Chile – Cuatro familias chilenas, con niños, adolescentes, padres y madres, cuentan su experiencia en las vacaciones grupales que hicieron al sur del país. Son amigos desde jóvenes y después de mucho tiempo decidieron cumplir un sueño que siempre tuvieron: vacacionar juntos. Fue un viaje que consolidó un vínculo que ya tenían, pero que dio un paso más en la relación entre ellos.
Por Pía Noria, Marcelo Chávez y Edgardo Henríquez (Chile)
omos cuatro familias con caminos que se han ido entrelazando desde jóvenes, compartiendo la vida dentro del Movimiento de los Focolares. Ya casados, este vínculo se fue consolidando, compartiendo alegrías, logros, dificultades y pruebas de la vida, acompañándonos y ayudándonos en cada instancia.
Entre todos sumamos 19 personas. Somos ocho padres y madres, y 11 hijas e hijos de entre 5 y 23 años. Dos de las familias viven en la VIII región y las otras dos en la capital de Chile, Santiago. Juntos nos hacemos llamar “La Comunidad del Anillo”.
Pasadas las restricciones más fuertes de la pandemia por el Covid-19 nos juntamos algunas veces en el Centro Mariápolis y de ahí surgió la idea de concretar un sueño de años: pasar las vacaciones juntos. La idea nació, además, porque entre los niños también existe una conexión especial, no solo entre los padres, y el solo hecho de imaginarnos todos juntos fue una gran motivación para adherir a esta propuesta. Teníamos un contacto de unas cabañas que pronto reservamos para empezar a organizarnos con varios meses de anticipación.
Así comenzamos este recorrido de más de 1.500 km conociendo el sur de nuestra hermosa tierra, con tres puntos de base: Concepción, donde nos unimos todas las familias; Coñaripe, en el Lago Calafquén; y Cochamó, en el Estuario de Reloncaví, Puerto Montt. Como alguien dijo una vez: “Dios, al crear al mundo, eligió de la creación los paisajes más bellos para juntarlos y depositarlos en Chile”.
Cada familia tenía asignado un día para cocinar. Además, se programaron actividades para realizar entre todos: visita a unas cataratas, caminatas, canopy, visita al lago, entre otras. Todo el día era estar juntos. No había espacios para celulares o tablets, salvo para sacar fotos o poner música. El paisaje era hermoso, invitaba a descansar, relajarse y leer. Como algunos de nuestros hijos son súper lectores, contagiaban a los más pequeños a hacerlo, así que se creó el “Club de lectores”.
Se fue dando todo de manera muy natural, entre otras razones, porque no teníamos experiencias previas. Íbamos entregados a pasarlo bien y a querernos. Estando juntos descubrimos lo distintos que somos, incluso eso pudo generar algún disgusto en algún momento, pero como nos queremos tanto, rápidamente se resolvía. Después, como ya nos fuimos conociendo, fue más fácil organizarnos, aprovechando las fortalezas y habilidades de cada uno. Tampoco estuvimos exentos de sobresaltos, como cuando un matrimonio necesitó ir de urgencia al hospital y todas las familias nos organizamos en función de ellos, para hacerles sentir nuestro amor y compañía. Los niños les prepararon algo dulce para esperarlos con gestos de cariño y contención.
Una noche hicimos una fogata y, en señal de amistad, nos regalamos una pulsera roja como símbolo de fraternidad, como prueba concreta de la aceptación y entrega a la aventura de ser amados en esta familia extendida por el amor de Dios •
Testimonios de los protagonistas
- “Hermoso ha sido ser privilegiados por el amor de Dios a través de nuestra larga amistad y, más aún, sentir que la experiencia que hicimos desde jóvenes se perpetúa ahora en nuestras hijas e hijos”.
- “Es increíble lo distintos que somos, en todos los sentidos, y que la convivencia lo resalte aún más. Sin embargo, eso nunca fue impedimento en nuestras relaciones, siendo todos un don para el otro.”.
- “En estas vacaciones todos nos donamos, grandes y chicos, todos cedimos algo de nosotros para encontrarnos, amarnos y aceptarnos”.
- “Las vacaciones para mí fueron un recomenzar en todo sentido, dos semanas de puras alegrías y risas, tiempo para compartir y crecer; compartir estas vacaciones fue una experiencia hermosa, somos familia y cada nueva experiencia hace que el amor hacia cada una de estas personas crezca cada vez más”.
- “Queremos ser parte de la vida de todos nuestros hijos, si ellos nos lo permiten. Aprendimos a verlos en estas nuevas etapas de sus vidas y son unas personas maravillosas, llenos de dones y mañas, y así los queremos”.
- “Cuando Chiara nos decía hacernos Santos juntos, creo que pensó un modelo así: que siendo diferentes, el Amor hace que no se note y nos sumerjamos en una realidad divina”.
Me pareció una hermosa y sobrenatural experiencia . Creo firmemente que lo que Chiara nos pedía «sean una familia» es una realidad.
Siempre guardo muy gratos re uerdos de nuestra experiencia cómo familia vacacionando junto a otras familias amigas en las sierras de Córdoba algunas veces o en las costas del Brasil…la convivencia y el compartir siempre produce frutos incrementando y consolidando los vínculos de fraternidad haciendo incluso más grato y fácil el aprendizaje del compartir para los más pequeños….
La sensación es que el saldo siempre es positivo 😀🤗🥰