De la vida cotidiana – En simples hechos de la vida diaria podemos reconocer pensamientos que, en un principio, nos impiden actuar. Sin embargo, una vez superados, nos abren a pequeñas (y a su vez, grandes) experiencias de donación al otro.

Recogidos por la redacción

Poner en común el tiempo

Luego de una mañana en la que habíamos participado de un retiro junto a amigas del Ideal de la Unidad, me sentía con ganas de descansar. Sin embargo, habíamos pensado en ir al barrio donde acompañamos a un grupo de chicos y de jóvenes. Como el clima amenazaba lluvia, vi la posibilidad de suspender la visita, por lo que consulté a mi compañera. Ella propuso que fuésemos igual, al menos para llevar los alimentos. Venciendo el cansancio y ofreciendo el tiempo libre del fin de semana, tomé las versiones de las Palabras de Vida para niños y fuimos.

Al llegar, como hacía frío y el espacio era muy reducido, había pocos niños, pero, en cambio, fueron varios jóvenes. Resolvimos quedarnos dentro del container y compartir con ellos la Palabra de Vida, aunque fuera para niños.

Se generó un hermoso clima donde los jóvenes pudieron contar sus experiencias acerca del perdón y la providencia experimentada entre sus pares con escasos recursos. En un momento, llegó un adolescente que siempre perturba la jornada y, aun temiendo lo peor, lo invitamos a participar. Se sintió muy contento porque logró expresar algunas ideas que todos acogimos con entusiasmo.

Finalmente, ellos nos hicieron experimentar que el enriquecimiento es mutuo, porque para nosotras, conocer tan profundamente sus vidas y su experiencia de Dios es, tal vez, más enriquecedor de lo que podemos ofrecer a ellos.

por Cecilia Cartechini (Argentina)

Es Jesús

Mi trabajo en terreno me hace transitar por muchos barrios en el sector económicamente acomodado de Santiago y con mis trabajadores, a la hora de almorzar, buscamos alternativas que estén a nuestro alcance. Dos o tres días a la semana lo hacemos en un lugar donde cuesta mucho encontrar estacionamiento, y aquí conocí a la protagonista de esta experiencia.

María Soledad es una mujer en situación de calle que, con su pareja, buscan el sustento ayudando a estacionar autos, para ganarse así unas propinas. Habitualmente, cuando íbamos a almorzar a este sector, ella contaba con una propina generosa de nuestra parte.

Mi trabajo fuerte es durante los meses de verano, en cambio, en estos días de invierno ya no vamos con tanta frecuencia. Ese día, ella se acercó y me preguntó si esta vez la propina podría ser un poco mayor, ya que tenía mucho frío y hambre.

Se me vinieron a la mente dos pensamientos inmediatos: “Si le doy el dinero, capaz que no lo gasta en comida, sino en drogas o alcohol”. Reaccioné y dije: “Es Jesús, en María Soledad, que está necesitando saciar el hambre y el frío”.

Inmediatamente fui al lugar donde habíamos almorzado y le compré un rico almuerzo. Sus ojos de alegría expresaron el agradecimiento. Este hecho se repite cada vez que vamos a este lugar.

por Walter Quesada (Chile)

Vencer el desgano y superar los prejuicios
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