A partir de una pregunta, la pregunta por lo verdadero, esbozamos un recorrido por los aportes que la ciencia de la comunicación le hizo a la construcción de la verdad. Pero si añadimos el factor relacional, nos encontramos con una comunicación generativa que busca hacer surgir una verdad que emerge de la cercanía, del vínculo, de “ser” juntos.
Por Isabel Gatti (Argentina)*
Hoy nos encontramos en un mundo difícil de comprender. Por un lado, parece que todo es materialismo y que las preocupaciones trascendentes han desaparecido. Al mismo tiempo, la búsqueda de caminos de espiritualidad “alternativos” crece incesantemente y, por ello, muchos ven en este fenómeno una recomposición del campo religioso. Seguimos creyendo, pero en otras cosas: curas milagrosas, creencias originadas en contextos culturales muy diversos a los nuestros, etc. Lo mismo ocurre con los valores, y la verdad es uno de ellos. Desde la filosofía se nos acercan cientos de definiciones sobre la verdad, lo verdadero y lo verosímil. Así se hacen presentes Sócrates, Platón, Kant, Santo Tomás de Aquino, Nietzsche, Wittgenstein, Foucault, etc.
Muchos acontecimientos históricos nos acercan el testimonio de un sinfín de grupos que han sostenido su propio poder afirmando que la verdad sobre los hechos les pertenecía. También la experiencia religiosa, basada en dogmas y principios que los adeptos no podían cuestionar, nos ofrece mucha información sobre la imposibilidad de dialogar sobre nuestra vida social. Nos encontramos en un momento crucial porque los grandes relatos que sustentaban la convivencia humana han caído con mucha fuerza en Occidente.
Hacia finales del siglo XX, este contexto dio origen a la posmodernidad y a uno de sus componentes claves: el relativismo cultural. Esta corriente filosófica-antropológica supone que lo verdadero es una construcción social y que por lo tanto no existe una única verdad, la misma se corresponde con las determinaciones culturales de cada pueblo o grupo social. Se relativizan las instituciones y emerge con fuerza un profundo individualismo que se conecta con la preeminencia de las emociones sobre la racionalidad. Este estado de cosas se disfraza mostrando que es un tiempo de absoluta libertad, en el que cada uno piensa y hace lo que quiere. En cierto modo, es como si se afirmara: “La verdad está en mí o en mi grupo social”. Estas perspectivas hacen que decaigan los “sueños colectivos” que se habían configurado en los ámbitos sociales, religiosos y políticos que acompañaron el fin de los siglos XIX y XX.
Los medios de comunicación y las diversas producciones de la cultura digital en general se han convertido en el escenario de disputas y confrontaciones que agudizan las polarizaciones y la violencia de toda índole. Por este motivo, en el contexto actual es imperativo promover una comunicación que favorezca el encuentro y el compartir, y que nos permita generar bienes relacionales que acompañen procesos de cambio que revitalicen nuestros “destejidos” lazos sociales. El enfoque de la comunicación generativa puede ofrecernos algunas claves para afrontar los procesos en curso.
Estamos viviendo un momento nuevo al que algunos ya han empezado a llamar metamodernismo1. Muchos intelectuales, al observar la radicalización de estas posturas, comienzan a expresar la necesidad de destacar el carácter relacional de las personas y sus comunidades. Una de estas propuestas se apoya en el paradigma de la generatividad. Pierpaolo Donati, que hace parte de esta perspectiva, afirma que en la historia de las sociedades no se ha hecho suficiente hincapié en el aspecto relacional de las interacciones humanas; y define esta dimensión social como un “tercero” en la relación, por lo tanto, tan constitutivo de la misma como las personas que participan en la interacción. Donati afirma: “El tercero del que hablaré es el que se interpone entre dos agentes (personas, individuales o colectivas) como efecto de sus acciones recíprocas y, por tanto, como producto de sus propias acciones bajo el aspecto de la socialidad, la sociabilidad o la capacidad de ser sociales. Lo llamaré el ‘Tercero incluido’ para expresar la relación entre los términos de dicha relación”2.
En esta corriente también encontramos la aportación de dos sociólogos italianos de la comunicación como Mauro Magatti y Chiara Giaccardi, que en su libro Generar libertad. Aumentar la vida sin destruir el mundo3 recuperan la necesidad de construir relaciones generativas para reconstruir los lazos sociales. Esta redefinición de las relaciones en la comunidad humana propone, por ejemplo, una nueva forma de considerar nuestra relación con los bienes, pasando del consumismo y de la depredación del medio ambiente en favor del mercado, a una postura de cuidado de lo creado.
Esto supone un cambio ético que los autores proponen promover para orientar todas las acciones al bien común. De este modo, se crean las condiciones para que puedan emerger acuerdos con absoluta libertad de opinión y de acción. La dificultad de muchas comunidades humanas para comunicarse de forma asertiva y constructiva requiere claves y herramientas para el diálogo que permitan superar la incomunicación. Se visibiliza la necesidad de contrarrestar los procesos de polarización y violencia que se promueven a través de los medios de comunicación, las comunidades y las organizaciones, que a menudo fomentan el odio y la división, y que minan la paz.
