Atractivos de un carisma.

por Sonia Vargas Andrade (Bolivia)

l contexto histórico en el que vivió Chiara Lubich marca los inicios de lo que será la explosión de la cibercultura y la cultura gamer. Hoy en día las redes sociales o las llamadas comunidades virtuales no son solo un nuevo punto de encuentro de los aficionados sino un lugar de apropiación, construcción y expresión cultural. Lo importante, frente a este nuevo fenómeno, es tener conciencia de la cultura que construimos. Para Lubich la cultura de la paz y el arte de amar están íntimamente relacionados: una hace al otro y viceversa. Ello significa que frente a culturas que pueden poner en peligro las verdaderas relaciones humanas, nosotros tenemos que revivirlas. Inyectar en la cultura gamer el valor de la relación y del Amor. Así lo explica Lubich1:

Frente a los grandes desafíos modernos de la tecnología, de los conflictos étnicos, de la pobreza y de la violación de los derechos humanos, “las religiones deben extraer lo más profundo de sí mismas –como decía el obispo Rossano, especialista en este campo– para ayudar a la humanidad de hoy y conducirla a la solidaridad y a la paz”2. […] Por eso permítanme que hoy les ofrezca mi experiencia, nacida del contacto con personas de todas las edades, idiomas, razas, religiones y etnias. Es una experiencia de vida y de actividad comunitaria, que puede ofrecer la llave también para una convivencia humana pacífica y armoniosa. […] En otras palabras: en obediencia y escucha del Espíritu, hemos aprendido un arte del cual yo creo que el mundo actual tiene gran necesidad: el arte de amar. Erich Fromm, un gran psicólogo de nuestro tiempo, dijo: “No obstante la desesperada búsqueda de amor, nuestra civilización muy raramente trata de aprender el arte de amar; todo el resto: el éxito, el prestigio, el dinero, el poder, es considerado más importante. Gastamos casi todas nuestras energías para alcanzar esos fines, y casi ninguna para conocer el arte de amar”3. Este arte quiere que nos amemos como hace Dios, sin distinciones. No hay que elegir entre el simpático o el antipático, entre el lindo o el feo, el de mi patria o el extranjero, el blanco, negro o amarillo, el europeo o el americano, el africano o asiático, el cristiano o el judío, el musulmán o el hindú… Utilizando un lenguaje familiar para ustedes, podemos decir que el amor no conoce “ninguna forma de discriminación”. 2) Para un cristiano, además, todos deben ser amados, porque detrás de cada uno es a Cristo a quien se ama. Él mismo lo dirá un día: “Me lo hiciste a mí” (Mt 25, 40). Pero esta misma fe en el amor que Dios tiene por sus criaturas la hemos encontrado en muchos hermanos y hermanas de otras religiones, empezando por las abrahámicas, que afirman la unidad del género humano, el cuidado que Dios tiene por toda la humanidad y el deber de cada criatura humana de actuar como hace el Creador, con inmensa misericordia hacia todos. Un proverbio musulmán dice: “Dios perdona cien veces, pero reserva su suprema misericordia para aquel cuya piedad habrá ayudado a la más pequeña de sus criaturas”4. Y qué decir de la ilimitada compasión por cada ser viviente que enseña Buda, quien dijo a sus primeros discípulos: “¡Oh, monjes!, tendrían que obrar por el bienestar de muchos, por la felicidad de muchos, movidos a compasión por el mundo, por el bienestar (…) de los hombres”5.

1. Lubich, Ch. “Una espiritualidad para que la vivamos juntos”, VII Asamblea de la Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz, Amman, 29/11/1999.
2. Rossano, P. (1991). Religiones en diálogo por la paz. Brescia.
3. Fromm, E. El arte de amar.
4. Guzzetti, G. M. (1991). El Islam en oración. Roma: Elledici. 5. Mahagga, 19.

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