El Sínodo en la Obra de María – Dentro de la Obra de María (Movimiento de los Focolares) se creó una Comisión Sinodal que pudiera reflejar todas las voces a lo largo del mundo. A partir de las experiencias recogidas y el trabajo realizado se concluyó que quizá la contribución más importante del Movimiento a una Iglesia sinodal sea vivir y fortalecer la práctica de la espiritualidad de comunión.

Por Pablo Blanco (Argentina)

El 21 de mayo de 2021 llegó a la Obra de María y a otras asociaciones de fieles1 la invitación a participar de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada bajo el lema “Por una Iglesia Sinodal: comunión, participación y misión”. Esta convocatoria, conocida como “Sínodo de la sinodalidad”, planteó iniciar un proceso de escucha y consulta a todo el Pueblo de Dios, que pudiera recoger sus angustias y esperanzas de cara a nuestro tiempo.

A partir de esta convocatoria se constituyó al interno del Movimiento una Comisión Sinodal (CS) que buscó, en su integración, dar representación a todos los continentes y vocaciones de la Obra2. La CS tuvo como objetivo contribuir al desarrollo de un proceso sinodal que involucrara a todos los miembros y que permitiera arribar a un documento que, recogiendo los aportes del proceso sinodal, pudiera ser presentado a la Secretaría General del Sínodo por Margaret Karram (Presidente) y Jesús Morán (Co-presidente), como contribución a la fase universal del Sínodo3.

El inicio de un camino sinodal para los Focolares

La CS dio sus primeros pasos buscando arribar a un instrumento de reflexión y escucha que permitiera recoger la voz de todos los miembros de la Obra de María, y que se presentó en torno a cinco ejes inspirados en el documento preparatorio del Sínodo: camino y misión, Palabra y Eucaristía, escucha y diálogo, discernimiento comunitario, y un último punto destinado a una contribución libre como fruto del ejercicio sinodal. A fines de noviembre de 2021, el instrumento de reflexión y escucha fue distribuido junto a un video explicativo a todas las zonas para iniciar el proceso sinodal de escucha que finalizó a mediados de abril de 2022. Se recibió una gran cantidad de aportes de todas las zonas y continentes, que la CS procesó para elaborar el documento final que fue presentado a la Secretaría del Sínodo, a mediados de julio de ese mismo año, cuyos puntos salientes fueron registrados en un video resumen. 

El trabajo de redacción intentó identificar las experiencias más significativas, alegrías, heridas, fortalezas, esperanzas y debilidades, buscando mostrar toda la vida  de la Obra como un don para la Iglesia Universal, más que dar directrices pastorales o declaraciones teológicas. La tarea (y desafío) de la CS fue que el documento dejara salir las “voces” y transparentara los esfuerzos de reflexión a lo largo de todo el proceso con sus luces, sombras y matices, incluso con sus contradicciones, sin intentar ser intérpretes, sino portavoces de la voz de nuestra gente. Se consideró que sería tarea del Sínodo y de los teólogos recoger estas voces y leer las inspiraciones del “Espíritu Santo” que emergieran del Pueblo de Dios a la luz de los signos de los tiempos.

Las voces de nuestra gente que emergen del proceso

Entre las voces recogidas podemos destacar algunas. Respecto a la experiencia sinodal vivida al interno del Movimiento se ha descrito como “el inicio de un nuevo camino, por continuar”; de “dedicación y esfuerzo para concentrar la participación dentro del Movimiento en consonancia con la Iglesia”; como “una oportunidad para hacer un examen de conciencia sobre el modo de vivir”, y “un camino de responsabilidad y alegría”; como “un descubrimiento y un regalo”; como una instancia no sólo de reflexión “sino también de conversión, que nos invita a mirar hacia los lados, para ver a quién hemos dejado en el camino”. Con relación al caminar juntos como Obra, se reconoce la necesidad de “una mayor apertura para acoger a todos… que abra la posibilidad de cambios necesarios para que todos se sientan parte de la familia”, ya que “tendemos a excluir a los que son diferentes o piensan de forma distinta”; y con relación a la misión se destaca que “nos falta formación para ir hacia todos. Crece la necesidad de salir, de no estar bien sólo entre nosotros”.

Respecto a la experiencia de la vida de la Palabra y la Eucaristía se destacó la importancia de seguir la enseñanza de Chiara Lubich, de Vivir las tres comuniones, es decir, vivir la Palabra, recibir la Eucaristía para ser cada vez más Jesús, y crecer en el amor recíproco con el hermano. Tenemos un claro ejemplo de la integralidad de estas tres comuniones en el caso de un Focolar, que en plena pandemia decide abrir sus puertas a personas en situación de calle para acogerlas.

