Junio 2023“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.” (2 Corintios 13, 11)

El apóstol Pablo había seguido con amor el desarrollo de la comunidad cristiana en la ciudad de Corinto; la había visitado y sostenido en momentos difíciles.

Pero en un determinado momento tuvo que defenderse con Segunda carta a los corintios de las acusaciones de otros predicadores, para los cuales el estilo de Pablo era controversial: no se hacía retribuir por su trabajo misionero, no hablaba según los cánones de la elocuencia, no se presentaba con recomendaciones para sostener su autoridad, proclamaba que comprendiéramos y viviéramos la propia debilidad a la luz del ejemplo de Jesús.

Sin embargo, al concluir la carta, Pablo les entrega a los corintios una convocatoria llena de confianza y de esperanza:

“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”.

La primera característica que se nos presenta a los ojos es que sus exhortaciones están dirigidas a la comunidad en su conjunto, como lugar en el que se puede experimentar la presencia de Dios. Todas las fragilidades humanas que tornan difícil la comprensión recíproca, la comunicación leal y sincera, la concordia respetuosa de la diversidad de experiencias y de pensamiento pueden ser sanadas por la presencia del Dios de la paz.

Pablo sugiere algunos comportamientos concretos y coherentes de acuerdo con las exigencias del Evangelio: tender hacia la realización del proyecto de Dios para cada uno y para todos, como hermanos y hermanas; volver a poner en juego el mismo amor consolador de Dios que hemos recibido; ocuparse los unos de los otros, compartiendo las aspiraciones más profundas; saber recibirse mutuamente, ofreciendo y recibiendo misericordia y perdón; alimentar la confianza y la escucha.

Son opciones entregadas a nuestra libertad, que a veces exigen el arrojo de ser “signo de contradicción” frente a la mentalidad corriente.

Por ello, el Apóstol recomienda darse ánimo unos a otros en esta responsabilidad. Lo que cuenta para él es preservar y dar testimonio con alegría del valor inestimable de la unidad y de la paz, en la caridad y en la verdad. Todo, siempre, apoyados en la roca del amor incondicional de Dios que acompaña a su pueblo.

“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes”.

Para vivir esta Palabra de Vida miremos también nosotros, como Pablo, el ejemplo y los sentimientos de Jesús, que vino a traernos una paz muy suya1. En efecto, ella no es solamente ausencia de guerra, de litigios, de divisiones, de traumas. Es plenitud de vida y de alegría, es salvación integral de la persona, libertad, fraternidad en el amor entre todos los pueblos. ¿Y qué hizo Jesús para darnos “su” paz? Pagó personalmente. Se puso en medio de los contrincantes, cargó sobre sus hombros los odios y las divisiones, abatió los muros que separaban a los pueblos2.

También a nosotros la construcción de la paz nos exige un amor fuerte, capaz de amar incluso a quien no está dispuesto a ello, de perdonar, de superar la categoría de enemigo, amar la patria del otro como la propia. Todo lo cual exige de nosotros corazón y ojos nuevos para amar y ver en todos los otros candidatos a la fraternidad universal. “El mal nace del corazón del hombre”, escribía Igino Giordani3, y “para quitar el peligro de la guerra es necesario quitar el espíritu de agresión y aprovechamiento del que nace la guerra. Hay que reconstruir una conciencia”4.

Bonita Park es un barrio de Hartswater, pequeña ciudad agrícola de Sudáfrica. Como en el resto del país, persisten los efectos heredados del régimen del apartheid, sobre todo en el ámbito educativo: las competencias escolares de los jóvenes que pertenecen a los grupos negros y mestizos son marcadamente inferiores a las de los demás grupos étnicos, con el consiguiente riesgo de una marginación social.

El proyecto “The Bridge” nace para establecer una mediación entre diferentes grupos étnicos en ese barrio lleno de distancias y diferencias culturales, con la creación de un programa de clases complementarias y un pequeño espacio en común como lugar de encuentro entre culturas diferentes, para chicos y jóvenes. La comunidad da muestra de un gran deseo de trabajar unida. Carlos ofreció su viejo camión para ir a buscar la madera con la que se fabricaron los bancos y el director de una escuela vecina donó estanterías, cuadernos y libros, mientras que la Iglesia Reformada Holandesa donó cincuenta sillas. Cada uno hizo su parte para fortalecer a diario el puente entre culturas y etnias5

Letizia Magri y el equipo de la Palabra de Vida

1. Cf. Jn 14, 27.
2. Cf. Ef 2, 14-18.
3. Giordani, I. (2003). La inutilidad de la guerra. Buenos Aires: Ciudad Nueva.
4. C. Lubich. Palabra de vida, enero de 2004.
5. Cf.:https://www.unitedworldproject.org/workshop/sudafrica-un-ponte-tra-culture; Spazio famiglia, marzo 2019, pp. 10-13.

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