Editorial
En esta misma página de la edición anterior, retomábamos la pregunta con la que iniciábamos el artículo de la sección Enfoque, que ha motivado una comprometida interpelación de parte de nuestros lectores. Aquel “¿Qué puedo hacer yo?” frente a las tensiones internacionales, la pobreza, la desigualdad y tantas injusticias que vemos a diario en nuestras calles y en los medios de comunicación ha suscitado diferentes respuestas, algunas de las cuales publicamos hoy en el Correo de Lectores.
Más allá de la diversidad de miradas y propuestas hay un denominador común en ellas: el foco está siempre más allá de uno mismo y tiene al otro como destinatario y partícipe necesario de las acciones que a cada uno se le puedan ocurrir para alcanzar la paz. Una paz que, si bien depende de quienes toman las grandes decisiones a nivel internacional, tiene su germen en el corazón de cada ser humano, allí donde habita, donde vive su día a día.
Sin dudas no basta una revista para poder abordar todo lo que implica hablar sobre la paz. No lo logramos en la edición del mes pasado y tampoco lo lograremos en esta. Pero sí elegimos este espacio para poner en luz las múltiples actividades que gente de a pie elige poner en marcha con la ferviente convicción de que un mundo más fraterno es posible. Actividades que en muchos casos nacen de una idea individual pero que cobran una fuerza inimaginable cuando esa idea se comparte con otros y entre todos se comprometen por una causa.
Diplomáticos como Pasquale Ferrara, que ha trabajado décadas para mejorar las relaciones internacionales; laicos como Carlos Palma, que se ha jugado la vida en territorios hostiles, creyendo que la paz era el único camino posible y que hoy lidera una organización como Living Peace, presente en más de 160 países; o también docentes que inculcan el valor de la paz en sus alumnos; y conferencistas que ante heterogéneos auditorios no claudican en transmitir experiencias y reflexiones sobre las ventajas de vivir en un mundo donde la paz vence a la guerra, donde el amor derrota al odio.
La libertad presente en el corazón de cada persona es la que puede dictarnos el potencial que cada uno tiene para jugarse por la paz allí donde se encuentra. Alguien que justamente ha sido testigo de ello fue el obispo y cardenal vietnamita François-Xavier Nguyen Van Thuan, quien vivió 13 años en prisión bajo el régimen comunista.
Hace exactamente 50 años, el 15 de agosto de 1975, Van Thuan era detenido y a partir de aquel momento se convertiría en un fiel testigo de la esperanza. Su obra es imperdible y su testimonio es un nutriente indispensable para quienes creemos que el mundo unido aún es posible. “Sólo el momento presente es importante. No sigas recordando lo que tu prójimo te hizo ayer, para criticarlo. No sigas recordando lo que te sucedió hoy para lamentarlo; ya forma parte del pasado. No seas pesimista ante el mañana; todavía forma parte del futuro. Confía el pasado a la misericordia de Dios, confía el futuro a su providencia y confía todo a su amor”, fueron solo algunas de sus palabras. Y hasta compartió un deseo para quien lo lea: “Cada noche, antes de acostarte, tendrías que poder decir: ‘Hoy he amado todo el día’”.
Un gran desafío… que todos podemos cumplir para ser constructores de paz •



Gracias por este artículo tan esperanzador en tiempos tan turbulentos. Alienta a continuar con fe que un mundo unido es posible!
Desde que Carlos Palma,lanzo la idea de el Dado de la Paz,construyó,dados de 10cm por cara,y los distribuyó dónde observo las nevesidades