Proyecto Dane – Aprender el lenguaje de señas, reconocer las emociones, ejercitar la memoria. El Proyecto Dane busca poner la tecnología a disposición de niños con alguna discapacidad, promoviendo la inclusión y el aprendizaje a través de aplicaciones para celulares.

por Manuel Nacinovich (Argentina)

Más de una década atrás, Pablo Fiuza conversaba con padres y madres de niños con síndrome de Down, quienes le explicaban que sus hijos se relacionaban mucho mejor con dispositivos táctiles como las tablets, que con computadoras convencionales, con teclado. Desde esas primeras inquietudes hasta hoy, se crearon más de 15 aplicaciones para dispositivos móviles, una fundación, talleres de formación y un equipo de especialistas que trabaja en conjunto hace 10 años. Todo eso, en el marco del Proyecto Dane, una iniciativa que trabaja en el desarrollo de proyectos tecnológicos innovadores para personas con alguna discapacidad, con el objetivo de promover el aprendizaje y la inclusión.

Con el foco puesto en el trabajo de distintas habilidades cognitivas como la memoria, la atención, el lenguaje, la lectura y escritura, la orientación espaciotemporal y la psicomotricidad, Dane ha creado aplicaciones para celulares totalmente innovadoras. Tal es así, que actualmente tiene registradas unas 240 mil descargas, que “es mucho para este tipo de Apps”, según explica Pablo Fiuza, ingeniero, creador de Dane, secretario de la Cámara de Software Argentina.

De hecho, según cifras del principal organismo de ciencia y tecnología del país, el CONICET, este tipo de aplicaciones de salud mental no supera las mil descargas. Y “LSA en Familia” (una aplicación de Dane que favorece la comunicación a través del lenguaje de señas básicas, y que este año lanzará su tercera versión) tiene más de cien mil descargas.

Este 2022 se cumplen 10 años del Proyecto Dane, la primera iniciativa con la que Pablo y su equipo comenzaron a dar los primeros pasos. Mirando en retrospectiva, el balance que hace es muy positivo. Entre otras razones, y además de los números que arrojan los proyectos realizados, es porque desde que comenzaron, continúa el mismo grupo interdisciplinario de trabajo. “De los diez años que estamos, hace ocho que venimos conformando un mismo equipo, con psicopedagogas, empresas, docentes que trabajan con chicos integrados”, explica Fiuza.

Repasando el recorrido hecho, Pablo se detiene en un punto en particular. “Algo de lo que nos fuimos dando cuenta es de que, efectivamente, hay un potencial para que los chicos puedan aprender con la tecnología”, y toma como parámetro los últimos cinco años para explicar cómo esa tecnología de la que habla vio aumentar su capacidad de contribuir en términos inclusivos. “Desde los dispositivos que se utilizan, hasta el software embebido en un montón de artefactos que usamos cotidianamente, como autos o electrodomésticos”, ejemplifica.

–La última aplicación que lanzaron fue “Emocionalmente”, hace dos meses. ¿Qué resultados han tenido hasta ahora?

–La hicimos con Globant, que es la firma más importante de software de Argentina y una de las más grandes de Latinoamérica. En general, nuestro trabajo se divide entre los profesionales que definen lo que haremos y, por otro lado, las empresas que lo desarrollan. En este caso, Globant fue la que desarrolló “Emocionalmente”, que está pensada para el aprendizaje y reconocimiento de emociones, y de la cual dentro de poco saldrá la segunda versión. Nos fue muy bien en términos de difusión, y al día de hoy estamos en más de cinco mil descargas. Es un muy buen número, ya que el “boca a boca” ayuda mucho, sobre todo en las comunidades de padres y docentes.

–Trabajan con productos pensados para tablets o celulares. ¿Cuáles son las ventajas que ofrecen estos dispositivos para chicos con discapacidad, en comparación con una computadora tradicional con teclado?

