Nos hacemos un espacio para hablar, una vez más, sobre los avances tecnológicos que irrumpen en nuestra forma de vivir. Nuevos descubrimientos aparecen para brindarnos nuevas herramientas que nos obligan a comprenderlas y manipularlas, pero las novedades se suscitan con demasiada velocidad y nosotros, los seres humanos, no llegamos a seguir ese ritmo. Vamos a destiempo. Mientras observamos con asombro cómo podemos hacer para explotar las capacidades del ChatGPT, lanzado en 2022, todavía estamos entendiendo cuál sería la forma más sana de relacionarnos con el celular, cuyo primer ejemplar apareció en 1973.
En ese camino de estudio y comprensión, hemos detectado que existen distintas formas de vincularse con las pantallas y los dispositivos, y uno de los factores que provoca esas variantes es la edad. En esa línea, nuestro artículo de Enfoque aborda la problemática del uso excesivo de los teléfonos en los adolescentes. “El miedo o ansiedad extrema de estar sin un teléfono celular o estar desconectado de la tecnología se ha ganado el nombre de Nomofobia. Es uno de los trastornos mentales ya mapeados como consecuencia del exceso de tecnología. A esto se suma la angustia de no recibir una respuesta después de enviar un mensaje de texto o ser ignorado, generando ansiedad e inseguridad en las relaciones virtuales”, explica la autora.
Convivimos con la tecnología mucho más de lo que llegamos a darnos cuenta. Cuando se prende la TV en el hogar, cuando se coloca una dirección en un GPS para llegar a algún destino, cuando se escucha música con una facilidad sin precedentes, cuando una desarrollada máquina ofrece un completo diagnóstico a un paciente. Transitamos una era smart: tiempos en los que los dispositivos inteligentes nos regalan comodidades, nos hacen favores y nos permiten acceder a un conocimiento que, a su vez, seguirá permitiendo futuros progresos.
El desafío que existe por delante es el de no demonizar la tecnología, sino de aprender a gestionarla. A ser conscientes tanto de sus múltiples alcances como de sus limitaciones, de sus espectaculares ventajas como de sus excesos. “La tecnología es verdaderamente poderosa y útil, pero sabe muy poco sobre los deseos humanos”, señala otro de nuestros autores.
Por eso, es importante que adoptemos un enfoque proactivo: educarnos sobre el impacto de la tecnología en nuestra salud mental, establecer límites claros en su uso, y fomentar la comunicación abierta sobre nuestras experiencias y desafíos tecnológicos. De esta manera, podremos navegar este mar de cambios con mayor estabilidad y bienestar •
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