Si bien “nuestro estilo de comunicación favorece la escucha recíproca y la participación de todos”, se reconocen obstáculos para la escucha y el diálogo: “La cultura de la sospecha, la superficialidad en las relaciones, la falta de humildad, detenerse en las apariencias, olvidar las condiciones psicológicas del otro, los prejuicios, la excesiva atención a los resultados y no a la persona, los ritmos frenéticos, la respuesta pre confeccionada, no saber renunciar a las opiniones iniciales, las cerrazones mentales, el fundamentalismo, el clericalismo, la defensa de las propias convicciones, la falta de misericordia, respeto, atención, acogida, parresía, coraje, claridad, empatía, silencio, disponibilidad, estima, el ´siempre se ha hecho así´”.

Los frutos del proceso sinodal

Entre los cambios que trae aparejado un estilo sinodal de ser Iglesia, uno muy significativo refiere al ejercicio de la autoridad. Se reconocen avances en este sentido respecto a que “se ejerce de forma cada vez menos autoritaria, prevalece la corresponsabilidad y el caminar juntos, teniendo en cuenta ´ese amor más grande´ que Jesús pidió a Pedro”, donde las dinámicas de gobierno interno tienen sentido si se dan “con la presencia de Jesús en medio, el único Maestro, guía…. Su presencia es sinónimo de generatividad, y requiere paciencia, trabajo en equipo, humildad, aprender de los errores, saber delegar”, no dispensando tanta energía “en el mantenimiento de nuestras estructuras”.

Otro de los tantos frutos del proceso del sínodo es la conversión sinodal, pero no alcanza si se impone a las instituciones y no convierte el corazón de las personas. Una Iglesia sinodal, una Obra sinodal, requiere también de hombres y mujeres sinodales, es decir “personas que han adoptado un estilo de vida que incluye la comunión, la participación y la misión y que lo ponen en práctica en su vida cotidiana (dentro del Movimiento, en la familia, en los compromisos profesionales y sociales, como miembros de la Iglesia). Tal vez la contribución más importante del Movimiento a una Iglesia sinodal sea vivir y fortalecer la práctica de la espiritualidad de comunión”.

Por último, emerge la necesidad de buscar nuevas formas de comunicación que pongan en valor el tesoro que tenemos para ofrecer a la humanidad. La comunión es sinónimo de comunicación, de difusión de los bienes que el carisma de la Unidad tiene para donar a la humanidad. Esto demanda “nuevas formas de comunicación, más cercanas a la gente, para llevar esperanza, para proponer utopías, para anunciar una sociedad diferente. En lugar de presentar normas y mensajes rígidos de tradición o de ‘disminuir’ la doctrina”, en nuestro Ideal tenemos para dar “un mensaje auténtico, vital y utópico, actualizado a las necesidades de la gente de hoy”. Debemos revalorizar que en “la práctica de vivir, comunicar y compartir experiencias sobre la Palabra de Vida”, contamos con “un poderoso medio de evangelización”.

Notas sobre la sinodalidad y un evento histórico

La sinodalidad no es sólo un estilo de gobierno para la Iglesia o para un movimiento, denota el estilo particular que califica la vida y misión de la Iglesia, que debe expresarse en su modo ordinario de vivir y trabajar. En otras palabras, es un modo de ser y hacer. La sinodalidad, desde este punto de vista, es mucho más que la celebración de reuniones eclesiales y asambleas episcopales, o una cuestión de simple administración interna dentro de la Iglesia; es el modus vivendi et operandi específico de la Iglesia, Pueblo de Dios, que revela y da contenido a su ser como comunión cuando todos sus miembros caminan juntos, se reúnen en asamblea y participan activamente en su misión evangelizadora.

El propósito de un proceso sinodal no es producir documentos, sino sembrar sueños, suscitar profecías y visiones que alimenten la esperanza, inspiren confianza, restauren heridas, generen relaciones. Es una oportunidad para aprender unos de otros. El objetivo de este proceso sinodal no ha sido proporcionar una experiencia temporal o única de sinodalidad, sino más bien ofrecer una oportunidad para que todo el Pueblo de Dios (del cual hacemos parte como Obra) discierna en comunión cómo avanzar juntos en el camino de la historia.

Como ha dicho el teólogo y focolarino Monseñor Piero Coda en una entrevista sobre el “Sínodo de la Sinodalidad”, estamos ante el acontecimiento más significativo en la historia de la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II. Debemos tomar conciencia de que, a partir del proceso sinodal vivido como Obra de María, ya somos protagonistas y testigos (no sólo espectadores) de este acontecimiento único e irrepetible •

1. Figura del derecho canónico que sirve para dar status jurídico a los nuevos movimientos eclesiales.

2 El Papa Francisco realizó la apertura del Sínodo el 9 de octubre de 2021, y a partir de ese momento se fueron desarrollando diversas etapas del proceso sinodal: la etapa local o fase diocesana; la etapa o fase Continental, y finalmente la etapa Universal que dará comienzo en este octubre.

3 Todo el material fílmico se encuentra en: https://www.youtube.com/@MovimentodeiFocolari_ufficiale

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