Atractivos de un carisma
Por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)
Todo es don. Para Chiara Lubich, nacer, crecer, envejecer; la salud, la enfermedad y la muerte son dones gratuitos del Padre amoroso, que llegan en justa medida y a su debido tiempo. A finales de los años 60 nuestra autora le dará especial énfasis al cuidado del cuerpo. Haciendo la propia experiencia de que en muchas ocasiones la fuerza del espíritu exige al cuerpo más de lo que puede dar, sugiere a los miembros del Movimiento conquistar un nuevo equilibrio, capaz de escuchar las señales “rojas” que en muchos momentos manifiesta el cuerpo. Recalca el valor del descanso, de la alimentación, de la diversión. Para ella orar o jugar tienen el mismo valor si se hacen por amor y en el momento justo. Así lo explica:
“Hoy he comprendido que estas vacaciones deben ser realmente vacaciones. Me parece que la voluntad de Dios quiere que sean así. (…) Pero, me gustaría que los focolarinos [todos] hicieran lo mismo cuando deben descansar: organizar el día llenándolo de lo que hace bien a la salud: olvidar, en cierta forma, el Movimiento [el trabajo]; mantener vivas (…) y mejor hechas las prácticas de piedad; después paseos, gimnasia, remar en el lago, si lo hay, jugar al aire libre o con juegos de mesa por la tarde; leer algún libro bien escogido; ver un documental o películas sanas y divertidas. Todo ordenado con abundante tiempo para dormir, sin horarios demasiado rígidos; relax también diario y buena alimentación. Todo porque (…) Dios nos pide (…) que conservemos bien el cuerpo hasta que Él quiera, dispuestos a ofrecérselo cuando nos llame”1.
1- Lubich C., Diario, 4 de agosto de 1968.