Premio Cervantes de Literatura – La autora uruguaya Cristina Peri Rossi recibió recientemente el Premio Cervantes de Literatura. El jurado habla de una firme y completa vocación literaria, pero también reconoce una lucha por los valores humanos tantas veces vulnerados por el poder político o cívico militar, así como reconoce su talento en una pluralidad de géneros. Su discurso marca un itinerario de vida y en él se destacan sus temas fundamentales.
por Santiago Mampel (Uruguay)
La Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) se preparó para entregar el Premio Cervantes de Literatura correspondiente al año 2021. Esta vez la premiada fue una mujer, la sexta entre la lista de galardonados desde que comenzó a entregarse el premio, en 1976. Peri Rossi, de 80 años, no concurrió a la ceremonia por problemas de salud, aunque su ausencia también nos invita a sospechar una estrategia de “insumisa”. Su literatura está cargada de corrimientos, de viajes, de exilios, desapariciones y esquivos al mercado, y reconoce que la principal virtud del escritor es la humildad, ya que “a medida que más sabemos, menos sabemos”. Su discurso, en cambio, fue leído por la actriz argentina Cecilia Roth, a quien no conocía personalmente, como si hubiera preparado una escena teatral para expresar sus palabras. Allí, cuenta su historia.
“Nací en Montevideo, Uruguay, en el año 1941; es decir, cuando desgraciadamente Europa estaba en plena Guerra Mundial. A la izquierda de mi casa vivía un viejo zapatero remendón, judío polaco, milagrosamente escapado de la masacre, y a la derecha, un adusto músico alemán con un parche negro en un ojo. Cuando le pregunté a mi madre (maestra de escuela obligatoria, laica, gratuita y mixta) por qué el judío y el alemán no se saludaban, me respondió: ‘En Europa se habrían matado’ (…).
También en el barrio fui conociendo a muchos exiliados españoles, porque además de una guerra cuyos motivos yo no conocía, en España había una terrible dictadura que había matado a miles y miles de personas y hecho huir a otras miles. El mundo parecía un lugar muy peligroso fuera de Montevideo”.
En cuanto a su formación literaria, recalcó en su discurso: “Tres libros leídos muy tempranamente me conmocionaron: El diario de Ana Frank, La madre, de Máximo Gorki y Don Quijote de la Mancha; este último, diccionario en mano. Fue el más difícil de leer y el que me provocó sentimientos más contradictorios. No había leído nunca un libro donde el autor declarara que su protagonista estaba loco, pero a la vez, me emocionaba que su propósito fuera ‘desfazer’ entuertos y establecer la justicia, cosa que me parecía harto razonable dado el estado del mundo y de mi propio barrio, donde muchas vecinas venían a contarle a mi abuela, una viuda que había criado a siete hermanos huérfanos y a tres hijos también huérfanos, que sus maridos borrachos las golpeaban, o se jugaban el escaso dinero a los caballos, o se iban de putas y maltrataban a sus hijos. Cómo deseaba yo que apareciera entonces Don Quijote, con su flaco Rocinante, a salvarlas de los golpes y el maltrato. Por otro lado, mi abuela me hacía recordar al Ama, porque pensaba que leer mucho llevaba a perder el seso y a cometer locuras, aunque yo no creía que los esposos de esas mujeres maltratadas leyeran mucho y esa fuera la causa de su violencia (…)”.
También recordó a su tío, que a la vez que le daba acceso a su biblioteca le advertía: “Las mujeres no escriben, y cuando lo hacen, se suicidan, como Safo, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, y otras”. La respuesta de Rossi fue: “Yo seré escritora igual”.
Peri Rossi ha remarcado que su exilio de la dictadura uruguaya llegó porque, “como Casandra, había advertido y denunciado su llegada y como castigo, mis libros, y hasta la mención de mi nombre, fueron prohibidos; salvé la vida milagrosamente y vine a parar a España, donde otra feroz dictadura oprimía la libertad. Convertí la resistencia en literatura, como hicieron tantos exiliados españoles, y en lugar de renunciar a la sociedad, como Marcela, desde mis libros, desde mi vida he intentado, como doña Quijota, ‘desfazer’ entuertos y luchar por la libertad y la justicia, aunque no de manera panfletaria o realista, sino alegórica e imaginativa. No necesitamos duplicar la realidad, sino ironizar o interpretarla, como hiciera Jonathan Swift, por ejemplo. La literatura es compromiso, ya lo dijo Jean Paul Sartre, y compromiso es todo, desde un artículo contra Putin o un homenaje a las mujeres violadas y martirizadas en Juárez, hasta los relatos de Cortázar. ¿No es compromiso satirizar, por ejemplo, los excesos de la técnica, el morbo de los platós de televisión o los ritos festivos de los fanáticos del fútbol? Tan compromiso como escribir un poema lírico que exalta el deseo entre dos mujeres o entre un hombre y una mujer. El siglo XX empezó casi con una guerra mundial y terminó con otra local, la de los Balcanes, e hizo escribir a Paul Valéry una definición clarividente: ‘La guerra es una masacre de personas que no se conocen en beneficio de personas que se conocen pero no se masacran’”.
La literatura de Cristina Peri Rossi es un ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporánea como la condición de la mujer y la sexualidad. Asimismo, su obra, puente entre Iberoamérica y España, ha de quedar como recordatorio perpetuo del exilio y las tragedias políticas del siglo XX. “Mientras algunos se dedican fanáticamente a hacerse ricos y a dominar las fuentes del poder, otros nos dedicamos a expresar las emociones y fantasías, los sueños y los deseos de los seres humanos”, concluyó en su discurso.