La aventura de la unidad iniciada por Chiara Lubich tenía un único “texto”: la Biblia, el Evangelio, la Palabra de Dios. Para ella y sus primeras compañeras sólo en las páginas del Evangelio existía la vida que conducía a Dios.
No por casualidad comenzó una práctica que ya Chiara había intuido cuando aún era maestra y que se generalizó más allá del mundo focolarino: la “Palabra de Vida”.
Ella misma cuenta: “Estamos en tiempos de guerra. Cada vez que suena la sirena de las alarmas aéreas podemos llevar con nosotros al refugio solamente un pequeño libro: el Evangelio. Lo abrimos y esas palabras, si bien tan conocidas, se iluminan por el nuevo carisma, como si debajo de ellas se encendiera una luz, nos inflaman el corazón y nos empujan a ponerlas enseguida en práctica. Todas nos atraen y tratamos de vivirlas una a una. Yo leo para todas, por ejemplo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’ (Mt 19,19). ¿Dónde estaba el prójimo? Estaba allí, a nuestro lado, en todas esas personas afectadas por la guerra, heridas, sin casa, desnudas, hambrientas y sedientas. Inmediatamente nos dedicamos a ellas de muchas formas. (…)
Jesús no es una realidad del pasado, es presente. Y el Evangelio es verdadero. Esta constatación da impulso al camino emprendido. Comunicamos lo que está sucediendo a quien pregunta por nuestra felicidad en tiempos y horas tan tristes; ellos no sienten que se encuentran con un grupo de chicas o con un Movimiento, sino con Jesús vivo”.
A lo largo del tiempo, Chiara escribió un pensamiento relacionado a una frase del Evangelio todos los meses, un breve comentario, para adultos, jóvenes, y niños, todos en la escuela del Maestro. Una tarea que hoy se hace en equipo, con la misma profundidad, invitándonos a que sigamos viviendo las palabras de Jesús.