Reflexiones – Cuatro jóvenes de distintos países, que forman parte del programa Aquí Estoy, cuentan su experiencia personal en el descubrimiento de su vocación. En esa búsqueda, enfrentan desafíos y dudas, pero encuentran satisfacción al seguir sus verdaderos llamados. Cada uno desde su propia experiencia, reconocen que, más allá de los temores y la incertidumbre, la clave está en seguir aquello que los apasiona.
Tatiana León
28 años / Colombia
En mi búsqueda de la vocación, he experimentado un torbellino de emociones. Me he sentido perdida, sin saber por dónde empezar. Otras veces me imagino todo lo que podría lograr si siguiera mi verdadero llamado.
La idea de la vocación como un llamado puede ser abrumadora. ¿Y si me equivoco? ¿Y si no estoy preparada? Los miedos y las dudas pueden paralizarnos, impidiéndonos ver claramente cuál es nuestro verdadero propósito en la vida.
Sin embargo, he aprendido que la importancia de encontrar nuestra vocación es innegable. Cuando descubrimos aquello que nos hace vibrar, que nos llena de alegría y nos hace sentir realizados, es como si todo encajara en su lugar. Sentimos que estamos cumpliendo con nuestro propósito en la vida y que estamos contribuyendo de forma significativa al mundo que nos rodea.
En mi caso, siento que descubrí mi misión: trabajar por los niños y adolescentes vulnerables, especialmente aquellos que no han tenido la oportunidad de tener una familia que los apoye. Mi corazón late con fuerza cuando pienso en poder brindarles amor, educación y oportunidades para que puedan alcanzar su máximo potencial.
Aunque el camino hacia descubrir la vocación pueda ser difícil y lleno de desafíos, no hay nada más gratificante que poder seguir nuestro verdadero llamado. Vale la pena enfrentar nuestros miedos y dudas si al final encontramos la satisfacción de hacer aquello para lo que realmente estamos destinados.
Encontrar lo que nos apasiona, seguir nuestros sueños y no detenernos hasta alcanzar nuestra verdadera vocación. Sin importar cuánto tiempo nos tome o cuántos obstáculos encontremos en el camino, lo importante es que nos mantengamos fieles a nosotros mismos y sigamos buscando aquello que nos llena de felicidad y satisfacción.
Pablo Ariel Rivera
37 años / Argentina
Vine experimentando un estancamiento en aspectos importantes de mi vida. Sin ver aún realizados mis sueños de juventud, sumado a otra gran pregunta: ¿Cuál será el sueño de Dios para mí? También, sentía que la vida del Evangelio “se había enfriado en mí”. Y traía un fuerte anhelo de revitalizarla.
Recibí la noticia del programa “Aquí Estoy”, y me apunté. El tiempo previo a venir fue difícil. Me sostuvo y guió la parábola que dice: “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo” (Mt. 13, 44). Me tocó hacer muchas renuncias, pero vine.
Una vez llegado al programa, y entrando de lleno en la propuesta, todo me pareció un regalo. Inicialmente, transité el camino para vivir más cabalmente en la verdad y la libertad. Muy movilizador, por cierto. Pero Dios y la comunidad se presentaban acompañando cada paso. Y pude progresar en conocerme, aceptarme, soltar condicionamientos y miedos para amar con libertad, y desafiarme a más.
Ya en la mitad de esta experiencia, más asentado en la verdad y la libertad, con un amor personal y comunitario más fuerte, mejor conquistada la serenidad (a fuerza de lucha, por qué no), percibo paulatinamente que lo demás comienza a aclararse. En la cima de una montaña la perspectiva se amplía; y el agua de un lago, cuando se calma, refleja mejor el cielo. Esta constelación nueva que es mi vida no está prefijada. Es única y singular. Y la puedo trazar en cada momento con elecciones hechas desde el corazón, sostenido por una gran confianza de que Dios sueña conmigo.
María Eugenia Sarmiento Rodríguez
27 años / Venezuela
Estamos acostumbrados a escuchar o relacionar la vocación con la vida religiosa o con un estado civil. Sin embargo, vemos cómo el mundo ha evolucionado y cómo ha evolucionado también este concepto.
Para mí, la vocación va más allá de un concepto o un renglón estructurado, la siento como ese lugar donde se cruzan mis dones con las necesidades del mundo. También creo que es fundamental encontrar ese espacio que te apasione y te haga sentir plena. Sin embargo, descubrir lo que realmente te gusta es un reto.
Desde mi experiencia, para entender la vocación ha sido imprescindible descubrir y redescubrir mis dones. Esto lo he logrado saliendo de mi zona de confort, dejando de sentirme solo cómoda donde estoy, teniendo tiempo para mí y “lanzarme” a lo desconocido. También creo que es fundamental el poder estar dispuesta a abrirme al encuentro del otro, he sentido que mientras más salgo de mi y voy hacia los demás, más me descubro y me conozco. Asimismo, siento que es esencial tener a otra persona que me ayude a “tener mi cable en tierra”, esa persona de confianza con la que puedo hablar sobre mis miedos, deseos y anhelos, que me recuerde que tengo un propósito y un fin, que no fui creada al azar y que nací con una intención.
La vocación, sí, es una llamada, una muy personal, que permite disfrutar la plenitud del momento presente. Es esa alegría que viene porque me he permitido conocerme, descubrirme y, sobre todo, porque lo he hecho en libertad. Hoy en día, creo que la vocación es una búsqueda continua, por algo se nos ha puesto una inquietud en el corazón, así que no debemos conformarnos, tenemos que escucharnos, hacer las cosas que nos apasionan e ir construyendo lo que nos haga “arder” el corazón.
Laura Camila Gordillo Mesa
26 años / Colombia
¿Quién pensaría que el reto más grande de la vida es conocerse a uno mismo? Bajo esa consigna nos pasamos la vida descubriendo nuestros talentos, reconociendo dónde nuestra alma vibra más alto y el tiempo parece perder su noción, que es lo que se nos da de manera natural. Es así como vamos moldeando nuestro ser y éste nos lleva a construir sueños. Sin lugar a dudas, no es sencillo y pareciera irónico que el hecho de conocernos sea una tarea de toda la vida. Porque como seres humanos en un mundo globalizado estamos en constante transformación y evolución, lo cual nos invita a replantearnos muchas cosas y aprender muchas más, aun cuando existan paradigmas antiguos y obsoletos que se concentran en el hacer-tener-ser, cuando el verdadero sentido de la vida se puede encontrar en lo más profundo de nosotros. Para muchos, el hecho de parar podría parecer una locura, dado los ritmos de la sociedad actual y el fenómeno de la inmediatez, pero lo que no se alcanzan a imaginar es que esa pausa que te estás dando será un antes y un después.
Sin lugar a duda, el descubrirme ha sido uno de los mejores regalos que he podido darme. Un camino que, tras muchas caídas, me ha permitido lanzarme a hacer cosas nuevas que antes ni hubieran cruzado por mi mente. Uno de tantos frutos de ese proceso de descubrimiento que hoy me hacen sonreír, una sensación de satisfacción y orgullo que sin lugar a duda se han convertido en el motor de esta nueva etapa de mi vida, donde sustituí el “es imposible” por el “¿por qué no?”. Le abrí la puerta a lo desconocido y me permití sorprenderme en el proceso.
Muchas veces esperamos respuestas diferentes mientras hacemos lo mismo, sin saber que las respuestas están cuando nos abrimos al mundo de posibilidades •