Despido – Alejandro fue despedido de forma repentina de la empresa donde se desempeñaba desde hacía 16 años. Con esposa y tres hijos pequeños, tuvo que enfrentarse durante meses a una incertidumbre que no experimentaba hacía tiempo, a través de un proceso individual y colectivo, espiritual y resiliente.
Por Alejandro Messuti (Paraguay)
¡Hay veces que a uno la vida lo sorprende y lo pone a prueba, y es a través de esta adversidad donde el carisma de la Unidad nos da esa fortaleza y la capacidad de creer y de seguir adelante!
Me llamo Alejandro Messuti, tengo actualmente 45 años, estoy casado con Noelia y tengo tres hijos varones: Máximo (18), Martín (14) y Lucas (11). Pertenezco a la rama de los Voluntarios del Movimiento de los Focolares desde el año pasado.
En enero de este año, en la empresa donde trabajaba me dieron, primeramente, vacaciones. Las aproveché en familia durante tres semanas. Tres días antes de regresar a trabajar falleció mi abuela materna, con la que tenía una relación especial. Al reiniciar mis actividades laborales, grande fue mi sorpresa cuando me comunican un preaviso por despido injustificado de 60 días, luego de más de 16 años trabajando en el lugar y ocupando un cargo gerencial. La verdad es que uno nunca espera esto, quizás era consciente de que la empresa no estaba pasando por un buen momento financiero y se estaban realizando cambios importantes, pero al comunicarme la decisión, realmente quedé helado y con una sensación muy desagradable. Recuerdo pensar qué hacer a partir de ahora, cómo seguir, cómo comunicar a mi esposa, a mis hijos, a mi familia, tantos proyectos… Volví a casa sin muchas fuerzas y lo primero que hice fue comunicar a Noelia, mi esposa. Por suerte, ella desde un primer momento me apoyó y me ayudó a ir superando esta situación. Yo no estaba preparado, no tenía currículums actualizados, no buscaba nuevas oportunidades y eso fue lo que más me pesó.
Desde ese momento, me puse en acción, actualicé mi currículum y comencé a buscar nuevas oportunidades laborales. Empecé a enviar mis datos a diferentes empresas, hablé con algunos contactos que tenía, pero todo era demasiado lento y no veía resultados. Quedaba muchas veces en casa desilusionado y bajoneado por la situación, no quería ni siquiera salir de la preocupación que llevaba.
Al mismo tiempo, profundicé mi relación con Dios, por lo menos a nivel personal. Dialogaba mucho con él, ofrecía mis días por este dolor y, al mismo tiempo, lo agradecía, porque sentía que no me abandonaba y sobre todo que me escuchaba, que siempre estaba conmigo en todo momento. Pedía mucho, no solamente para conseguir un nuevo empleo lo antes posible, sino también por las intenciones de los demás, de mis familiares, de mis amigos con los que compartimos el ideal de la Unidad.
Puedo rescatar que, durante todo este tiempo, algo que me costaba mucho era compartir con otros estas situaciones de dolor. Pero logré abrirme y de verdad siento que fue una bendición, ya que sentí el abrazo de todos los que me llamaban, me escribían, buscaban de alguna forma ayudar y, principalmente, me decían que rezaban por la situación para que pueda salir de esto. Mensajes de fortaleza que, en los momentos donde todo era gris, donde no tenía respuestas concretas, donde parecía que nada iba a salir, me animaban y reconfortaban.
Logré tener varias entrevistas de trabajo, pero nada concreto. Recuerdo haber hecho muchos test o exámenes virtuales, pero no me volvían a llamar y la angustia se volvía a veces pesada. Pasaron tres meses hasta que recibí una llamada para otra entrevista. Ya de verdad sin saber cuándo había enviado mi currículum ni cómo mostraron interés en mí. Fue primero una entrevista virtual y luego presencial con la gerente general, y finalmente me dijeron que, “cualquier cosa”, se comunicarían conmigo.
Recuerdo que luego de 10 días de esta entrevista presencial, era un martes lluvioso, le hice un favor a mi suegro para llevarlo a su trabajo y se me detuvo el vehículo en medio de la calle. En ese momento, agaché la cabeza y sonó mi teléfono. Pensé: “Qué más puede ser ahora”. Era la llamada tan esperada de la gerente general, que me confirmaba el puesto laboral y quería que me presentara a trabajar dentro de dos días. Dios actúa de forma misteriosa y maravillosa, nosotros debemos hacer nuestra parte, porque muchas veces su voluntad no coincide con la nuestra. Llamé a Noelia, avisé a mis amigos y agradecí a Dios esta nueva oportunidad que se me presentaba. ¡Feliz, feliz, feliz me puse en ese momento!
El nuevo trabajo es un rubro nuevo para mí, y realmente una bendición que me hayan contratado. Ya pasaron tres meses de esto y la verdad que estoy convencido que todo es fruto de persistir en la oración y el diálogo con Dios de forma personal. Estoy agradecido, también, con todas las oraciones, principalmente de quienes comparten conmigo el ideal de la Unidad, que siempre me apoyaron. Aunque no es fácil adaptarse a un nuevo ambiente y nuevo rubro, siempre mantengo ese diálogo con Dios, todos los días, sin excepción. Hago que mi día empiece con él y espero seguir creciendo y profundizando en acciones concretas para los demás •