Estas consideraciones pueden parecer teóricas, pero, acompañando diversos grupos, pude comprobar que incluir al “tercero” nos ayudó a encontrar soluciones a temas que, en un primer momento, no tenían una resolución tan clara. En una de las organizaciones de las que formaba parte, algunos deseaban usar el lenguaje inclusivo en todos los documentos. Sabiendo los conflictos que generaba este tema, me preparé con la mayor apertura posible para evaluar las diversas propuestas. Se abrió un diálogo muy enriquecedor porque ya existía entre nosotros una relación de aprecio. Era un grupo grande, con representaciones sociales y políticas diversas. Personalmente dudaba un poco de esta decisión porque, desde mi lugar, siempre promoví que nuestro trabajo generara políticas públicas que incluyeran a todos los sectores, y muchos no se sentían incluidos en el uso de la “x”. Al mismo tiempo, reconocía que quienes promovían esta iniciativa lo hacían porque el lenguaje expresa relaciones sociales y la desigualdad que trataban de subsanar de esta forma era real. Fue muy interesante porque, tras mucho esfuerzo, logramos encontrar una fórmula lingüística que reflejaba la diversidad, que era, en definitiva, lo que se deseaba proteger.
En otra ocasión, una ONG con 30 años de trabajo en el noroeste argentino se reúne con todos sus socios y amigos ante la posibilidad de recibir una mejora importante para su actividad. Uno de los financiadores les pregunta por el contexto que había originado la acción y descubren algo nuevo: en sus inicios se orientaron a trabajar por los más pobres y esto los llevó a ocuparse de las necesidades básicas de la población. Ahora descubrían que la ciudad había crecido y que, quizás, los más pobres entre los pobres eran quienes ocultaban su cultura ancestral porque la consideraban la causa de su pobreza. Esta nueva conciencia hizo que la acción se orientara al rescate cultural, un tema en el que en Argentina pocas organizaciones se dedicaban.
Otra experiencia de estas características ocurrió en una zona de gran vulnerabilidad social, donde existía un conflicto desde hacía algunos años con la dirección de una organización. Se habían intentado abrir canales de diálogo, pero las personas no se sentían escuchadas. Algunos proponían dividirse y crear otra organización. Esta propuesta no era violenta, sino que expresaba la imposibilidad de seguir trabajando como se venía haciendo. En un momento dado, alguien propuso comprometerse más con la asociación como socios, para favorecer así espacios de diálogo más institucionales. Todos sintieron que esta idea era la que mejor expresaba lo que todos sentían. Los años posteriores confirmaron cuán revitalizadora fue para esta institución la escucha activa con la inclusión del “tercero”.
Algunos consideran que la comunicación es un “milagro” debido a la cantidad de variables que entran en juego. Cristina Montoya, que ha estudiado en profundidad estos temas desde una perspectiva latinoamericana, llega a hablar del “enigma de la relación”4. Nos gustaría que lo que decimos fuera comprendido exactamente por nuestros interlocutores, pero ya hemos visto que esto es imposible debido a la forma en que estamos hechos como personas y comunidades humanas. La era digital nos afecta a todos, incluso si tenemos problemas con la tecnología; los grandes temas se debaten a través de las interacciones con este “nuevo mundo”.
La propuesta de Donati nos acerca una idea de gran valor para poder abrir caminos de diálogo en nuestras comunidades de referencia, espacios que nos acerquen a ese lugar que nos trasciende, y así poder escuchar al “tercero” en la relación, que es más que la suma de las partes. Por lo tanto, si estamos en la disposición justa, emergerán “verdades” nuevas que serán fruto del camino emprendido. Por eso, la propuesta de este artículo es: la verdad es un camino que alcanzamos por etapas, recorriéndolo juntos •
*Coordinadora internacional NetOne
1. Ānanda J.& Storm J. (2021) Metamodernism: The Future of Theory. The university of Chicago Press.
2. Pierpaolo Donati (2022). “Il Terzo (incluso) visto dalla sociologia relazionale.” Sophia, 14(1), pp. 17-29.
3. Giaccardi Ch., Magatti M. (2024) Generare libertà. Accrescere la vita senza distruggere il mondo. Società editrice il Mulino.
4. Montoya A.C. (2020) La comunicación y el enigma de la relación. Ed. Eunsa. España.




Muy bueno este articulo. Abarca una perspectiva que normalmente no es tenida en cuenta: la escucha del «tercero» . Da mucha esperanza. Gracias Isabel
Gracias Isabel y todo el equipo de NetOne
Cómo integrante de una organización que apuesta al «tercero» doy fé de los resultados que nos llenan de la esperanza que no defrauda