamiento, como durante la rehabilitación o en la prevención. “Puede ser un tema de salud mental, discapacidad, situación de crisis. Es muy amplio el campo posible”, señala.
–¿Cuál es el aporte diferencial que hace con respecto a una terapia convencional?
–Es una pregunta muy interesante. Personalmente creo que la diferencia es justamente la música, lo sonoro. Y cómo esos dos elementos se constituyen en el universo del lenguaje en donde sucede el vínculo terapéutico, las experiencias, en donde las personas pueden rever, comprender, encontrarse con su potencial, con sus emociones. Expresarlas, procesarlas. La música nos ofrece mucho de esto. Pero, además, en la musicoterapia, la herramienta principal es la escucha. Trabajamos mucho desde una escucha muy abierta, que favorece la expresión en lo sonoro de maneras bastantes particulares, permitiendo que cada persona suene como pueda, como es, como siente, como quiere y sueña. Eso creo que es porque no condicionamos ni juzgamos lo sonoro que sucede en la terapia, sino que lo tomamos como un catalizador, una fuente de movimiento en los procesos de salud.
–¿Se podrían hacer ambas terapias al mismo tiempo?
–Sí, se puede trabajar en conjunto de manera interdisciplinaria con otras profesiones del campo de la salud mental. Depende de la persona. Según el caso y las necesidades es más o menos recomendable hacer más de una terapia a la vez. Puede ser muy beneficioso trabajar con un equipo, principalmente en situaciones complejas o cuando se acompaña a personas con discapacidad. Son muchas las disciplinas del campo de la salud que podemos trabajar juntas, como la psiquiatría o piscología.
–¿La musicoterapia tiene distintas corrientes de pensamiento al igual que la psicología?
–Sí, marcos teóricos y epistemológicos que guían diferentes tipos de práctica. Hay musicoterapeutas que trabajan desde un posicionamiento psicoanalítico, hay quienes lo hacen desde lo cognitivo conductual o la teoría sistémica, o con el eje en la salud comunitaria. Otros se desempeñan en rehabilitación neurológica también. Es muy variado y depende de la población con la que se suele trabajar, así como de la formación de posgrado que cada uno haya hecho.
–¿Es para cualquier persona o con algún tipo de patología específica?
–Es muy amplio el universo de personas que podemos acompañar. Puede ser atención temprana con bebés muy pequeños, acompañamiento familiar en la crianza, tratamiento temprano de discapacidad, adolescencia, juventud, trastornos mentales severos o en la conducta alimentaria, espacios comunitarios, adultos mayores. Es muy amplio el terreno.
–¿Cuáles son las conexiones que despierta la música y cómo trabaja en un proceso de rehabilitación?
–Creo que esta pregunta refiere a cómo funciona la música, a qué toca la música cuando trabajamos en musicoterapia. Es una respuesta bastante compleja de dar. Creo que pasa porque en la música, por un lado, hay un montón de barreras defensivas de nuestra personalidad que bajan y estamos mucho más permeables a comunicar emociones. Es más probable que la música se contacte con recuerdos, con algo a lo que tal vez no tenemos acceso de manera convencional. La música toca ciertas fibras que permiten un trabajo súper profundo de la salud mental. Nos conecta con el disfrute, que es fundamental porque desde el disfrute se abre una puerta interesante para la potencia de la autoexpresión. Y a la vez, como esta expresión es tan potente, nos permite comprender un nuevo modo de vincularnos con los demás; de escuchar. La música siempre se trata de sonidos y hacer silencios; de sonar solos o con otros y otras. Entonces hay algo que habilita la escucha que es súper interesante. La música nos permite llegar a ciertas fibras tanto de lo personal y lo histórico como también de lo colectivo, de lo que me une a otros y otras.
–La Federación Internacional de Musicoterapia (World Federation of Music Therapy) dice: “Creemos que la música tiene el poder de sanar”. ¿Me explicarías eso?
–La Federación lo pone en términos de “creer”, pero la realidad es que hay bastante evidencia construida alrededor de que la música es una herramienta interesante para trabajar en función de los procesos de salud de las personas. Esta evidencia existe a través de investigaciones desde diferentes marcos epistemológicos y de la construcción del conocimiento. Habla de esta posibilidad de promover el bienestar y procesos saludables a través de la música.
–Llega el paciente para iniciar la sesión, ¿cómo se desarrolla?
–Las sesiones se desarrollan de manera muy variada. Depende mucho del modo de trabajo, del dispositivo que se utiliza. Por ejemplo: una sesión individual se puede comenzar con una charla, después se elige junto con el paciente qué experiencia musical podemos hacer, como cantar una canción, componerla, improvisar con los tambores para dejar que una emoción se desarrolle. O bailar un poco para favorecer que el movimiento del cuerpo permita seguir comprendiendo un poco más de lo que sentimos. También están las experiencias grupales, en donde se trabaja distinto y tal vez se comienza con una propuesta musical como disparador y desde ahí se acompaña lo que vaya surgiendo. Es distinto también si se trata de un espacio comunitario, en el que hay determinados objetivos, como puede ser el armado de una murga. Es muy variado, y también depende el marco teórico del profesional.
–¿Vos con qué tipo de música trabajás?
–He trabajado con todo tipo de música. Propuestas con música académica, música clásica, rap, bachata, reggaetón, cumbia, murga, electrónica. La música se desarrolla según hacia dónde va el proceso de salud que estamos acompañando. De hecho, ser musicoterapeuta me abrió muchísimo la cabeza y el gusto musical. Pude conocer y comprender. Fue algo en lo que me vi beneficiada. Géneros, estilos. No diría todas las músicas porque no trabajé con expresiones de Japón o de la India, pero eso no significa que en algún momento no vaya a suceder, quién te dice.
–¿Cómo ves la musicoterapia en la actualidad? ¿Creés que pueda transformarse en un espacio cada vez más elegido por las personas?
–Es una disciplina en desarrollo, en crecimiento. Durante los últimos años hubo un movimiento muy interesante en Argentina para la redacción de una Ley de Ejercicio Profesional (Ley 27.153), que se creó de manera asamblearia, democrática y horizontal. Fue un largo proceso que logró que los musicoterapeutas podamos sentirnos identificados, representados, y también protegidos como trabajadores y nos dé derechos. La musicoterapia es una carrera universitaria que se estudia principalmente en universidades privadas (también está en la Universidad de Buenos Aires, que es pública), y creo que progresivamente en diferentes espacios de práctica laboral empieza a consolidarse como una disciplina relevante en el campo de la salud mental. Actualmente estamos en los hospitales públicos peleando para que se abran más cargos de residencia, para que haya una carrera hospitalaria de calidad con derechos laborales. Me parece importante porque eso garantiza muchas cosas, nos acompaña y nos da una herramienta para que podamos seguir en crecimiento, ocupando lugares como coordinaciones de equipos interdisciplinarios o direcciones de instituciones. También hay algo muy interesante y muy importante que se está dando: la inserción de la musicoterapia como una disciplina que investiga, que produce conocimiento. El crecimiento es lento, no es rápido, lleva momentos y es paso a paso, pero también hacia eso apuntamos los y las musicoterapeutas. Las personas van descubriendo nuestra profesión, nos van conociendo en nuestros espacios de formación, se van sintiendo más propensas a vivir procesos terapéuticos a través del acompañamiento de un musicoterapeuta. Supongo que evidencias de diálogo como esta ayudan y favorecen a que eso suceda •
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