Mariápolis Lía

por Belén Ehrman (Argentina)

Mariápolis, una utopía que mi sentir soñó, y que se hizo realidad a cada paso que di y a cada latido del sentir que dejaron las personas que por la Mariápolis pasaron. Ellos dejaron huella en las sonrisas que me devolvieron, en los sueños que cumplieron, en el árbol de escuela que decidieron con firmeza animarse a plantar, derrotando cualquier adversidad y superando cualquier clima emocional que en ellos se atravesara.

Esas personas se animaron al desafío de volver aquella utopía una realidad, sembrando cada semilla de árbol con amor, con confianza y con ramas de oro, que en cada estación guardan un singular secreto.

El verano, que nos da refugio y una suave ventisca para aquellas tardes de enero. El otoño y su significativo danzar de las hojas con tinte estacional, a la par de un horizonte con una tímida neblina queriéndose asomar. El invierno, que nos lleva a buscar desesperadamente el refugio interno, sin saber que las ramas de oro necesitan de una sonrisa al andar. La primavera, que romantiza la escena con días más cálidos y el perfecto asomo de las primeras flores.

Cada estación busca presenciar el andar de sus espectadores extranjeros, la calidez de los abrazos y el amor en la escucha. Son guardianes naturales de secretos, que conocen la estación emocional favorita de cada corazón al pasar, que esconden la magia de cada atardecer acariciando sigilosamente las orillas de la laguna, en aquel memorable Polo Solidario.

La tranquera también esconde significados: en sus maderas de roble guarda el sentir del idioma universal del amor y de la sonrisa al compartir, de las charlas más escuchadas y los abrazos más sentidos.

La frase “Y hemos creído en el amor” anda tatuada en mi corazón y en aquella cruz que se erige en el cementerio. Hemos creído, una vez más, en ese amor que invade cada partícula de la memoria del corazón; hemos creído en ese amor que te hace tomar riesgos y salir de la zona de confort. El mismo amor que hace que te animes a caerte, porque sabe muy bien que habrá alguien para levantarte, darte la mano y seguir. Es que ese amor te da la seguridad de que no estás solo. En cada sonrisa y abrazo, en cada escucha sincera, te marca que el otro está presente. Hemos creído en la magia de ese amor, que permite cerrar los ojos y viajar hacia ese lugar donde uno fue feliz. Hemos creído en ese amor, que siempre está dispuesto a dar la vida por cada uno y en los mínimos detalles.

Hemos creído en el amor recíproco trascendental, en aquellas personas mágicas que se impregnan en tu corazón por el simple hecho de que así tuvo que suceder, por el hecho de cruzar sonrisas al andar, y que el camino se hace más hermoso si se sabe que, en él, se encontrarán corazones por reparar, abrazos por dar y sonrisas por devolver •

Y hemos creído en el amor
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