A partir de los fragmentos recopilados de los textos de Jesús Morán, dos jóvenes se preguntan qué significa para ellos el carisma de la Unidad en el presente. Ana, de Guatemala, y Manuel, de Argentina, describen cómo el carisma ha impactado fuertemente en sus vidas, y cómo se sienten y viven esta Obra iniciada por Chiara Lubich.
El día más importante de mi vida
Por Ana Ruth Toscano
“Mira, yo soy un alma que pasa por este mundo. He visto muchas cosas bellas y buenas, y sólo éstas me han atraído siempre. Un día, que no puedo precisar, vi una luz. Me pareció más bella que las demás cosas bellas y la seguí. Me di cuenta de que era la Verdad”. Chiara Lubich
¿Te gustaría conocer a personas que verdaderamente aman?
Un día cualquiera como todos los demás, pero único en el tiempo y en el espacio… en mi mente y en mi alma surgen pensamientos, ideales, anhelos y preguntas. Y, por si fuera poco, una detrás de otra, pero de aquellas que no te dejan el alma en paz, como: ¿cuál es el propósito de mi vida?
Un sacerdote a quien había escuchado decir muchas cosas extrañas (“Tú eres importante para Dios y Él te encomienda una misión”; “Si Jesús está en el centro de tu vida, ni te imaginas lo que puede suceder”; “Dios, que te creo sin ti, no te salvará sin ti”) y, a quien yo veía como una persona que concretaba lo que decía en la cotidianidad, pues en poco tiempo había visto surgir de un terreno, solo y abandonado, una iglesia grande y viva, se acercó a mí y sutilmente me preguntó “¿Te gustaría conocer a personas que verdaderamente aman?” Mi respuesta fue, “sí quiero…
Así inicia mi encuentro con el Carisma de la Unidad, de quien ahora soy integrante. No conocí personalmente a Chiara Lubich, pero este es mi tiempo, este es mi presente y soy partícipe de esta novedad. ¿Por qué la llamo novedad? ¿Sabes qué significa ser latinoamericana y vivir con asiáticas, africanas, europeas? ¿O bien, vivir con personas que podrían ser tus madres?, ¿Y qué tal, si hablamos de las religiones? (un tema no recomendado para un diálogo funcional). ¿O también, compartir los bienes? ¿Y, que todos somos hermanos, incluso de quien tiene la cara larga en el autobús?
He encontrado respuesta a mi gran pregunta existencial: ¿cuál es el propósito de mi vida? Chiara Lubich lo descubrió y yo lo he descubierto a través de ella: “Padre, que todos sean uno como tú y yo somos uno” (Jn 17,21). Efectivamente, es la unidad, aunque si bien la unidad es una respuesta, para mí ha sido también el inicio de aún más interrogantes.
El carisma cumple 80 años, quienes han iniciado esta gran obra de amor viven seguramente iluminados porque ven cómo ha crecido y han sido protagonistas de este acontecimiento. Por otra parte, está la preocupación de que pueda estar quedándose atrás. Ahora bien, ¿quiénes somos los encargados de hacer actual el carisma? Sin duda todos sus miembros tenemos un legado y ¿cómo queremos que fructifique? Jesús Morán en su libro expresa: “Un carisma no es una pieza de museo que se queda intacta en una vitrina para ser contemplada y nada más”. “El carisma crece, se renueva y en realidad se transforma a través de la fuerza espiritual que el carisma lleva consigo mismo”. “El único modo de conservar la experiencia es hacer la propia experiencia”. Y en este hacer la propia experiencia es importante estar dispuestos a que no sea una cosa igual de cómo se inició, sino una transformación de aquello que inició y que en sí mismo es, a su vez, una expresión de los inicios. No se trata de repetir modelos o formas, se trata más bien de crear, transformar y existir con la novedad. De construir juntos esa auténtica incidencia dejándola expresarse en sus múltiples facetas creativas.
Un día cualquiera como todos los demás; pero único en el tiempo y en el espacio, ese ha sido, es y será el momento más importante de mi vida.
La propuesta es la misma
Por Manuel Nacinovich
Uno de los hábitos positivos que tiene el Movimiento de los Focolares es la constante revisión de sus pasos. A veces con más ímpetu, otras con menos, pero siempre con la predisposición de observar y analizar, con ternura e inteligencia, el camino que va desandando. En ese sentido, el aniversario de los 80 años es una excusa perfecta para hacer nuevamente este ejercicio. Sobre todo, porque estamos en el 2023, y el nacimiento de la Obra de María ocurrió a mediados del siglo pasado. Así que cabe la pregunta: ¿Puede esta Obra seguir funcionando en los tiempos que corren?
La sociedad avanza hacia nuevas formas de su concepción, nuevos paradigmas, nuevos horizontes. El Movimiento de los Focolares está, entonces, obligado a caminar en esa dirección. Eso significa tener que cambiar ciertas estructuras para amoldarse a los recipientes contemporáneos, y en esas transiciones es donde puede crujir. Eso supone desafíos. A mí me suena bastante lógico: la humanidad cambia, y el Movimiento de los Focolares, que está sumergido en esa humanidad, se ve impactado por esos cambios.
Lo que no se modifica, por el contrario, es su esencia. Y eso me conmueve profundamente. El hecho de que la propuesta de Chiara Lubich logre mantenerse vigente y perfectamente aplicable a la realidad de hoy o bien a la realidad de hace 10, 30 o 50 años, es una capacidad que nunca dejó de sorprenderme. La razón está, creo, en que es completa. Ese es el adjetivo que usaría para definir la propuesta de Chiara. Es completa. Y, como tal, supone una complejidad enorme. Quizá sea por eso, por lo que la única forma de tomar el desafío es asumirlo como una vocación. Como un ideal de vida. Como una necesidad impostergable. Si no es así, se cae.
Si alguien me preguntara, le diría que se trata de no dejar a nadie afuera. De un mundo que no se olvide de nadie. Y, para eso, la exigencia es estar constantemente al juego del recibimiento, de la aceptación, de la hospitalidad. Porque quizá lo más difícil de este desafío sea este: reconocer, recibir, tolerar, invitar. Una constante construcción de caminos y puentes hacia el otro. Porque es con el otro que edificamos la humanidad. Es con el otro que logramos, como se dice al interno del Movimiento, el Ideal de la Unidad. “En definitiva, la verdadera actitud cristiana es siempre la de la escucha y la acogida”, como dice Jesús Morán.
La estructura es ese soporte indispensable para darle pulsión a un Carisma que atraviesa los tiempos. El sendero fue cuidadosamente marcado. De una forma tan delicada como incisiva. Imposible permanecer indiferente frente a ello. Ni hace 80 años, ni hoy.