“Qué esperabas conseguir
de mi boca qué
sino esta mueca,
la palabra muere antes de alcanzar
el oído justo que sepa.”
(La mueca, Jorge Galemire)

por Gabriel Ferrero (Uruguay)

Cuenta Eduardo Rivero, coprotagonista de los hechos, que Hugo Fattoruso cayó un día por el estudio y preguntó si querían que tocara algo. Un rato después quedó registrado, en una sola toma, ese sintetizador que sigue fascinando cuarenta años después. Estaban grabando Presentación, el primer disco de Galemire. Todavía puedo sentir el peso de ese cassette en la mano, único lujo de alguno de mis primeros sueldos.

Hasta ahora no sé a quién le dirigía Galemire sus palabras. Me gustaría saber. Intenté averiguar, pero sin demasiado empeño, lo confieso. Me transportan a noches tristes, deseando que por favor no llegara otra noticia. ¡Qué terrible no haber encontrado un oído que supiera escuchar! ¡Qué profunda desilusión aquella charla, con ese alguien que hubiera debido entender! Y qué espantoso el peso de la sensación de que uno está solo.

Después de un rato, mientras los nenes jugaban apasionadamente, protegidos por la inocencia, y la señora desde lejos hacía como si no supiera, el hombre me agradeció “por poner la oreja”. Una expresión sobria y profunda que conocí esa noche. Cuánta fuerza en el hombre que decide sufrir en silencio, para no herir. No dije nada, pero supe que éramos amigos para siempre.

La canción

Un oído que sepa
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