Un diálogo productivo y amoroso

Ser instrumentos de amor a través de la providencia. Dar el paso de ofrecer nuestro tiempo y nuestra voluntad de ser don para el otro alimenta una cadena de amor, una que se encuentra con las necesidades y las transforma en vínculos fraternos. 

Recogido por la redacción

Hace unas semanas atrás, en una de esas tantas charlas que todos tenemos con Jesús dentro, le había contado que sentía la necesidad de ponerme a trabajar en alguna actividad social, en algún lugar donde entrar en contacto con gente en situación de necesidad. A los pocos días una amiga me comenta que hay una Fundación llamada Trafkin, donde necesitaban personas que diesen un poco de su tiempo para ordenar remedios por droga y por vencimiento para poder abastecer a aquellas personas que no pueden comprar la medicación que necesitan o que el hecho de comprarlos significa un porcentaje importante de sus ingresos. 

Se trataba de ir los martes y los viernes por la mañana de 9 a 12/13 hs y realizar esta tarea. Fui a trabajar dos o tres días y me preguntaba si éste era el tipo de trabajo que quería yo, porque era estar detrás de en un escritorio ordenando cosas. No tenía contacto con personas en necesidad. Nuevamente le comento a Jesús este sentir y le pido que me muestre si me quería allí o no. 

Los jueves nos reunimos semanalmente con unos amigos para ayudarnos a vivir el Evangelio, y allí comento todo esto que sentía. Al día siguiente uno de estos amigos me manda un escrito donde una madre que se decía recién llegada de Formosa, sin trabajo en Rosario, pedía una medicación para su hija que tenía convulsiones. Se había quedado sin medicación y no tenía plata para comprársela y tenía miedo que le diera a su hija un episodio de convulsiones y ella no tener la pastilla. Pedía ayuda. Mi amigo me pregunta: “donde vos estás trabajando, ¿es para estos casos?”. Le respondo que sí, y ese mismo día al mediodía ya tenía el remedio para esta madre en mi casa. 

Viendo esto pensé: “¡Lo voy a dar a conocer en los distintos grupos donde estoy!” Fue increíble la cantidad de situaciones de necesidad que se me presentaron casi inmediatamente donde solicitaban medicación. Por ejemplo: un papá que se había quedado sin trabajo con su hijo discapacitado que necesitaba remedios para su hijo y no podía comprarlos. Otra persona que es docente y tiene a sus dos padres con la jubilación mínima y tampoco podía comprarles todo lo que tomaban.

Fue maravilloso poder darle a cada uno toda la medicación que necesitaban, pidiéndoles solamente la receta que acreditaba dichos pedidos. Y sigo recibiendo hoy en día casos que me llaman y me cuentan situaciones de tanta necesidad en las cuales la provisión gratuita de los remedios es como una providencia inesperada y amorosa.

Para mí, cada una de estas situaciones que cayeron todas de golpe en la mañana y en la tarde del viernes fue como la caricia al alma de Jesús que me decía: “¿Ves?, acá te quiero, acá quiero que estés”.

Aprovecho esta ocasión para extender a quienes están leyendo esta experiencia y contarles que la Fundación Trafkin, que significa en lengua mapuche “Intercambio, regalo entre amigos”, está en Rosario y se dedica a proveer gratuitamente a personas en necesidad, medicamentos que pudiesen estar necesitando. Para comunicarse con nosotros nos encuentran en Instagram y Facebook como Fundación Trafkin www.facebook.com/fundaciontrafkin

Marcelo Nagy

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