Una mirada sobre los conflictos del presente

La importancia estratégica de la diplomacia. Ucrania, Gaza, la ONU, la Unión Europea: cultivar siempre una esperanza activa de paz.

Por Giulio Meazzini (Italia)

Pasquale Ferrara, que durante cuatro años dirigió la Dirección General de Asuntos Políticos y de Seguridad del Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia, abandonó la carrera diplomática tras 41 años de servicio.

¿Quién es Pasquale Ferrara?

Un ciudadano italiano, pero que también se siente ciudadano europeo y, en gran medida, ciudadano de este planeta. Tres niveles de responsabilidad, todos ellos importantes, tres dimensiones que no pueden separarse.

¿Por qué eligió la carrera diplomática?

Cuando era niño, mi abuela materna me regaló una especie de atlas “en blanco”, en el que había que pegar los nombres de las capitales de los distintos países, lo que despertó mí curiosidad por lo que ocurría más allá de las “fronteras”. Durante los años de instituto, en particular, desarrollé un gran interés por las crisis internacionales, por ejemplo, por lo que ocurría en Chile, país al que años más tarde iría como diplomático. Luego, en un momento determinado de mi vida, el encuentro con Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, y el gran carisma de la unidad y la fraternidad universal me dieron el impulso decisivo. Me presenté a varios concursos, hasta que aprobé el de la carrera diplomática, quizás el más difícil. Me pareció una señal: cultivar el interés por la complejidad, la universalidad y la diversidad.

Hay quien dice que la diplomacia es ahora impotente, incluso inútil, porque solo cuenta quien es más fuerte…

Si miramos las crisis que ha habido en estos años, casi siempre –diría que siempre– el uso de la fuerza ha sido un fracaso, en el sentido de que las crisis no se han resuelto en absoluto. Se puede ganar una guerra, pero otra cosa es ganar la paz. Basta pensar en Afganistán, después de veinte años de presencia militar, incluso de la OTAN, hemos vuelto al punto de partida, con el regreso de los talibanes, que ya estaban allí en 2001. Habría que cuestionarse seriamente y de forma crítica la eficacia de estas intervenciones. Por no hablar de Libia, donde aún hoy no se ha encontrado una solución tras la intervención militar. El mismo resultado en Irak, invadido por Estados Unidos en 2003.

Al final, creo que la única forma realista de abordar las crisis es a través de la vía diplomática y la vía política. Las decisiones sobre defensa y armamento no pueden tomarse a puerta cerrada, por tecnócratas, militares o diplomáticos. Debe haber un proceso que involucre a los pueblos, hay que buscar una legitimación, una razón pública, para estas decisiones.

La diplomacia prepara proyectos y planes de paz, pero luego es la política la que debe decidir. Decir que la diplomacia ha fracasado es injusto, habría que decir que la política ha fracasado. Si la diplomacia fracasa es solo porque se traiciona, por ejemplo, al secundar acríticamente el manido eslogan de la paz a través de la fuerza. Los diplomáticos también pueden traicionar la diplomacia, entendida como la búsqueda de soluciones que no impliquen el uso de la fuerza, cuando están demasiado sometidos al poder y renuncian a poner sobre la mesa opciones alternativas. Ya lo decía Emanuel Kant en 1795: los príncipes deciden a su antojo si iniciar un conflicto, ya que siempre encuentran diplomáticos dispuestos a justificar cualquier cosa. El verdadero tema no es la ineficacia de la diplomacia, sino la traición a la diplomacia.

¿Debemos armar a Ucrania?

Si un pueblo es invadido, debemos ponerlo en condiciones de defenderse. Pero, si miramos a Ucrania, en los últimos tres años ha faltado totalmente una vía diplomática paralela. Por lo tanto, la legítima defensa está bien, pero solo junto con la diplomacia de conflicto, es decir, iniciativas diplomáticas serias, que deben ponerse en marcha mientras las hostilidades aún están en curso, de forma paralela, reservada o pública. No solo la diplomacia de las armas, sino el arma de la diplomacia. En mi opinión, la Unión Europea se ha alineado correctamente con Ucrania, pero al mismo tiempo ha renunciado a desempeñar el papel político que le corresponde, el de buscar incesantemente la paz y la estabilidad en el continente europeo. Por supuesto, la paz se hace entre dos, no puede ser unilateral, y Putin nunca ha dado señales de querer poner fin a la guerra en Ucrania por la vía negociadora, al menos hasta ahora. Pero alguien tiene que tomar la iniciativa. 

