Editorial
Abril ha sido un mes de pérdidas sensibles. Como hemos abordado en la edición de mayo, la muerte del papa Francisco ha dejado un vacío profundo no solo en los fieles católicos sino también en la humanidad toda, ya que Jorge Mario Bergoglio se había transformado a lo largo de sus 12 años de pontificado en un líder planetario.
Sin embargo, semanas después el mundo conoció al “nuevo sucesor de Pedro” y los primeros gestos del cardenal Roberto Prevost Martínez dieron vuelta al globo con un nuevo halo de esperanza. Sus emociones a flor de piel desde el balcón al saludar al pueblo que se agolpaba en la plaza, su simpleza en las primeras palabras, su saludo en español a la comunidad de Chiclayo, en Perú, y cada una de sus posteriores intervenciones públicas permiten dilucidar que la Iglesia católica tendrá un pastor muy cercano a los modos a los cuales nos había acostumbrado Francisco.
“Aseguramos al Santo Padre nuestra filial cercanía, nuestra oración y nuestro compromiso para ser constructores de paz, como él mismo lo ha subrayado en su primera bendición”, expresa el saludo de la presidenta de los Focolares, Margaret Karram, y luego agrega: “El mundo actual tiene extrema necesidad de paz, de luz y de esperanza. Por eso le aseguramos que continuaremos comprometiéndonos, junto a las comunidades eclesiales en las que estamos injertados, para llevar a todos el amor de Dios; para estar abiertos al diálogo, para ser ‘un pueblo siempre en paz’, dando testimonio que la unidad pedida por Jesús en su Testamento es más fuerte que cualquier división”.
Y cuando abril se iba nos llegó la noticia de otra pérdida, en este caso sin aquella repercusión planetaria, pero sí con la sensación de “espacio vacío”, ya que se fue un gran amigo: Honorio Rey.
Honorio fue un pionero de los Focolares en la Argentina y de Ciudad Nueva, donde trabajó durante 40 años siendo director de la revista durante décadas, haciendo crecer este medio de difusión del carisma de la Unidad, permitiendo que el Ideal del mundo unido llegara a los puntos más recónditos del Cono Sur y más allá.
Durante los últimos años, viviendo en la Mariápolis Lía, siempre se hizo cercano de quienes hemos tomado la posta en su revista tan querida, aportando consejos, miradas, elogios y críticas, cuando había algo que no le gustaba tanto. Pero siempre abierto a los nuevos rumbos de la comunicación del siglo XXI.
Es inevitable sentir tristeza ante estas pérdidas. Sin embargo, ese sentimiento convive con el de gratitud. Quedarnos solamente con la sensación de vacío sería injusto, incluso iría a contramano del legado de estos hombres que han dejado una huella por la cual continuar. La alegría del Evangelio, a la que Francisco nos exhortaba mediante su Evangelii Gaudium, era “una alegría que se renueva y se comunica”, como aquella que resurgió con la elección del papa León XIV y la que supo transmitir Honorio a través de su pasión por un periodismo constructor de un mundo más fraterno.
Ese es el camino.




Amigos de Ciudad Nueva, comparto esta mirada de dolor ante la partida de nuestro Papa Francisco (especialmente «nuestro»por argentino), y también expresar «gratitud» por su inmenso legado que arroja luz a la iglesia por siglos como tarea y compromiso para continuar caminando con Esperanza.
A nuestro querido Honorio, piedra fundamental de Ciudad Nueva en nuestra zona, llegue nuestra inmensa gratitud por su amor , convicción y trabajo de entrega en este medio de comunicación, para llevar adelante la Luz del Ideal de la Unidad contribuyendo con su invalorable aporte a la construcción de la familia humana.