Cuando comenzamos, la política era trabajar con las tablets. En principio, porque son mucho más intuitivas y no se desconfiguran. No hay teclado ni trabas con las pantallas y eso, para los chicos con algún tipo de discapacidad mental, es muy importante. Además, las tablets son más grandes y fáciles de usar, y a veces ellos tienen problemas de motricidad fina, es decir, que les cuesta poder navegar por una pantalla con el dedo y mantenerlo apoyado. Con esa premisa comenzamos, allá por 2012. Pero con el tiempo ocurrió que cada vez se utilizaban más los celulares, entonces las aplicaciones que desarrollábamos las empezamos a hacer para esos dispositivos móviles. Y hoy en día ya todo lo que trabajamos directamente lo hacemos para celulares.

–Comenzaron con un proyecto y luego pudieron consolidarse como una fundación. ¿Cómo funcionan hoy?

Hace casi cuatro años que tenemos la fundación, que se llama Tinc. No solo está Dane, sino que hay dos proyectos más vinculados con el mundo de la tecnología. En nuestro país, el mundo de la tecnología tiene una demanda de empleo totalmente insatisfecha, se habla de cerca de quince mil puestos por año que no son cubiertos. A partir de eso, es que lanzamos dos proyectos: uno es Proyecto Nahual, que enseña a testear aplicaciones a través de cursos en barrios carenciados, y gracias al cual un gran porcentaje de alumnos logra entrar a la industria; el otro proyecto se llama Chicas Programadoras, y busca impulsar y dar a conocer el mundo de la programación entre la población femenina de los secundarios, ya que en la industria, actualmente, el porcentaje de mujeres es menor al de hombres.

–En un mundo cada vez más digital, ¿cómo ves, en ese sentido, la enseñanza especial hoy en Argentina?

Te hago una observación: yo vengo fuertemente del mundo de la tecnología. Lo que aprendí en términos de educación y discapacidad fue a través del proyecto durante estos últimos 10 años. Dicho esto, debemos entender que la industria tecnológica no es una industria más: hasta hace unos años, nadie compraba un auto por el software que tenía, y hoy sí. Lo mismo con los celulares. Como esos ejemplos, el software ha atravesado todos los niveles de nuestra vida. Y la educación no es la excepción. Hoy hay gente que es nativa digital, por lo que ya no pueden aprender de una manera en el colegio, para después salir y tomar el celular todo el día. Aprendí que la tecnología es tan inclusiva como uno quiera. Eso significa que si vos querés desarrollar una App, podés hacerlo. Supongamos que creás una que le sirve al 80 % de la población. Si, además, le agregás un mecanismo para que sea leída con lenguaje de señas, le sirve al 85 %; si le agregás mayúsculas, ayudás a personas con autismo, que solo leen y escriben en mayúscula, y le sirve a un 90 % de la población. Es decir, la tecnología te permite de todo, es extremadamente inclusiva, hay que aprovecharla porque tiene muchísimo para aportar, sobre todo en términos de inclusión. Tenemos que ver cómo trabajar para incorporar esto a la enseñanza.

–Y en términos de una inclusión de la sociedad en general, ¿qué rol juega tu área de expertise?

Creo que nosotros, la industria, tiene que involucrarse mucho en estos temas. Sobre todo porque ha ido evolucionando muy rápidamente. Cambios que en otras áreas llevaron 50 o 100 años, en nuestra industria demoraron apenas cinco años. Hoy en día, el 99 % de la población no entiende cuando usamos expresiones como blockchain, big data o home banking. Muchas veces no sabe exactamente de qué se trata. Por eso, el rol que nosotros jugamos en términos de inclusión es muy importante. No solo por los chicos con discapacidad en particular, sino por la brecha digital que existe. Como industria, somos los encargados de que esa brecha disminuya, y eso tiene que ser acercándonos a la sociedad. En sentido contrario es muy difícil, porque la sociedad no se va a acercar a un lugar que no conoce y donde existen conceptos nuevos y complejos. Nosotros tenemos que hacer más accesibles muchos conceptos de la industria. En términos de educación, pero también del día a día de las personas. La tecnología lo permite •

“La tecnología es tan inclusiva como uno quiera”
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