Hay quienes dicen que dejemos de pedir una paz “justa” en Ucrania, que es mejor una paz “posible” para poner fin a la matanza…

He participado en algunos debates con colegas de otros países importantes, precisamente sobre el concepto de paz justa. ¿Qué significa paz justa? ¿Por ejemplo, que Ucrania debe recuperar todos los territorios ocupados, incluida Crimea, y que hay que llevar a los dirigentes rusos ante la Corte Penal Internacional? Creo que hay que tener una concepción más pragmática, pero matizándola. La paz justa es cualquier tipo de resolución del conflicto aceptada libremente por Ucrania en el pleno ejercicio de su soberanía e independencia, sin injerencias externas indebidas de ningún tipo, ni siquiera económicas. En la práctica, lo que conviene a los ucranianos debe ser aceptado como paz justa también por la comunidad internacional.

En cuanto a Gaza y los territorios palestinos, hay quien explica que es inútil seguir insistiendo en “dos Estados, dos pueblos”, ya que en Cisjordania hay 800.000 colonos judíos, un queso gruyère inmanejable…

Esta es una excusa que llevo escuchando desde hace muchos años. Cuando entré en la carrera diplomática, me hubiera gustado ser el primer embajador de Italia en el nuevo Estado de Palestina. Creo que estos argumentos, como por ejemplo la ingobernabilidad de Gaza y la complejidad de los asentamientos ilegales israelíes, son solo pretextos. Antes del 7 de octubre, Israel y varios países occidentales sostenían la imposibilidad de una negociación creíble mientras persistiera la oposición entre Gaza, gobernada de facto por Hamás, y Cisjordania, gobernada por la Autoridad Nacional Palestina. Esto ha convenido a varios gobiernos israelíes. En realidad, solo hay un interlocutor, y siempre lo ha sido la Autoridad Nacional Palestina, reconocida por los acuerdos de Oslo desde 1993.

Sin embargo, llegados a este punto, antes incluso de hablar de dos Estados, debemos preguntarnos cuál es el horizonte político. Lo que está ocurriendo en Gaza no tiene ningún significado estratégico, ni militar, ni político. ¿Cuál es la perspectiva, el estatus final? No hay ninguno. 

Una cosa es segura: mientras siga abierta la cuestión palestina, es ilusorio pensar que pueda haber paz en Oriente Medio. Si bien es cierto que no puede haber paz sin seguridad, perseguir la seguridad sin la paz por parte de Israel es un objetivo quimérico, que nunca se alcanzará si no hay una solución política compartida.

¿Ha desaparecido definitivamente el ideal de Chiara Lubich de un mundo unido?

Por supuesto que no. La perspectiva de un mundo unido nunca ha significado, en mi opinión, un único gobierno mundial, lo cual no solo sería utópico, sino probablemente también indeseable para muchos. El tema de la unidad debe abordarse desde la necesidad de contar no sólo con instituciones comunes en las que poder reconocerse, sino también con objetivos comunes. La unificación no significa homogeneizar, y es un proceso que no puede llevarse a cabo de la noche a la mañana. Ha habido muchos intentos a lo largo de la historia, pero creo que el camino sigue abierto, válido y necesario. Sobre todo, en un momento de total desintegración del llamado orden internacional, que al fin y al cabo es un gran desorden, debido a las disparidades económicas y de poder que existen. La guerra vuelve a la escena, utilizada de nuevo como instrumento para la resolución de controversias internacionales. Por lo tanto, el mundo unido es más actual que nunca, pero debemos interpretarlo como un camino, un proceso y una perspectiva de gran responsabilidad. Una visión que no tiene nada que ver con la utopía, sino que, por el contrario, es la única perspectiva realmente realista si queremos hacer del mundo algo sensato y aprovechable para las próximas generaciones •

*Estos son fragmentos de una nota que pertenece originalmente al sitio web de Cittá Nuova “Pasquale Ferrara: intervista sulla storia”.

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Un comentario en «Una mirada sobre los conflictos del presente»

  1. Gracias por este artículo tan importante en estos tiempos de noticias sesgadas por la mayoría de los medios de comunicación.
    La paz es posible…el ideal de la unidad es posible.pero son los pueblos que deben encontrar el camino de manifestarse.no sólo basta con diplomáticos y políticos

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